INICIO

LIBRO FIRMAS

SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado.


 
Discurso ante los Congresistas de la IV Asamblea de Hermandades.

12 de mayo de 1951.

Labradores y campesinos:

Habéis venido a la capital a traemos vuestros problemas, la fe y el calor del campo; de ese campo español tantas veces castigado por las duras características meteorológicas de nuestro clima; pero donde se conserva más pura la semilla de la raza y que, incontaminado con los vicios de la ciudad, vive y sufre sus problemas.

El Movimiento Nacional español, triunfante a costa de tantos sacrificios, vive de cara a los problemas de España, de cara al campo. con el anhelo de redimir tanto las miserias campesinas como las de las urbes. Y que precisamente por vivir cara a esos problemas, libra las duras batallas que hoy sostiene.

España vivía una honda crisis política, momentos de verdadera degeneración política de atomización de partidos internacionales y traiciones que nos habían llevado a enfrentar hermanos con hermanos, a vender a la Patria en una lucha ininterrumpida de ambiciones y vergüenzas. A esto vinimos a oponer nosotros el saneamiento de la nación con la unidad y el espíritu de todos los hombres y de todas las tierras de España.

España llevaba más de un siglo batiéndose contra si misma, ejecutando, con pequeños paréntesis, las consignas que se levantaron fuera de las fronteras
para vencer a la hasta entonces indómita nación española; aquélla triste fórmula de «españoles contra españoles» fué el arma secreta que supo descubrir la masonería y que durante siglo y medio se ha venido esgrimiendo contra nuestra Patria.

Y así se llegó, tras de un siglo de luchas y traiciones políticas que deshacían la Patria, a que las pocas riquezas de la nación cayeran en manos extrañas y fueran vaciadas por el extranjero, y nuestras mejores minas, nuestros más ricos veneros, marcharan por cuatro cuartos al extranjero y, vaciando
el cascarón de la Patria, nos dejaron unos pueblos y unos proletarios míseros, sin ningunas condiciones de Vida.

España sucumbía y España se moría. Si España, cuando tenía diez o doce millones de españoles, podía vivir en su solar sufriendo pacientemente traiciones y lacras, no lo puede hacer hoy, cuando alcanza una población de veintiocho millones y ha de dar de comer a esos millones de familias esparcidas en la geografía española, cuando tenemos brazos y nos falta tierra, cuando necesitamos industrias y faltan elementos para que estos hombres no se pierdan en su miseria y se coman a sí mismos.

De todo esto ha venido a redimirnos el Movimiento Nacional; pero no somos milagreros. no podemos hacer milagros, no tenemos en nuestra mano el don portentoso de la taumaturgia; tenemos que lograr las cosas con nuestros trabajos y sacrificios, con la colaboración de todos los españoles, con el aumento de la producción, con la multiplicación de las fuentes de riqueza. y si nosotros no pudiésemos alcanzar esos momentos grandes de plenitud -que si que lograremos-, que sean nuestros hijos y nuestros nietos los que bendigan nuestro nombre el día de mañana.

Nosotros hemos venido a redimiros de una mala política, de una torpe explotación política; pero ¿qué existía en realidad de política en España? ¿Qué contenía toda aquélla política? Una cáscara artificiosa con nombre de partidos, una explotación a. través de los caciques de intereses y necesidades; pero, en el fondo, una honda lucha de clases, una división de España, el enfrentamiento de cuantos estaban llamados a colaborar. Es decir, que bajo la aparente organización política de partidos había otra organización: la de los intereses económicos frente a los sociales, una lucha civil por encima de los intereses superiores de la Patria y de los ideales, que llenaba a España de odios capitaneados por el capitalismo, por un lado, y los explotadores del proletariado, por el otro.

Pero ¿qué voy a deciros; si vosotros sufristeis en vuestros pueblos la maliciosa presencia del cacique que, aprovechándose de su poder, se apoderaba de los votos y falseaba las actas? Vosotros sabéis cómo se explotaba el poder de las patronales para las elecciones y cómo se asistía a los capitostes de las organizaciones marxistas, C. N. T. o F. A. I., para comprar el voto de los proletarios. Mientras, había una realidad: la realidad viva de los que sufren, la de los que penosamente labraban la riqueza, la de los ideales de la nación, nuestra fe, nuestro porvenir, nuestro destino histórico; todo eso era lo que no privaba.

