Españoles:
En estas horas en que un año termina
y otro está a punto de comenzar, se produce el fenómeno
casi instintivo, de lanzar una mirada retrospectiva hacia
los meses transcurridos e interrogarse sobre el nuevo período
que se abre ante nosotros.
Todos quisiéramos que esa paz íntima,
esa convivencia que se produce en el seno de la mayoría
de nuestras familias, fuese el fiel reflejo de una
humanidad fraterna y pacífica en todas las esferas; pero,
desgraciadamente, esto no es así; como ciudadanos de un
Estado común a todos, somos solidarios en nuestras alegrías
y en nuestras desgracias, y a todos alcanza esa tupida red
de pequeños triunfos y de menudas desilusiones cotidianas
con que se forma el tejido de nuestra vida, el tapiz de
nuestra historia colectiva y de nuestra biografía
individual.
NECESARIA
COMUNICACIÓN ENTRE GOBERNANTES Y GOBERNADOS
Por ello, he querido, una vez más,
distraeros de vuestros regocijos familiares para examinar
el período transcurrido, y que escudriñemos juntos el
futuro. Si esta comunicación directa es siempre
conveniente, resulta en estos momentos verdaderamente
necesaria. Las circunstancias por las que el mundo
atraviesa son excepcionales y exigen la más estrecha
comunicación ente gobernantes y gobernados.
Es universalmente reconocido que el
mundo pasa por momentos difíciles; que las tensiones
entre los pueblos siguen; que los sistemas económicos en
los más importantes países vacilan; que los desórdenes
públicos se suceden, atizados con violencia inusitada en
los centros de civilización y de cultura, fomentados por
organizaciones internacionales frete a las cuales la
Humanidad entera ha de esforzarse por mantener la paz, la
estabilidad y el orden, con grandes esfuerzos y
sacrificios.
El mundo avanza hacia formas nuevas,
que ni siquiera los más atrevidos y agudos políticos
han podido predecir con exactitud. Innumerables
rivalidades se abre a los hombres actuales. De la prudente
elección que hagan de los caminos a recorrer, depende el
que se dirijan hacia un mundo mejor, más justo, más rico
en posibilidades y realizaciones, o que se encierren en un
callejón sin salida, prisioneros de los intereses políticos
partidistas, cayendo de nuevo en situaciones ya superadas,
cuando creían avanzar hacia otras más nuevas y mejores.
GRANDES
PROBLEMAS Y GRANDES ESPERANZAS
Cada día que pasa se prueba de
manera más clara la interdependencia de los hombres y los
grupos dentro del Estado, así como loa de los estados
entre sí. Todos somos solidarios y cada uno de nosotros
goza o padece en mayor o menor escala de los aciertos o
errores de los demás; hasta del costo de las guerras, que
unos las provocan y todos las pagan. El año que ahora
termina nos ha dado pruebas abundantes en este sentido,
tanto en el orden de los hechos como en el de las ideas.
Los problemas que tiene planteados la
Humanidad son grandes, pero también lo son las esperanzas
que nos animan, y son poderosos como nunca los
instrumentos que existen en nuestras manos para poder
convertir esas esperanzas en realidades.
UN
CLIMA DE MIEDO Y DESESPERACIÓN
Todas las ideas y todos los hechos
están sometidos a revisión, análisis crítico y, en su
caso, a nuevos planteamientos. No escapan a este
revisionismo universal ni los sistemas educacionales, ni
las ideas sociológicas, económicas o políticas, ni la
misma aplicación de los principios éticos y religiosos,
y no podemos extrañarnos que ante este horizonte
cambiante se produzca entre los hombres un clima de miedo
y de desesperación.
Una de las constantes de todas las épocas
de crisis de la historia ha sido la aparición de pequeñas
minorías de fanáticos o aprovechados, que pretenden como
única solución de los problemas pendientes hacer tabla
rasa de todo lo existente. Y aunque no constituyen un
verdadero peligro, contribuyen al desorden general, a la
confusión de ideas y a la intranquilidad del ánimo. Son
los profesionales del triunfalismo de la catástrofe, que
sistemáticamente airean las insuficiencias, las
carencias, los errores, pero que no subrayan jamás los éxitos,
los aciertos o las satisfacciones.
