Año
1936.
Ponéis
en mis manos a España. Mi mano será firme, mi pulso no temblará
y yo procuraré alzar a España al puesto que le corresponde
conforme a su Historia y que ocupó en épocas pretéritas.
Una
revolución nacional ha cambiado la fisonomía de nuestro país, y
en la España Nacional se ha establecido un régimen nuevo, que se
basa en principios tradicionales y patrióticos, que son nervio de
nuestra Historia, así como en los puros principios del derecho, y
hay una garantía efectiva para la sociedad y para las relaciones
internacionales de todo orden, reinando con una autoridad efectiva
la tranquilidad y el bienestar. En la España roja nada queda de
la legalidad pretendida; los extranjeros mandan los ejércitos, la
anarquía reina en sus campos y ciudades, ninguna de las leyes
fundamentales de la nación está en vigor: no se respeta ni la
religión, ni la familia, ni la propiedad, y las organizaciones
anarquistas y marxistas asaltan, roban, matan muchas veces con la
complicidad del Gobierno.
Como
el caballo de Atila, el bolchevismo seca la hierba, y las ciudades
sólo son ruinas, cobardemente calcinadas, y los campos son razzia
y abandono. Pero nosotros sabremos reedificarlo todo. Si invocamos
las grandezas de la España imperial, es porque nos mueven con sus
ideales sus empeños de salvación y fundación.
Juventudes
Sois
la más fiel expresión de la hidalguía española. Vosotros que
no tenéis taras políticas, que estáis totalmente limpios de los
pecados que llevaron a España a la situación caótica que
sufrimos, seréis los verdaderos regeneradores de la Patria.
Vosotros devolveréis a España su grandeza. Por eso, con toda la
fuerza de mis pulmones grito con vosotros: ¡Arriba España!
No
queremos una España vieja y maleada. Queremos un Estado donde la
pura tradición y substancia de aquel pasado ideal español, se
encuadre en las formas nuevas, vigorosas y heroicas que las
juventudes de hoy y de mañana aportan en este amanecer imperial
de nuestro pueblo.
Se
recogerán los anhelos de la juventud española, y asistidos por
la organización de la Falange Española Tradicionalista y de las
J. O. N. S., corresponderemos a los sacrificios de todos, formando
la España unida, grande y libre que llevamos en nuestros
corazones.
Reconstrucción
Ley
de la Historia es que no puede realizarse ninguna empresa de
cultura sin que se adelante la proeza de las armas. Pero a esta
ley genérica, España ha sabido darle un matiz de característica
hermosura, pues nuestros adelantados no han dejado nunca
interponer distancia de tiempo entre el triunfo de la guerra y el
orden del trabajo en la paz.
Cuando
con su Ejército vencedor de la fatiga llega Garay al Río de la
Plata, desnuda en el aire la espada y planta luego un árbol en la
ganada tierra para que a la sombra de las armas florezcan la
primavera y la justicia. Movido por idénticos afanes, al ver que
aquí, en el solar de origen, se destruía todo lo que fundaron
con esfuerzo nuestros mayores y con la material destrucción de
las ciudades la ley civil quedaba hollada por los suelos y todo
era desorden y anarquía, el Ejército Español, sacando heroicos
arrestos, desnudó su espada, y ya antes de que concluya esta
guerra, al apurar las últimas etapas del triunfo, hemos plantado
el árbol de la justicia para el pueblo; para un pueblo que, pese
a las costosas necesidades bélicas, sin el oro robado y
dilapidado por el enemigo, tiene abundancia de pan y exactitud de
justicia, porque el Estado en armas vela por él.
Mientras
en el frente los soldados luchan y avanzan, en la retaguardia el
obrero trabaja, el orden impera, la justicia actúa, la cultura se
extiende y la producción, el comercio y la industria se
desenvuelven y prosperan. El comercio exterior prosigue, nuestra
moneda conserva su crédito, y el índice de la vida no ha sufrido
la menor alteración.
España
se organiza dentro de un amplio concepto totalitario mediante
aquellas instituciones nacionales que aseguren su totalidad, su
unidad y continuidad. La implantación de los más severos
principios de autoridad que implica este Movimiento no tiene
justificación en el carácter militar, sino en la necesidad de un
regular funcionamiento de las complejas energías de la Patria.
En la España Nacional vamos a poner en práctica esa política de
redención, de justicia, de engrandecimiento que años y años de
los más diversos programas vinieron prometiendo, sin cumplir jamás
sus promesas; las masas españolas que se rindieron a los fáciles
halagos del extremismo izquierdista, del socialismo y del
comunismo para acabar explotados y engañados, verán con
meridiana luz que es aquí, en la España Nacional, en nuestro régimen,
en nuestro sistema, dónde la aplicación de los principios y de
las normas auténticamente justos van a tener amplia realización.
Yo quiero que mi política tenga el profundo carácter popular que
ha tenido siempre en la Historia de la política de la Gran España.
Nuestra obra –la mía y la de mi Gobierno- estará orientada
hacia una constante preocupación por las clases populares, por
esas que se han llamado “clases bajas”, así como por la
tristeza de la clase media. La victoria tiene que abrir a todos
los españoles una posibilidad de bienestar mayor y de satisfacción
más verdadera. Estamos batiéndonos por el pueblo de España;
esto no es solamente una frase, sino un propósito que llevo desde
el primer día de lucha en el corazón.