Nosotros hemos venido a poner la casa en orden, a servir el interés general de la nación para el bienestar de sus hijos, pero sin que para ello tengamos que malvender la Patria. Venimos a sostener un concepto distinto y superior de Patria. no la Patria propiedad de los hijos, sino de la madre y señora a quien los hijos sirven, a una madre que, si nos ofrece calor, también nos impone obligaciones. Si recibimos una Patria maltrecha, que generaciones que nos precedieron recortaron, los restos de aquélla Patria grande que conquistaron otros, nosotros tenemos la obligación de conservarlos y engrandecer esa Patria, que constituye legado inembargable, que no prescribe jamás, que no es sujeto del hombre y que no puede destruirse aunque lo mandase la mitad más uno de los españoles. No; esa Patria no es nuestra; es como cuando se recibe un legado en usufructo que hemos de entregar a las generaciones que nos sucedan puro y engrandecido. fortalecido por nuestro esfuerzo y nuestro deber.

Y para abrir un cauce a la colaboración de todos en esa gran obra, que tiene que ser de todos los españoles, hemos llegado a la sindicación natural de todos los esfuerzos productores del país para que puedan sostener el diálogo, para que encuentre un cauce natural y lógico para elevar sus ansias y sus necesidades. ¿Qué otro medio cabria que el acudir a la organización natural de los productores con sus grandes o pequeños defectos, pero que en vosotros está el perfeccionarla?

Ese es el cauce natural, el cauce legitimo, el cauce por donde han de discurrir las ansias y los anhelos de la nación para llegar a los poderes del Estado, y ha de ser también el camino y escalera por donde bajen el Estado y el. Poder a dialogar y a colaborar con todos los españoles, sin que éstos sean las víctimas de las malicias políticas ni de los intereses bastardos de partido.

Y ya que hablamos en esta sencilla tribuna pública, en que se respira el aire campesino de la verdad, voy a referirme a un engaño que todavía persiste en la conciencia de algunos y que pretende explotar el extranjero utilizando los residuos de los malos españoles, de los separatistas, de los masones

Y de todos aquellos perturbadores que, por generosidad del Movimiento Nacional, han quedado enquistados en nuestra Patria.

La huelga es licita y se puede proclamar como tal cuando en la legislación se acepta el principio de la lucha de clases. ¡Ah! ¿Cómo íbamos a dejar sin armas a los que en otra forma hubieran sido vencidos y esclavizados por las otras clases en lucha? Es la reacción lógica, la natural cuando se vive bajo aquel sistema; pero cuando la lucha de clases es proscrita por cuanto produce daños y arruina a la Patria; cuando la lucha de clases significa la miseria para las clases más numerosas, con detrimento de la Patria y provecho del extranjero, o con la huelga o el paro patronal se pretende laborar contra la propia grandeza de la nación y el bienestar de sus ciudadanos, empleándola como arma política o revolucionaria, la huelga es un delito y la huelga es criminal.

Ese mundo liberal, viejo y caduco, puede decir que es una tiranía el negar el derecho de huelga. Y yo pregunto: ¿Qué es la huelga, señores? ¡Ah, la huelga, como el cierre patronal, es tomarse la justicia por la mano! Y la justicia por la mano es la ley de la selva, de las sociedades primitivas. ¿O es que cuando una persona hiere a otra o cuando hay un conflicto se le permite a nadie la justicia por la mano? ¿Es que no existen los Tribunales de Justicia, no hay un orden jurídico para restablecer el derecho; una autoridad que restablezca la ley e imponga la justicia? ¿Es que en el orden civil o mercantil no se acude a la Justicia, aun cuando no rebasa el área del interés particular o familiar? Mas cuando se trata de una cuestión social, cuando se trata de un problema que repercute en la vida de la nación, en su economía, en los hogares todos o en la libertad de los ciudadanos, ¿entonces se va a ir a la justicia por la mano, a la huelga que a todos afecta y arruina?

Yo os anuncio que vamos con muchos años por delante del extranjero y no tardará en venir la elaboración y constitución de ese derecho que nosotros venimos constituyendo y manteniendo, y existirá a, como aquí, unos Tribunales y una Magistratura del Trabajo adonde se pueda apelar sin tener Que acudir a la justicia por la mano. En este caso concreto, la justicia por la mano, las huelgas, lejos de beneficiar a las masas, las empobrece, las arroja en la miseria y se convierten en el instrumento que el extranjero emplea, como lo está intentando en estos momentos, para evitar el engrandecimiento de España y la plenitud de nuestra obra.

Yo puedo deciros sin halagos, porque no soy amigo de ello, que vuestras inquietudes son nuestras inquietudes. Lo he visto en la Prensa, reflejado en los resúmenes de vuestras reuniones y en las principales conclusiones que me acaba de entregar vuestro Delegado Nacional. En casi todas ellas, por no decir en todas, campa el mismo espíritu que vienen sosteniendo mis Gobiernos desde hace diez años para la solución de los problemas campesinos, tal vez con una ambición aún mayor que las que vosotros mismos tenéis.

