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SUGERENCIAS

 

Discursos y mensajes del Jefe del Estado.


 
Discurso al recibir condecoraciones Brasileña y Colombiana.

08 de febrero de 1951.

Su Excelencia contestó al embajador del Brasil expresándole que la misión que el Presidente del Brasil te había encomendado de ofrecerle las insignias del Gran Collar de la Cruz del Sur le colmaba de honor y de afecto. «Desde hoy -continuó diciendo- ese nombre feliz, evocador de tantas gloriosas gestas entre los navegantes hispánicos, se unirá en mi corazón al cálido recuerdo de la nación brasileña y de sus amaneceres imperiales.»

Recordó que el Presidente Dutra había querido que una de las últimas disposiciones de su mandato fuese la ,de destacar con esta alta distinción el aprecio por la obra de estrechamiento de las relaciones entre nuestros pueblos, tan intimas y cordiales en estos últimos años tan difíciles para la vida del mundo, y en que se pusieron a prueba los amigos de nuestra Nación; y que España no olvidaría jamás a los que en las horas difíciles o confusas siguieron siendo sus amigos, entre los cuales los Estados Unidos del Brasil ocuparon puesto de honor desde los primeros tiempos de nuestra Cruzada.

 Expresó que si por imperativos reglamentarios aquel mandato presidencial termina con tan hermosos frutos, otro se abre con mil halagüeñas esperanzas. Si un excelente amigo e ilustre soldado termina su tarea, otro glorioso soldado y querido camarada le sustituye, heraldo de que nuestras relaciones serán cada día más estrechas y cordiales.

Terminó diciendo que confía, y mucho le complacería, en que los .tratados en preparación abran cauce amplio para que los sentimientos de nuestros pueblos y su comunión espiritual e intelectual sigan las corrientes cada vez más intensas de nuestras relaciones comerciales, y que esos aviones que por nuestros con- venios aéreos hoy cruzan los cielos, extiendan nuestros brazos en un cordial abrazo a los buenos hermanos de América.

Después de la imposición de la Gran Cruz Extraordinaria y banda de la Orden de Bocayá, el Caudillo de España contestó al embajador de Colombia expresando que la oración pronunciada por él, preñada de cálidos conceptos, parecía la voz de la sangre que, clamando en tierras de América, constituye el eco de ese afecto y de ese amor que la gran .nación española siente por los pueblos hispanoamericanos de su estirpe.

«Habéis evocado -dijo- nuestras luchas de los últimos años, la incomprensión contra la que nos debatimos y la injusticia con que en muchos momentos hemos sido tratados. Gracias, señor embajador, Y gracias también porque en aquellos momentos difíciles que la Patria española, una vez más en la Historia, hubo de pasar, hayamos tenido siempre el calor de Hispanoamérica, el calor de vuestros pueblos, que si muchas veces pudieron presentarse confusos por la decisión política de algunos gobernantes, siempre fué entraña española la que en el pueblo se pronunció sus ecos y sus sentimientos.

Ennuestra Cruzada -porque fué una verdadera Cruzada- sentimos en todo momento el calor de los los de América. Y así lo demostraron en las ciudades como en los pueblos, en las montañas o en los valles, las cartas, las suscripciones, las pruebas y demostraciones que de afecto de todas aquellas gentes y aquellos pueblos volaron hacia la Madre Patria. Entonces, cuando no los había alcanzado la malicia torcida de los hombres, los ecos fueron cálidos, claros y terminantes. Tuvo que venir la guerra universal y el artificio de las propagandas y de los sectarismos tuvieron que esparcirse por el mundo los hijos espurios de España, los rojos al servicio de otra patria  -de la idea rusa o de la anti-España-, para que cambiara la fisonomía de algunos pueblos o, mejor dicho, de algunos de sus gobernantes.

Mas España es un país de hidalgos y de honor y sabe agradecer. Nosotros no conocemos otro camino que el del deber, por penoso y duro que sea, y el deber obliga, si hablamos de hacer honor a nuestro nombre y a nuestra historia, a no defraudar a los pueblos de América, los cuales sabían que por el esfuerzo de sus hijos España estaba resurgiendo y se negaba a convertirse en aquella flecha que Lenin había anunciado que, pasando por Moscú, Berlín y Madrid, debía apuntar a los jóvenes pueblos de America.

No es nuevo lo que en el mundo pasa, sino extraordinariamente viejo: tiene ya treinta años de vida, tiempo en el que día tras día se está elaborando en los laboratorios del Komintern o en los actuales de la Kominform esta perniciosa doctrina y esas «quintas columnas», para implantarla, aprovechando todos los resortes y todos los huecos que las democracias dejan libres para explotarlos en contra de esas mismas naciones, donde, por su libertad, más fácilmente se pueden mover las fuerzas del mal, representadas por aquellos organismos.

Si muchas cosas perdonamos hay otras en que no permitiremos que se nos intente confundir. Somos lo que somos y nada más; nosotros no tenemos «telones de acero», gracias a Dios, y no tenemos nada que ocultar; entendemos la vida y la política de otra manera, y estamos dispuestos a aportar nuestro esfuerzo a lo universal para mantener los eternos valores del espíritu y de la civilización; pero somos amantes de nuestras tradiciones y del modo peculiar y cristiano de entender los avances sociales, dándoles un cauce amplio, un cauce noble, un cauce tradicional español y católico, que quizá otros no pueden comprender, pero sí nosotros, porque «nos viene bien el traje...»

Terminó agradeciendo esta prueba de afecto de Colombia y de su Presidente, uniendo a su gratitud la. de toda España, por este discurso. en que se refleja el sentir de los verdaderos hijos de América, que tiene eco en el corazón de, España y en el del modesto Capitán de soldados que habla.


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