LA
EVOLUCIÓN TECNOLÓGICA Y EL PROGRESO MORAL
Es evidente que la evolución tecnológica
del mundo va más de prisa que el progreso moral de los
hombres y que la evolución de las formas políticas
llamadas a resolverlos. Las viejas estructuras
tradicionales de los Estados acusan insuficiencia e
inoperancia para resolver los conflictos que en su seno
vienen planteándose. El gran tema de la sociedad política
actual es encontrar un instrumento de gobierno que
conjugue armoniosamente autoridad y libertad, desarrollo y
estabilidad, sin que ninguno de estos elementos ahogue y
haga imposible la vida del otro, sino que, por el
contrario, se nutran y fortalezcan mutuamente. España ha
recorrido un largo camino en esa vía, acusándose la
solidez de sus instituciones sociales; llevando al
convencimiento íntimo de la inmensa mayoría de nuestros
compatriotas, que existe la posibilidad de continuar el
progreso sin necesidad de hacer uso de los recursos que
las propias leyes nos ofrecen.
Todos los problemas políticos, económicos,
sociales, educacionales, juveniles, morales y locales
pueden resolverse si guardamos la cabeza serena y sabemos
separar lo posible de lo imposible, lo realizable de lo
irrealizable. Mantengamos todos una actitud abierta,
comprensiva y generosa y podremos comprobar que muchos de
los titulados problemas no son más que impaciencias
innecesarias e inmovilismos inaceptables, obstinaciones y
cegueras de personas o de grupos más que conflictos
reales.
INCALCULABLE
POTENCIALIDAD DE UN PUEBLO CUANDO ESTÁ UNIDO
Es incalculable la potencialidad de
un pueblo cuando está unido, cuando trabajo en paz y
cuando persigue sus objetivos de elevación con tenacidad,
avanzando cuando es posible y sabiendo aprovechar las
ocasiones oportunas cuando esto es aconsejable. Ese es
nuestro camino, que no ofrece ninguna estrategia
complicada. Se trata sencillamente de saber avanzar y
conservar lo conquistado sin comprometernos en dudosas
aventuras. En la vida contemporánea los Estados tienen
como primer deber el ofrecer a sus ciudadanos esta
eficacia; paz para el trabajo, paz para el estudio, garantías
para conservar lo ganado y esperanza para mejorar el
futuro. La política no es un a entelequia de ideología
utópica, ni un campo de trabajo para desahogar las
pasiones. La política es una tarea realista y cotidiana
de construcción de la convivencia, el bienestar y el
progreso de la mayoría.
Nada de lo que sucede en el mundo nos
es ajeno o indiferente. La vida actual hace inevitable las
influencias entre uso y otros países y las dimensiones
internacionales de determinados problemas; pero podéis
estar seguros que desde la experiencia de tantos años
juntos, contemplamos todos estos problemas con conciencia
de su existencia, pero con fe en que podremos superarlos,
y superarlos ventajosamente mientras nuestra decisión política
como pueblo sea la misma que hasta ahora hemos tenido.
NO
ES LÍCITO EL INMOVILISMO
Esta afirmación de fe política y de
continuidad no implica que pueda haber en mis palabras
ninguna tentación inmovilista contraria a nuestra
doctrina política.
El inmovilismo es inviable en nuestra
época, aunque haya ocasiones en que se requiera
prudencia, sin que esta prudencia sea contradictoria con
las nuevas aceleraciones.
Con este criterio, durante el último
año, como en otros muchos anteriores, España ha caminado
segura. Quizá en algunos casos hubo necesidad de
prudencia, mientas que en otros pudimos avanzar más
confiados. Una austeridad impuesta por circunstancias económicas
internacionales, de todos conocidas, no ha sido
incompatible con el mantenimiento de un estimable ritmo de
desarrollo y de progreso. Y en lo económico, como en
otros campos políticos, hemos conseguido que los vaivenes
y problemas que han afectado al mundo hayan tenido entre
nosotros la mínima repercusión, y que nunca haya llegado
a alterarse realmente la seguridad económica, paz social
y nuestro sentido abierto de hospitalidad.
En un marco de seguridad y solvencia
que tantos nos envidian, nuestras instituciones
legislativas y cuerpos asesores han podido continuar
serenamente sus tareas de perfeccionamiento legal, de
elaboración doctrinal y de desarrollo de los principios
promulgados en nuestra Ley Orgánica del Estado. Las
Cortes Españolas han elaborado un importante número de
disposiciones legales, y el Consejo Nacional, con el texto
de un nuevo Estatuto Nacional del Movimiento, ha abierto
un camino importante para la participación política, en
el que llamo a todos a colaborar utilizando con entusiasmo
las oportunidades que ofrecen los cauces abiertos para la
manifestación del contraste de pareceres.
