En el escenario ideal de la iglesia nacionalista vasca no cabe una
misa rociera, «que no es una misa, es un concierto o algo así». Una
asociación de rocieros vascos, de los que peregrinan a la aldea de
Almonte todos los años, quiso celebrar en El Buen Pastor una misa en
la que los cánticos estuvieran a cargo de uno de los muchos coros que
interpretan la espiritualidad a través de la expresión musical
andaluza y que acompañan la liturgia con cantos por sevillanas o por
plegarias rocieras. Nada diferente a lo que se realiza en muchos otros
lugares de España, incluido el territorio de Uriarte y Setién, donde
cánticos locales de todo tipo la ilustran y la hacen particularmente
atractiva. El párroco de El Buen Pastor, en bautismo Bartolomé, pero
conocido como «Don Bartolonó» por su contumaz negativa a todo lo
que no venga tocado de la correspondiente chapela, negó en un
principio esa misa aduciendo que «eso aquí no se lleva» y que «en
el fondo no es más que un festejo». Ante el estupor de los
suplicantes, Bartolonó Auzmendi se desentendió de todos y les amenazó
con elevar una petición al obispo para que no pudieran celebrar «eso»
en ninguna parroquia de la Diócesis, no queriendo, ni siquiera,
atender al argumento de que el propio Papa estuvo escuchando en la
ermita de El Rocío una misa en pontifical de esas características;
que mucho le gustó, por cierto.
Al final, los pobres vascos rocieros consiguieron que los padres
carmelitas les permitieran una eucaristía rociera en su templo, al
que viajaron los integrantes de un estupendo coro y algún que otro
intérprete a título personal. Pero la alegría no pudo ser completa
para unos ni para otros, porque el obispo Uriarte, el inquisidor
Uriarte, ha reñido seriamente a los del Carmelo y ha advertido,
furioso, por carta a la asociación de vascos rocieros que «para años
sucesivos en ninguna parroquia de esta Diócesis podrá celebrarse la
misa rociera que indebidamente ustedes han propiciado este año». A
Uriarte, vaya por Dios, no le gusta que unos vascos de origen andaluz,
otros vascos de origen vasco y unos andaluces llegados a aquel
territorio celebren una misa con aires del sur, al que debe odiar, y
ya les advierte que les prohíbe celebrar una eucaristía en la que
los cánticos sean de carácter rociero, andaluz en fin. De haber sido
un funeral homenaje a un asesino de ETA no habría habido problema,
pero ¡una misa con aires españolistas!, ¡ni hablar! Ciertamente no
me imagino yo a Carlos Amigo, el cardenal de Sevilla, negándole el
derecho a unos vascos residentes en su Diócesis a celebrar una misa
con cánticos en vascuence y con aires norteños, tan hermosos por
otra parte. ¿Por qué, en cambio, Uriarte sí que puede disponer quién
merece cantar en una misa y quién no, quién merece vivir en el seno
de la expresión cristiana de un territorio y quién no? ¿Cuánto
odio hay metido en los pliegues de la sotana de los Uriartes y
Auzmendis en contra de la expresión popular de unos hombres y mujeres
que sólo han hecho que trabajar y colaborar en levantar una tierra
especialmente afortunada?
Al final, un puñado de esos rocieros vascos ha venido a tierras del
sur a convertirse en romeros y a rezarle a su querida Virgen del Rocío.
Algunos, me consta porque lo he visto yo, lo han hecho con lágrimas
en los ojos por lo que consideran una injusticia, por la maldita
suerte de vivir en un territorio sin libertad y por tener como obispo
a un perfecto lobo, en lugar de un pastor. Afortunadamente, en fin,
siempre habrá un sacerdote dispuesto a viajar desde otras tierras
para celebrar esa misa, y ni Uriarte ni todos sus amigos (de dentro y
de fuera de la cárcel) lo podrán evitar.
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ABC. 2 de Junio de 2.004.-