En el problema de la repoblación forestal, por ejemplo, aunque somos hoy la nación del mundo que más repoblación forestal realiza al año sobre su territorio, se han alcanzado más de sesenta y cinco mil hectáreas repobladas. Sin embargo, nos parece poco, y yo demando constantemente al Ministro de Agricultura y a los servicios forestales en el sentido de que hay que llegar a las doscientas mil. A las doscientas mil, sí, porque las tierras que hay repobladas en España, y que tanta influencia tienen sobre nuestro clima, que nos trae estas circunstancias meteorológicas adversas, son tantas, que si repoblásemos doscientas mil hectáreas por año, en cincuenta años habremos repoblado solamente la mitad. Por lo tanto, es necesario llegar a cifras ingentes en la repoblación, cifras de repoblación que están hoy limitadas por los medios económicos españoles. Y es necesaria la colaboración particular, la colaboración de los propietarios de montes particulares, para que la repoblación sea más grande, para que podamos llegar a esta cifra indispensable para nuestras necesidades, que es oro que se vierte como una bendición sobre los campos, porque el ochenta por ciento de los árboles que se plantan, lo mismo en el momento de plantar los que en el de recoger los, por corta, peonaje y transporte, queda en las manos campesinas.

Los problemas del pueblo campesino son tantos y tan varios, que, pese a cuantos nos inquieta desde los primeros momentos de nuestro mando, es necesario conocerlos y desentrañarlos. España no es una nación uniforme, tiene la complejidad de sus regiones; no pasa lo mismo en el Norte que en el Sur, en Jaén que en León o las Vascongadas. Son problemas completamente distintos. Hoy, la provincia que tiene el problema más acusado, que nos quita el sueño y llevamos meses en su estudio, es la de Jaén, que por sus dificultades de monocultivo, junto con su gran natalidad, hace más difícil la solución de sus problemas.

Nosotros estamos resueltos a resolverle sus problemas con carácter definitivo, no eventual. Por eso vuestra colaboración y vuestras conclusiones, que reflejan esperanzas y experiencias, serán recogidas con todo ese cariño y anhelo en el que ponemos nuestra voluntad y espíritu quienes hemos entregado nuestra vida al servicio entero de la Nación.

Si hay comarcas españolas que por sus condiciones, características o tradiciones están tan adelantadas como puedan estarlo las mejores del mundo en su agricultura, tenemos que reconocer que son muchas aquellas en que la agricultura parece un enorme atraso. Estos doce años que llevamos desde el fin de nuestra Cruzada han sido años de gran labor; en todos los órdenes se ha trabajado intensamente para la mejora de semillas, la de las especies, para llevar a cabo una política de abonos, de parcelación y regadíos que resolviera los problemas creados, y muchísimo es lo avanzado en las grandes irrigaciones, que cambiarán en pocos años la estructura del suelo español, permitiendo llevar a cabo una verdadera reforma agraria.

Todo esto lo están viviendo la mayoría de las comarcas de España, pero todos estos problemas, los que despiertan vuestras inquietudes y cautivan la nuestra, son problemas cuya solución se traduce en muchos cientos de millones. Y la riqueza nacional, el ahorro nacional, tiene sus límites. No es posible hacer todo a un tiempo; hay que darle un orden de urgencia para que aquello más necesario y beneficioso sea a lo que se dedique el ahorro y los afanes de la Nación.

Vosotros habéis visto que no existía en España un crédito agrícola.. y se ha creado un crédito agrícola.

Se ha logrado que la Nación mire al campo y vais recogiendo los beneficios de esta obra, que a nosotros nos parece muy pequeña, pero que lleva el freno insoslayable de que España es una nación pobre.

Y si queremos que España sea una nación rica, sí queremos cambiar el signo de España, hemos de producir más en todos los órdenes, hemos de extender las nuevas fábricas por todo el ámbito del país, hemos de hacer que la economía agrícola se fortalezca por las mejoras en especies y semillas, por el rendimiento de una política de abonos. Es decir, que todos los problemas son para nosotros el pan nuestro de cada día. Mas el pensar que los españoles han de mejorar sin aumentar la producción, es quimérico, es una equivocación. Es lo mismo que cuando se cubren dos con una manta, que si el uno se tapa, el otro queda destapado. y muchas veces, la incomprensión y la codicia de algunos deja destapados a muchos camaradas.

Yo os pido espíritu de sacrificio y de colaboración por esa Patria grande. por esa Patria fuerte y por esa hermandad que tanto nos envidian fuera y que tanto nos enorgullece dentro.


   ATRÁS   



© Generalísimo Francisco Franco. Noviembre 2.003 - 2.006. - España -

E-mail: generalisimoffranco@hotmail.com