Los altos tribunales y cuerpos
consultivos han tenido ocasión propicia para trabajar con
intensidad e independencia. Nunca son más libres las
instituciones que cuando son capaces de mantenerse al
margen de pasiones violentas o disyuntivas
disociadoras. Y así, nuestro Tribunal Supremo,
nuestro Consejo de Estado, nuestro cuerpos profesionales y
nuestras comisiones de estudios y asesoramientos han
tenido, un año más, ocasión de acrecentar su prestigio
con manifestaciones notables de su experiencia, solidez y
categoría intelectual.
A través de su conducta, las
instituciones y los hombres que las sirven han de llegar a
lo propuesto a favor de los intereses
comunes de la comunidad española, tanto en el
presente como en el futuro. Cara a ese futuro, nuestra
preocupación permanente ha sido fortalecer y perfeccionar
las instituciones necesarias para consolidar la
convivencia justa y ordenada de todos los españoles.
EL
DESARROLLO ES UNA EMPRESA NACIONAL
En este propósito estamos seguros de
que los esfuerzos que estamos realizando nunca serán estériles.
Perfeccionaremos cuantas estructuras sean precisas para
avanzar en el camino de la integración social, para que
no se pierda la dimensión humana de nuestra economía y
para que su desarrollo vaya acompañado del necesario
progresar social, meta y objetivo al que han de
subordinarse los planteamientos económicos de cualquier
tipo.
Con este convencimiento previo hemos
de entrar en los umbrales de nuestro Segundo Plan de
Desarrollo Económico-Social.
El desarrollo no puede ser obra
exclusiva de unos gobernantes o de unos técnicos. Es una
empresa nacional en la que todos tenemos nuestro puesto y
de forma muy destacada los trabajadores y empresarios españoles,
que deben procurar armonizar sus intereses para, superando
los naturales altibajos de un proceso económico
expansivo, alcanzar las metas de mejora por todos deseadas.
Es necesario que el carácter de
nuestro esfuerzo de elevación nacional sea claramente
comprendido por las nuevas generaciones, las cuales
recogerán los mayores beneficios de los empeños
actuales. No abrigamos ningún recelo, ni podemos
permanecer indiferentes, ante inquietudes muchas veces
inspiradas en el noble afán de conseguir un mundo mejor;
pero conocemos muy bien la dureza de la lucha política,
la necesidad de preparación que exige nuestra época,
para satisfacer las exigencias de eficacia en la
administración de los asuntos públicos, la inevitable
coordinación de los equipos técnicos, la rigurosa
planificación de los proyectos, la utilización estricta
de los medios materiales disponibles en los objetivos más
precisos. Todo ello, sin necesidad de proponérnoslo, nos
lleva a una exaltación de la disciplina, de la
laboriosidad, del estudio y de la colaboración ordenada,
si queremos de verdad llegar a poseer un país más rico,
más justo, más culto y más poderoso.
LAS
ALTERACIONES EN LA UNIVERSIDAD
Por ello, aun a conciencia del carácter
minoritario de algún pequeño sector juvenil contagiado
de las ideologías negativas o enrolado en el comercio de
la subversión, no queremos dejar de señalar cuánto
lamentamos sus errores, que aunque afortunadamente no
alcancen las dimensiones trágicas que se dan en otros países,
son suficientes para entorpecer el derecho de una gran
mayoría de jóvenes y de sus familias a que la educación
y formación profesional pueda desarrollarse con adecuado
rendimiento. Sin embargo, esas alteraciones en la
Universidad han servido para despertar la conciencia y
responsabilidad en los medios docentes y la repulsa
general de la Nación ante el espectáculo que le ofrecen
quienes están llamados en el futuro a continuar el
proceso de nuestro desarrollo.
Ello, no obstante, en nada disminuye
la ilusión que todos ponemos, en mejorar día a día
nuestras instituciones educativas. La elevación del nivel
cultural de los españoles ha venido a constituir un
clamor popular, al que prestamos todos nuestros recursos.
Desde la ancha base de la formación primaria al plan de
instalaciones educativas, se lleva a cabo una política de
enseñanza sin escatimar medios docentes; en la
universalización de la enseñanza media y su extensión a
todos los españoles reside la base para multiplicar
nuestros recursos económicos, científicos y
convivenciales. La difusión de la cultura entre los españoles
es la hermosa aventura que llegará insistentemente a
todos los rincones de la patria. El reto de nuestro tiempo
es la formación y la enseñanza y en ellas estamos
emplazados con la esperanza firme de conseguir los más
evidentes resultados.
