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SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado.


 
Discurso en la clausura de los actos del centenario de la carrera de ingeniero industrial.

25 de febrero de 1952.

Señoras y Señores:

Solamente unas palabras para cerrar esta sesión de clausura de los actos del Centenario de los Ingenieros Industriales y para deciros con cuánto entusiasmo y fervor, en nombre de la Nación, me sumo a las solemnidades que en distintas Escuelas de Ingenieros Industriales venís celebrando.

Este examen histórico tan erudito del profesor e insigne ingeniero señor Artigas sobre el recorrer de la ingeniería en un siglo, desde que hace cien años se creó la primera Academia de Ingenieros Industriales y se otorgó el primer título de ingeniero, nos conduce a la reflexión y a la pregunta: ¿Estamos satisfechos o no estamos satisfechos del progreso y del adelanto de nuestra industria, en este tiempo? Yo podía contestaros que España está satisfecha de sus ingenieros industriales, pero que no lo está del progreso industrial en aquélla etapa. Y por eso necesitamos examinar las, causas por las que, habiendo tenido insignes figuras, aquellos hombres singulares que se entregaron en cuerpo y alma al estudio de la ciencia y al progreso de la ingeniería, no llegamos a figurar en los primeros planos del adelanto industrial de las naciones. No examinando nuestros éxitos, sino precisamente nuestros defectos y nuestras  faltas, es como podremos conseguir nosotros en la etapa que vivimos recuperar aquel tiempo perdido y colocarnos en línea con las naciones más adelantadas.

Las causas de esto se ponen de relieve en esas industrias que fijan en los muros de sus locales las fechas de sus grandes creaciones. La más sensible a esto es nuestra Marina, nuestro construcción naval, donde en las paredes de sus salas de proyectos quedan las inscripciones con los nombres de los barcos que aquellos establecimientos han lanzado al mar. Y vemos claramente reflejada toda la historia de España; no solamente la historia industrial, sino la causa de su interrupción. Etapas de tranquilidad, de orden, de continuidad, España produce, España adelanta, sus ingenios nos ofrecen óptimos frutos; épocas azarosas de guerras civiles, de luchas intestinas de inestabilidad y de infructuosas batallas parlamentarias, entonces procede hasta la expansión de la ciencia, se cierran Escuelas industriales y por un estúpido espíritu de economía, se acaba apagando y encerrando la ciencia.

Y esto sucedió porque faltó la inquietud rectora, el espíritu de los elementos rectores del Gobierno de la Nación, una sana acción política que abriese el cauce a lo que la Patria necesitaba. Sólo cuando ocurre la conjunción de figuras señeras de nuestra ingeniería y del capital surgen nuevas fuentes de
riqueza, como pasó en Bilbao, en Asturias, en Cataluña, en Levante y alguna que otra región española, que reflejaron aquélla conjunción feliz. Y era que nuestros ingenieros, nuestros técnicos, tenían que ir por los despachos esperando que quisieran tenderles la mano, que quisieran creer en la ciencia, que los gobernantes quisiesen y pudiesen servir al progreso y a la mejora de la Patria y no a sus luchas, a sus posiciones de ventaja en que España entera constituía sólo un pedestal sobre el que alzarse.

Fué la época triste del siglo liberal que nos había traído como reacción natural la era marxista, que tan bien nos dibujó en erudición admirable el profesor Artigas. Rompió el liberalismo las ligaduras de los rígidos sistemas gremiales dando nacimiento a las grandes empresas; pero frente a ello surgió el capitalismo y las luchas de clases: pudieron los Estados liberales con el capitalismo en el poder sobrellevar durante casi un siglo esta lucha sorda; pero con el tiempo, la ficción sale a la superficie y obliga a las naciones a deslindar los campos, a soslayar las posiciones y crear un Estado indispensable de derecho en el campo de lo económicosocial.

Durante este tiempo España vió en escala bien modesta cómo la iniciativa privada emprendía las tareas industriales que le ofrecían un gran provecho, pero los grandes problemas de la Patria, las grandes inquietudes de la Nación, las materias primas, tantos y tantos problemas que estaban llamando la atención del Estado, aquello quedaba desarbolado ante esa idea, ante ese mito que llega hasta nuestros días de que el Estado no tiene que hacer nada, que el Estado tiene que ser indiferente, que la iniciativa de los particulares es la que ha de resolverle los problemas al Estado. Y yo digo: sí, se los resolverá; pero los provechosos, los grandemente provechosos, mas no los que lo no sean; ¿o es que iban a hacer una obra pía contra sus bolsillos o intereses? No seamos locos ni ilusos. Cuanto se necesita para el bien general, cuanto supere al interés privado y cuando los provechos son pequeños, tiene que ser el Estado el que vaya a ellos con valentía, porqué el Estado no es esa entelequia sin vida que algunos creen; el Estado sois vosotros mismos, son nuestros hijos, nuestros obreros, nuestra economía, las sociedades en que vivimos. Todo eso es el Estado. La idea del Estado no puede ser la simplista del siglo XIX, del recaudador de impuestos; eso será una de las misiones del Estado; el Estado dirige y sirve a la comunidad entera de que formamos parte, y esa sociedad entera no se puede conformar con que el bien general que deba servir sea el ir a la cola o detrás de las otras naciones.

Ese Estado requiere servir los intereses de todos, que están en la producción, en el trabajo, en la creación de nuevas fuertes de riqueza, en que no se pierdan los esfuerzos de sus técnicos ni de su ciencia; está en la organización de la investigación, en dar a todos los españoles las oportunidades para llegar y que no se pierdan las inteligencias.

