Burgos, 16 de
agosto de 1938.
Sé cuánto trabajáis
en Marruecos; sé también el afán
que tanto vuestras profesoras indígenas como las españolas,
ponen el servicio de las niñas y niños musulmanes. Por lo
que se refiere a vosotras, es preciso que cada día desarrolléis
una mayor aplicación en una labor que nosotros completaremos
cuando acaba la guerra para
mejorar las condiciones de vuestras escuelas y de vuestros
talleres y para alegrar también la vida interior de vuestros
hogares. En un tiempo las mujeres y las niñas musulmanas
confeccionaban en telas que vestís. Mientras los guerreros iban a
la guerra quedaban las mujeres
en sus hogares entre los bastidores fabricando las piezas y
luego habían de decir los guerreros: "Nosotros mejoraremos
las condiciones de esos vuestros talleres para que en ellos podáis
seguir fabricando los vestidos de vuestros maridos y de vuestros
padres".
El pueblo marroquí
ha sido el pueblo de los guerreros más bravos, así como el
pueblo español ha sido también el de los soldados más
valientes; los dos pueblos tenían una elevada espiritualidad y un
carácter entero que siempre les impulsó al trabajo. Por eso
nosotros, cuando acabemos esta guerra en que los dos pueblos se
estrechan y se hermanan en la lucha, hemos de mejorar las
condiciones de vuestras familias y de vuestros. hogares para que,
dentro del recato de vuestras costumbres lo mismo que veis ahora
en España -donde juegan los niños en los paseos y bajo la
acogedora. sombra de los árboles, junto a las fuentes de agua
cristalina -, tengáis vosotras esas mezquitas blancas y esas
bellas casas pintadas de blanco en las que haya jardines y lugares
acogedores de distracción para vuestros juegos infantiles.
De esta manera
volveréis a disfrutar de la civilización que en otros tiempos
tuvieron vuestros antepasados. Para que así sea, haremos todo lo
que precise con una íntima satisfacción y poniendo en ellos
nuestros más cuidadosos afanes, orientados en nuestro deseo de
devolveros aquella cultura.
Estimo que
vosotras sois las que mejor podéis ofrecernos una colaboración
sincera en esta obra, colaboración que ha de consistir en que
pongáis el máximo entusiasmo en vuestros trabajos y el afán por
adquirir las perfecciones de que nosotros queremos rodearos. Y
siendo así nos felicitaremos de que, dentro del recato natural de
la muchacha mora, que todo lo guarda para el hogar, tengáis todo
cuanto los hombres y las mujeres puedan apetecer en el mundo
civilizado como regalo para su vida.
Recibid mi
bienvenida cordial y yo os ruego que al regresar a Marruecos seáis
portadoras del más cordial saludo que para el pueblo marroquí os
dedico, reflejando el auténtico sentir de España entera hacia
sus hermanos que saben mostrar de tan magnífica manera como lo
están haciendo en los frentes, su amor a nuestra Patria y su espíritu
íntimamente identificado por los altos ideales de nuestra guerra
salvadora.