El execrable asesinato de José Calvo Sotelo

Crimen de estado del Gobierno Republicano.

 


Sesión parlamentaria del 16 de junio de 1936.

 

El 16 de junio de 1936, José Calvo Sotelo participó en una de las sesiones parlamentarias más dramáticas de toda la historia de España, y en la que tuvo lugar un violento incidente con el presidente del Gobierno, Casares Quiroga, siendo objeto de insultos y amenazas por parte de diputados izquierdistas. 

“El Frente Popular y el Gobierno que emergió de su seno, con representación política mayoritaria, desde el momento en que la CNT no coincide en su actitud política y sindical con la política que el Frente Popular dirige, es sólo una personificación minoritaria de la opinión española”. “El Gobierno, nacido ayer, no tiene por eso pasado; sin embargo, tampoco tiene futuro”.

“El Parlamento está roído por el gusano de la mixtificación. España no es esto. Ni esto es España. Aquí hay diputados republicanos elegidos con votos marxistas; diputados marxistas partidarios de la dictadura del proletariado, y apóstoles del comunismo libertario; y ahí y allí hay diputados con votos de gentes pertenecientes a la pequeña burguesía y a las profesiones liberales, que a estas horas están arrepentidas de haberse equivocado el16 de febrero al dar sus votos al camino de perdición por donde nos lleva a todos el Frente Popular”.

“El marxismo constituye hoy en España -en muchos puntos del extranjero también- la predisposición de las masas proletarias para conquistar el Poder, sea como fuere”.

“La ley de la turbamulta es la ley de la minoría disfrazada con el ademán soez y vociferante, y eso es lo que está imperando ahora en España; toda la vida española en estas últimas semanas es un pugilato constante entre la horda y el individuo, entre la cantidad y la calidad, entre la apetencia material y los resortes espirituales, entre la avalancha brutal del núcleo y el impulso selecto de la personificación jerárquica, sea cual fuere la virtud, la herencia, la propiedad, el trabajo, el mando, lo que fuere; la horda contra el individuo. Y la horda triunfa porque el Gobierno no puede rebelarse contra ella o no quiere rebelarse contra ella, y la horda no hace nunca la historia, señor Casares Quiroga; la historia es obra del individuo. La horda destruye o interrumpe la Historia y Sus Señorías ni pueden imprimir en España un sello autoritario. Y el más lamentable de los choques (sin aludir ahora al habido entre la turba y el principio espiritual religioso) se ha producido entre la turba y el principio de autoridad, cuya más augusta encarnación es el Ejército”.

“Cuando se habla por ahí del peligro de militares monarquizantes, yo sonrío un poco, porque no creo - y no me negaréis una cierta autoridad moral para formular este aspecto-  que exista actualmente en el ejército español, cualesquiera que sean las ideas políticas individuales, que la Constitución respeta, un solo militar dispuesto a rebelarse a favor de la Monarquía y en contra de la República. Si lo hubiera sería un loco, lo digo con toda claridad, aunque considero que también sería loco el militar que al frente de su destino no estuviera dispuesto a sublevarse en favor de España y en contra de la anarquía, si ésta se produjera. 

[Casares Quiroga: ‘No haga Su Señoría invitaciones que fuera de aquí pueden ser mal traducidas’.] 

La traducción es libre, señor presidente; la intención es sana y patriótica, y de eso es de lo único que yo respondo... Quiero decir al señor presidente del Consejo de Ministros que puesto que existe la censura, que puesto que Su Señoría defiende y utiliza los plenos poderes que supone el estado de alarma, es menester que Su Señoría transmita a la censura instrucciones inspiradas en el respeto debido a los prestigios militares. Hay casos bochornosos de desigualdad que probablemente desconoce Su Señoría. Porque, ¿es lícito insultar a la Guardia Civil - y aquí tengo un artículo de ‘Euzkadi Rojo’ en que dice que la Guardia Civil asesina a las masas y que es homicida-  y, sin embargo, no consentir la censura que se divulgue algún episodio, como el ocurrido en Palenciana, pueblo de la provincia de Córdoba, donde un guardia civil, separado de la pareja que acompañaba, es encerrado en la Casa del Pueblo y decapitado con una navaja cabritera?  

[Grandes protestas. Varios diputados gritan: ‘Es falso’. ‘Es falso’.] 

¿Qué no es cierto que el guardia civil fue internado en la Casa del Pueblo y decapitado? El que niegue eso es... 

[Calvo Sotelo pronuncia unas palabras que no constan en el ‘Diario de Sesiones’ por orden del presidente del Congreso y que dan lugar a grandes protestas e increpaciones. El presidente de las Cortes: ‘Señor Calvo Sotelo, retire Su Señoría inmediatamente esas palabras’.] 

Estaba diciendo, señor presidente, que a un guardia civil, en un pueblo de la provincia de Córdoba, en Palenciana, me parece, no lo recuerdo bien, se le había secuestrado en la Casa del Pueblo. 

[Varios diputados gritan: ‘Es falso’. ‘Es falso’.] 

Y con una navaja cabritera se le ha decapitado, cosa que por cierto acabo de leer en ‘Le Temps’, de París, y que ha circulado por toda España. 

[El presidente de las Cortes: ‘Su Señoría ha pronunciado más tarde unas palabras que yo le ruego retire’.] 

Y al afirmar esto se me ha dicho: eso es una canallada; entonces yo...  

Calvo Sotelo, más adelante señalaba: 

“...Para que el Consejo de Ministros elabore esos propósitos de mantenimiento del orden han sido precisos doscientos cincuenta o trescientos cadáveres, mil o dos mil heridos y centenares de huelgas. Por todas partes desórdenes, pillaje, saqueos, destrucción. Pues bien; a mí me toca decir que España no os cree. Esos propósitos podrán ser sinceros, pero os falta fuerza moral para convertirlos en hechos...”  

[En la Cámara, desde los bancos izquierdistas, se escucha: “¡Nos está provocando!]

Prosigue Calvo Sotelo: 

“...El señor Largo  Caballero ha dicho en Oviedo que ellos van a la revolución social y que el Frente Popular sólo es admisible en cuanto sirva a la revolución de octubre. Si es cierto, sobran notas, discursos, planes y propósitos: En España no puede haber más que una cosa: anarquía”.

Por Eduardo Palomar Baró.


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