Hoy vive el mundo en una crisis de doctrina. Por mucho que se aferren a sus posiciones, vemos vacilar la armazón del tinglado de la farsa política. Vivimos una era evidentemente económica y social. Vosotros, en vuestras inquietudes de estos días, en vuestros cambios de impresiones, en el estudio que las personas más eminentes de entre vosotros han hecho con motivo de esta conmemoración, habréis observado que apunta siempre el mismo problema, el gran problema de la economía, la necesidad de colocarse el ingeniero en el cuadro general de la economía, ya que la economía general de la Nación es la suma y compendio de las economías de las empresas. Por eso la economía de éstas interesa por igual a empresarios, técnicos, y obreros. Y toldos, unos y otros, se integran en aquélla economía general.

El progreso industrial no es para nosotros un capricho, es una necesidad. Las naciones pasan a industrializarse cuando sus necesidades interiores lo recaban. Hay quienes desde fuera todavía creen que nosotros propugnamos una industrialización artificial, y, sin embargo, nosotros afirmamos -no creo que nadie entre vosotros lo haya podido dudar- que llegamos con un respetable retraso a nuestra industrialización. Nuestra demografía nos impone cada día el aumento de la producción, la creación de nuevas fuentes de trabajo. Nos dicen que somos un país agrícola. Todos los países han sido agrícolas antes que industriales. Y los viejos países agrícolas hace cincuenta años necesitaban poco de la industria porque no lo demandaba su demografía y producían en casa todo lo que necesitaban, desde el mulo al carro y al arado romano. Hoy la agricultura exige cada día más esfuerzos de la industria; pide tractores, máquinas agrícolas, arados modernos, exige abonos químicos. Y todo esto, que antes se sustituía por lo producido en nuestra propia Patria, hoy hay que comprarlo al extranjero o producirlo en nuestra Nación impulsando la industria. Ello ha constituido el primer paso de nuestra industrialización para atender a las necesidades y demandas urgentes de nuestra economía y de nuestra agricultura, que exigen cubrir sus necesidades en progresivas etapas.

Nosotros aspiramos a que la vida de los españoles pueda ser la vida media de los europeos; tenemos esa gran ambición de servicio y no queremos que existan diferencias vejatorias entre nuestros hombres y los de otros países. y lo queremos porque España tiene medios para lograrlo, porque ello no es una quimera, como se realza en estas Exposiciones que tenéis hoy en este local y en el del I. N. I., exponente que demuestra el avance formidable que estas cosas tienen cuando el Estado se siente el primer trabajador, recoge las inspiraciones y las enseñanzas de sus elementos técnicos y las aplica al mejor servicio de la Nación y al bien de todos los españoles.

Y volvemos a nuestro tema económico, al papel en él de empresarios, técnicos y obreros. Si examinamos estos últimos cincuenta años y leemos la lápida con los ciento setenta y seis nombres de nuestros caídos, tampoco podremos consideramos satisfechos. ¿Por qué han encuadrado a los ingenieros, en las luchas entre el capital y el trabajo, en el bando del capital? ¿Por qué esta injusticia? Injusticia que proviene del sistema liberal y de la lucha marxista. Admitida la lucha de clases, consentida la guerra fría y
el proceso anárquico que destruye la industria y destroza la nación, lo demás es consecuencia lógica. Rotos los diques de la disciplina, el ingeniero, que ha de mirar por ella, tenía que resistir pacientemente en el puesto que le ponía el empresario, y, entre el. egoísmo de éste en su lucha y la pasión mal conducta de las masas obreras, moría injustamente, triturado por la máquina de la lucha de clases. Por eso, en esta nueva etapa que emprendemos, a mí me agradan vuestras preocupaciones por la economía, vuestro interés por el proceso económico, porque sé que cuanto habláis del proceso económico pensáis, naturalmente, que en él hay tres factores: el del capital, el de los técnicos y el de los capitales humanos, representados por los núcleos trabajadores.

Redimida por nuestra legislación la lucha de clases, para todos ruinosa, y restablecidos los principios de la verdad y de la justicia, como muy bien nos decía hace un momento uno de los insignes conferenciantes, la verdad no se vota. Y si el Estado respalda esa verdad, es fácil el darla a conocer y extender a todos los ámbitos sociales el sentido de la economía, porque nadie más interesado que el trabajador, si tiene nociones de lo que es la economía, para comprender que su economía íntima, la de su hogar y la de su casa, están absolutamente ligadas a la economía de la empresa, y por ello su interés será grande en servir aquélla verdad.

Y esto es lo que hay que divulgar en esos centros laborales a que el director de la Escuela de Ingenieros ha aludido; no solamente hay que especializar al hombre en su profesión, sino ilustrar y elevar a los hombres, vulgarizando y poniendo a su altura las verdades y los principios económicos para que todos puedan laborar en la obra común. y en ello nadie mejor que vosotros, como adelantados de la industria española, para llegar al corazón de vuestros obreros. Una cosa es la disciplina y el, respeto a las jerarquías, que siempre se han de mantener, y otra la solicitud y el cariño que el superior, el jerarca, ha de saber ganar. y para que exista la comprensión más grande, solamente hay un camino, el de la verdad; que comprendan que no solamente es beneficioso para la Patria, sino que también es provechoso para las empresas, para los técnicos y para todos los productores.

Pensemos que nuestros hombres son portadores de valores eternos, servidores como todos y hermanos en el destino histórico; pero que necesitan del pan cotidiano, de la seguridad social; batalla por la seguridad social que lo mismo vosotros que muchas clases medias españolas sentís como el primero. Por eso, en este momento de clausura en que rindo homenaje a los que cayeron en el servicio de la industria española, me dirijo a vosotros para agradeceros la cooperación que sé que habéis de tener en la obra de levantar a España y dar unidad a la industria española. ¡Arriba España!


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© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.006. - España -

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