Junio de 1937.
Al cumplirse el
357 aniversario de la segunda fundación de Buenos Aires, quiero,
en nombre de la eterna España fundadora, asociarme a la emoción
de cuantos en la fecunda y generosa tierra argentina rememoran hoy
las hispánicas hazañas y reciben el beneficio de sus creaciones,
de esas obras que han sido siempre, y serán, esforzado cortejo
del genio español. Ley de la Historia es que no puede realizarse
ninguna gran empresa de cultura sin que se adelante la proeza de
las armas. Pero a esta ley genérica, España ha sabido darle un
matiz de característica hermosura, pues nuestros Adelantados no
han dejado nunca de interponer distancia o tiempo entre 'el
triunfo .de la guerra y el orden del trabajo en la paz.
Cuando con su ejército
vencedor de la fatiga, llega Garay al río de la Plata, desnuda en
el aire la espada y planta luego un. árbol en la ganada tierra,
para que, a la sombra de las armas, florezca la primavera y la
justicia. Movido por idénticos afanes, al ver que aquí, en el
solar de origen, se destruía todo lo que fundaron con esfuerzo
nuestros mayores y con la material destrucción de las ciudades la
Ley civil quedaba hollada por los suelos, y todo era desorden y
anarquía, el Ejército español, sacando heroicos arrestos,
desnudó su espada, y ya antes de que concluya esta guerra, al
apurar las últimas etapas del triunfo, hemos plantado el árbol
de la justicia para el pueblo; para un pueblo que, pese a las
costosas necesidades bélicas, sin el oro robado y dilapidado por
el enemigo, tiene abundancia de pan y exactitud de justicia,
porque el Estado en armas vela por él.
Nuestra zona no es
tan sólo rica en héroes por la organización, la previsión y el
estímulo, resulta también copiosa en cosechas, no falta en ella
nada. A todos llega el honor y el pan de cada día.
El honor ganado
caballerosamente en los combates, y el pan cristianamente
distribuido. En cambio, los rojos, con la zona más rica, carecen
de glorias que contar y de pan que comer. Y es lógico que así
sea, pues si falta el espíritu y la creencia, se arruinan por
igual los valores morales y los materiales.
Como el caballo de
Atila, el bolchevismo seca la hierba, y las ciudades son sólo
ruinas, cobardemente calcinadas, y los campos son razzia y
abandono. Pero nosotros sabremos reedificarlo todo. Si invocamos
las grandezas de la España Imperial es porque nos mueven, con sus
ideales, sus empeños de salvación y de fundación.
Contentos de
salvar con nuestra sangre al mundo, cumpliendo la misión
providencial que le ha sido impuesta siempre a España, no hemos
esperado el término absoluto de la lucha para ir fundando ya el
orden nuevo que ha de permitirles a los españoles conseguir la
grandeza del futuro.
Heraldo de ese
orden es la Falange Española Tradicionalista y, de las J. O. N.
S., milicia e inspiración del nuevo Estado, nacida del afán de
recuperar la Patria y de la ardiente hermandad de las trincheras.
A Falange Española Tradicionalista y de las J. O. N. S. le
corresponde, en apretada disciplina con el Ejército, suscitar las
virtudes creadoras de la hispanidad y dar de ellas vivo ejemplo de
sacrificio. Con sus primeras iniciales se forma esta palabra
divina: FE. Es el nombre -Santa Fe- de la ciudad de donde partió
Garay para sus empresas que habían de llevarle a la fundación
que hoy festejáis, la de la capital Argentina, orgullo de la
raza. También de ahí, de la Santa Fe, partimos nosotros el 17 de
julio para esta gran empresa que ha de ser asimismo de las más
altas glorias. De una raza que asombra a la Historia dejó el
fundador de Buenos Aires, por toda herencia, un yugo y sus armas.
Esa es la herencia de nuestra Falange: un yugo para ayuntar,
arando la tierra española, y unas armas viriles para defenderla.