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LIBRO FIRMAS

SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado.


 
Discurso ante los Congresistas de la U.N.D.A.

01 de mayo de 1951.

Yo agradezco al señor obispo de Friburgo de todo corazón sus palabras y felicito a todos cuantos se han enrolado en esta gran batalla de la catolicidad, que es la batalla de la verdad. Ustedes, que están adscritos al servicio de la fe católica, saben tan bien como yo que antiguamente lo más sonoro que existía en los pueblos estaba constituido por la campana. Aquélla campana que resonaba y reunía a los fieles y que era la voz de la verdad, lo que pudiéramos llamar el grito de la Iglesia para que se acudiera a oírla. Si hoy nos mantuviésemos al pie de la vieja campana, limitados a la voz de la campana, sólo podríamos alcanzar el hecho que tantas veces hemos contemplado de que la Iglesia se llenase con los que conocen la palabra de Dios, de los que tienen ya la fe, de los convencidos, y no de ese inmenso mundo que está esperando la voz del Evangelio para convertirse. Mas el avance de la ciencia y del progreso ha venido a ofrecernos nuevas campanas. Ya no son las campanas materiales de bronce las que suenan y producen la mayor difusión en el ambiente. Hoy existen la radio y la televisión. Los medios científicos que Dios pone al servicio del hombre y que alcanzan un ámbito nuevo, ayer inverosímil, pero, sin embargo, el más eficaz que puede presentarse para la difusión de la verdad.

Y esta realidad es tan grande y tan fuerte, que puede hacer llegar la verdad a todas partes, a los escépticos y a los incrédulos, que ya no tienen que romper esa pobre vergüenza de que otros los vean entrar en el templo, pues íntima y fácilmente pueden coger la onda. Esto lo ha sabido aprovechar mejor el demonio que el mundo de los fieles. Por ello la primera captación que se hizo de los sistemas de radiodifusión y de televisión ha sido realizada por el espíritu demoníaco moderno, por el de la masonería y de los materialistas enemigos de la verdadera Iglesia, por muchos de los que viven en las tinieblas y en el mal, que han sabido dominar la organización y las redacciones de las radios y entregarlas a los hombres sin fe, que poco a poco se fueron apoderando en casi todo el mundo de los órganos más fuertes de la radiodifusión. Nosotros lo hemos sufrido en el cuerpo de nuestra Nación; cuando España luchaba en su Cruzada para liberarse del comunismo, cuando combatía por su fe y por sus tradiciones, las campanas de la radiodifusión en manos demoníacas daban las emisiones contrarias a la verdad en casi todas las partes y lugares. En nuestras manos hemos tenido órdenes transmitidas por la masonería internacional a aquellas organizaciones, como la B.B.C., que pasando por ser órganos oficiosos del Gobierno, están, sin embargo, dependientes y en manos desde hace muchos años de la masonería, que transmitía a aquéllas las consignas de mentir, entre las cuales mentiras existían algunas tan hábiles como la de hacer la inversión de las noticias; y así, cuando los nacionales habían tomado tal ciudad o tal territorio, ellos achacaban la victoria a las fuerzas rojas, para que cuando nuestras pobres radios dijesen la verdad les apagasen las voces de la mentira y las gentes dijesen: «No hacer caso; están equivocados. La B.B.C. dice lo contrario, que han sido los rojos los triunfadores».

Y con este sistema de inversión y de organización de las radios retenidas en manos perversas es como se informa al mundo, se engaña y se calumnia, haciendo un grave daño a la Humanidad, y sobre todo a los católicos. Por eso no podemos olvidar que estamos en una batalla y que vosotros sois las avanzadas de esta batalla moderna: la batalla de la verdad, la batalla por la verdad. Y la batalla no es cosa fácil; la batalla requiere sufrimientos y sacrificios. y ha de ser dura. Los que han conquistado esas posiciones, que no podemos olvidar son los enemigos de la Iglesia católica, no las sueltan tan fácilmente.

No debemos, pues, caer en la indiferencia, en esa pereza o comodidad, en esa consideración que como seres civilizados nos debemos unos a otros. Existe una batalla real, planteada desde que se fundó allá por el año 1720, la masonería, y tiene un blanco preferente, que es la Iglesia católica. apostólica y romana, y desde entonces, durante dos siglos, por todos los procedimientos, se ha venido queriendo destruir el prestigio y la verdad de esa Iglesia, por todos los procedimientos ilícitos, por todos los procedimientos subterráneos, por todos los procedimientos criminosos. No existe todavía en la Prensa, ni existirá en mucho tiempo para la radiodifusión ni la televisión, el código de moralidad que respalde la verdad y que exija gravísimas responsabilidades por la mentira y la calumnia. Y ante esa irresponsabilidad tan perniciosa tendréis que llevar muchas veces los congresistas católicos a las reuniones de radio la necesidad de que si hay un elemento poderoso de difusión para extender la verdad, es necesario que esté respaldado por una ley internacional y que no pueda calumniarse ni mentirse impunemente ni ponerse al servicio del mal. De esa manera habríamos cortado la lengua a los elementos peligrosos que enquistados en la radio extienden por el mundo la calumnia. Y mientras eso no llegue, que los católicos sacrifiquen sus bolsillos y creen radios potentes en todas partes para que el grito de la verdad apague por lo menos los ecos de la mentira.


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