02 de febrero de 1951.

Señor embajador y querido mariscal: Nada puede ser para mí más grato que el recibir de vuestro Gobierno Y de las fuerzas armadas del Perú esta alta condecoración, tan apreciada en el historial glorioso de vuestra nación y que establecerá un lazo más entre la España eterna y la revivida en vuestras naciones hispanoamericanas; en ese Perú legendario y tan querido, donde las esencias españolas se mantienen enraizadas y donde el espíritu que un día llevaron allí los conquistadores y los misioneros permanece vivo, uniendo a nuestros pueblos a través de la Historia. y para mí representa más satisfacción todavía el recibir esta condecoración de manos de tan ilustre soldado como el mariscal Ureta, y que a la evocación de su patria haya unido la de sus compañeros de armas, tan estimados y queridos de nuestra España y de nuestras instituciones. Yo deseo que éste sea un lazo más que una al Perú y a España entre nuestras fuerzas armadas en estos momentos tan difíciles en que vive el mundo, en que los pueblos afines extienden sus brazos y se unen más y más en la defensa de su civilización secular, mantenida a costa de tantos esfuerzos. Muchas gracias, señor mariscal. Testimoniadlo así al Presidente de la República y a todos los peruanos, cuyo generoso gesto tiene en mi corazón el eco más querido.