EL
PRINCIPIO DE AUTORIDAD
Nuestro Estado, como siempre, está
dispuesto a encauzar la convivencia de los españoles,
cualquiera que sea su edad o profesión, para que los
individuos, las familias y las regiones, los sectores económicos
y los sociales más diversos continúen encontrando
nuestra tradicional justicia, y seguridad. No
descansaremos para crear un espíritu de confianza en
nuestras instituciones, que están fundadas y concebidas
para la creación y sostenimiento de un orden justo.
Difundiremos estos valores asentándolos sobre el
principio de autoridad, que constituye uno de los niveles
más importantes de justificación del poder político en
un estado. Sin autoridad no es posible la convivencia
humana; sin mando y sin gobierno no se podría dar una
sociedad equilibrada. Principio de autoridad que tiene una
profunda base moral, lo que explica el que también
nuestra Iglesia se haya visto en la necesidad de invocarlo
en nuestros días.
LA
DISCIPLINA ES NECESARIA
No estamos en verdad pasando tiempos
fáciles. Y es el tiempo difícil el que exige mayor
disciplina y orden para la revolución de los problemas.
Si el mundo actual tiene planteadas graves cuestiones en
todos los órdenes; si cada vez es más evidente la
necesidad de luchar por la justicia, la libertad y la paz
entre los hombres, no será con algaradas ni con
alternativas de violencia social, ni con proclamas
nihilistas, ni con actitudes incendiarias, como la
humanidad verá llegar al mundo una era más justa, más
libre y más pacífica.
Esta necesidad de orden y disciplina
que es en principio universal, afecta aún más a las
instituciones y especialmente a aquellas que representan
un esfuerzo espiritual y moral capaz de ejemplarizar y
orientar la vida de las gentes. Esas instituciones por su
carácter tienen una responsabilidad especifica que las
compromete ante Dios y ante los hombres. Por ello deben
conservar una conciencia lúcida de los problemas para
enfrentarlos con la serenidad y la profundidad que la
humanidad espera de ellas.
La crisis del mundo se refleja, como
no podía menos de suceder, en las relaciones
internacionales. Hay actualmente numerosos puntos negros
sobre los que se concentran los nubarrones de la discordia
y del peligro de conflagración.
LA
PAZ ECONÓMICA NOS DEBE TRAER LA PAZ POLÍTICA
La voz de nuestro pontífice, Paulo
VI, se alza, una vez más, para la celebración de la
jornada de la paz, dirigiéndose a los hombres de buena
voluntad, a todos los responsables del curso de la
historia de hoy y del mañana, a los guías, por tanto, de
la política, de la opinión pública, de la orientación
social, de la cultura y de las escuelas, a toda la
juventud que surge con el ansia de una renovación
mundial, clamando e implorando la paz como un deber, un
deber insoslayable, un deber de los responsables de la
suerte de los pueblos, un deber para todos los ciudadanos
del mundo.
Pero para que todo esto pueda
realizarse es necesario que se lleve a cabo una
transformación profunda de las bases sobre las que
descansan las relaciones económicas de las naciones. El
mundo económico no tiene entrañas, es frío y
especulativo. La paz económica nos debe traer la paz política,
que evite el triste espectáculo
de que mientras en muchas regiones del mundo la
población se muere de hambre, se acumulen en otra los
excedentes de producción que podrían atenderles. Es
necesario que desaparezca la tragedia de tantos pueblos
subdesarrollados, a quienes los poderosos les hacen pasar
por las horcas caudinas de su imperialismo económica.
EL
SUPERÁVIT DE LAS GRANDES PAÍSES Y EL DÉFICIT DE LOS PAÍSES
POBRES
El superávit de los grandes y
potentes estados se nutre en general del déficit de las
naciones económicamente débiles. Mientras los grandes
estados luchan entre sí por el predominio en los mercados
se agota la capacidad de compra de los dependientes. Una
operación comercial es en sí un intercambio de productos
o servicios; el que vende y no compra a su vez, genera el
pago en divisas con merma de la capacidad adquisitiva de
los pequeños.
Lo mismo que existe capitalismos
nacionales en el interior de los estados, existe un
capitalismo internacional sin freno moral que lo contenga.
La revolución política no es posible sin que la preceda
la revolución económica entre las naciones. Los pueblos
no quieren limosnas, sino justicia.
La tensión en la Oriente Medio pone
en peligro una de las zonas geográficas de mayor
importancia mundial. Mantiene la inquietud de todos los
creyentes sobre el destino de los Santos Lugares. Allí,
en la cuna de la cristiandad, donde se proclamó la paz y
el amor entre los hombres, se ensangrientan sus tierras
con la discordia. Nuestro deseo es que se llegue pronto a
una solución justa y equitativa que haga volver a esta
región del mundo a las fructuosas labores de la paz que
tanto necesita.
La tensión en el Mediterráneo
constituye para nosotros un estado de cosas que, por
afectarnos directamente, no puede ser contemplado sin
inquietud. Queremos para este mar que baña nuestras
costas y las
de tantos países amigos, una mayor tranquilidad,
dispuestos a colaborar para la consecución de la misma.
La voz de España debe ser escuchada cuando de los
problemas del Mediterráneo se trata.
LO
REPÚBLICA DE GUINEA
Nuestro país ha alumbrado en 1968 un
nuevo Estado independiente. La República de Guinea
Ecuatorial se suma así a la gran familia de los pueblos
hispánicos. Este Estado, único de lengua española en el
continente africano, llega a la independencia en paz y
tranquilidad, conservando las más cordiales relaciones
con nosotros y aprestándose a mantener con España una
estrecha colaboración que le permita seguir el proceso de
progreso en todos los órdenes iniciado ya bajo nuestra
dependencia.
Mientras España cumple así sus
compromisos internacionales, continúa pendiente el amargo
e irritante problema de Gibraltar, que cada español
estima como personal y propio. El consenso internacional
ha sido claramente expresado, una vez más, por las
Naciones Unidades, que han emplazado a Gran Bretaña para
su solución.
Los que se obstinan en el
mantenimiento de situaciones anacrónicas, recuerden que
ni Gibraltar como núcleo de vida civil, ni Gibraltar como
plaza fuerte, son hoy viables, ni en la paz ni en la
guerra, sin la amistosa colaboración de España.
En este año que ahora termina, el
mundo ha presenciado el incalificable forzamiento de que
ha sido victima el pueblo checoslovaco. Ese tremendo
ejemplo, como lo fue un día el de Hungría, debe servir
para abrir definitivamente los ojos a los ilusos que
pretendían hacer creer a los demás la existencia de una
evolución interna del comunismo.
España ha seguido durante el año
manteniendo una extensa red de amistosas relaciones con
los más diversos países, como lo reflejan las pruebas de
amistad y compenetración, tanto por los pueblos hermanos
de Iberoamérica como los que forman el mundo árabe,
mientras nuestras relaciones con los Estados Unidos siguen
moviéndose siempre en un plano de amistad y cordialidad,
que no excluye la defensa cortes y firme de las que
creemos razones
legítimas y atendibles.
HOMENAJE
A OLIVEIRA SALAZAR
He querido dejar para el final de
este repaso de nuestra situación internacional una
referencia a Portugal. El año 1968 nos ha traído el
dolor de la grave enfermedad que ha aquejado al primer
ministro del país vecino, doctor Antonio Oliveira
Salazar, que hemos seguido intensamente. Confiamos en su
restablecimiento y aprovechamos la ocasión para rendir
homenaje a su insigne personalidad de hombre y de político
excepcional, que ha marcado con su impronta la vida de la
nación lusitana. Estoy seguro que el paso del tiempo
agigantará su figura y su obra, no solamente en Portugal
sino en el mundo, y que su pensamiento quedará
definitivamente incorporado en los años futuros al acervo
común de la cultura occidental. Nuestra amistad por el
pueblo portugués nos hace expresar nuestros mejores
deseos de éxito al nuevo presidente del consejo, doctor
Marcelo Caetano, que ha tomado sobre sus hombros la
continuación de la obra de Salazar.
Al terminar este rápido repaso a los
acontecimientos del último año y a la situación del
mundo y de España, quiero reiterar a mis compatriotas la
absoluta necesidad de que nos dirijamos hacia el año que
comienza con un espíritu de unidad, de concordia, de
estrecha solidaridad entre todos los españoles, poniendo
por encima de nuestras particulares preferencias el bien
común de nuestro destino colectivo.
Yo os deseo a todos en este nuevo año
las mejores bienandanzas individuales y colectivas. A
todas las familias de España, a los servidores del
Estado, a los trabajadores, a las amas de casa, a los jóvenes
y a los veteranos os envió mi salud cordial, que es un
saludo de comprensión, de confianza y de seguridad.
Mantened vuestra fe, acrecentad vuestro esfuerzo,
estrechad vuestra unidad y no tengáis la menor duda de
que el año 1969, en el que se cumplirán treinta años de
la paz española, nos conservará a todos lo que de bueno
alcancemos y nos permitirá el coronar más altas metas.
¡Arriba España!