EL ODIO A FRANCO (2)

En mi charla procuré que  Xavi  abriera bien los ojos para detectar unas realidades que le permitirían entender el “porqué” del odio a Franco.

Las enumero aquí para que los jóvenes de AJE formen su criterio en relación no sólo con el odio al Generalísimo sino a la forma de leer lo que se escribe, se radia, se televisa, se filma o pone  ante ellos cualquiera de las “epútcayma” (cualquiera de los “media”) a los que tengan acceso. Son las siguientes:

1)                            Ese odio verdaderamente  anormal, en realidad no va contra Franco.  Franco ha sido un simple mortal, como tú y como yo. Ni más ni menos. Fue puesto por Dios en la tierra—como nos ha puesto a ti y como a mí-- “para llenar una misión”. Tanto él --como tú y como yo—si  somos fieles a ese “encargo” que asigna a todos y a cada uno, al concederle la existencia, nos encontraremos con el final inevitable de que tras unos pocos años sobre la Tierra –puesto que un siglo no es nada, al lado de la  eternidad—recibiremos, según hayamos cumplido,  nuestra recompensa en el Cielo o nos iremos  directitos a la gehena, donde   dice Jesús en el Evangelio,  que “el fuego no se apaga...y  donde habrá llanto y crujir de dientes...” (Y esto no es invento mío, nos lo dijo y  muy claro Jesucristo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Dios hecho hombre)

2)                            Franco ya está, gozando de la merecida recompensa por haber servido a Dios y a España todo lo mejor que supo y pudo.  No le afecta, pues,  ni le hace mella el odio de los de aquí abajo...

3)                            Ya veremos cómo nos pinta a ti y a mí –y por supuesto a esos enemigos mortales de Franco--  cuando nos presentemos al Tribunal de Dios    Esto es lo que realmente nos debe importar y ésta ha de ser nuestra primera preocupación mientras vivamos. Si cada día lo tenemos presente, nos irá bien.

4)                            Dejamos bien sentado de que Franco fue un simple mortal,  que hace 27 años dio cuenta a Dios de su vida  y que,  desgraciadamente, no puede volver[1]. (Resucitará, ¡eso sí! -- es  dogma de fe--  en el día del Juicio Final: ¡el día de la Gran Victoria!  Y tú, y yo,  y ellos también resucitarán. Y ese día todo quedará  perfectamente claro).

5)                            Teniendo en cuenta todo lo anterior, nos encontramos ante la gran pregunta (o mejor dicho las grandes preguntas): ¿Por qué,  si hace 27 años que yace en Valle de los Caídos y ya nada se puede contra él, ni él va a volver a presentarse en la elecciones democráticas para hacerse con el Poder,  sigue palpable semejante odio satánico contra Franco? Si sabemos por experiencia que los humanos tenemos  una “pésima memoria” y vemos como los hijos en un elevadísimo tanto por ciento traicionan los ideales por los que  se jugaron la vida sus padres (y los ejemplos se cuentan por miles en la España victoriosa de la Cruzada...) ¿por  qué persiste en forma enfermiza el odio a Franco?[2]

Los españoles olvidan, “no son rencorosos”. Por eso y porque la vida nos enseña que el tiempo impone el olvido y apaga los odios surge  espontánea esta pregunta clave:

¿Quién tiene una memoria tan  excelente y pertinaz  que “no olvida,  ni perdona”?

--  ¡He ahí el meollo de la cuestión!

Un tema medular sobre el que hay que hacer  (y responder) tres preguntas

a)      ¿Qué es lo que no olvida (el “ser” dotado de  semejante memoria)?

b)      ¿Por qué no lo puede olvidar?

c)      ¿Quién es ese ente” dotado de tan prodigiosa y pertinaz memoria?

Intentaré responderlas en otra misiva.

Gabriel Veuillot

 


[1]  Aunque, eso sí, Vizcaíno Casas tuvo la ocurrencia y el humor  “de resucitarlo” para terror de los perjuros, traidores, y  vencidos en la guerra, esos mismos que se vieron de la noche a la mañana coronados como vencedores por la estupidez de unos miserables albaceas

[2] Resultaría interminable la lista de esas traiciones: hijos de militare (vencedores con Franco”) metidos a marxistas frenéticos; obispos  (cuyos  padres fueron asesinados por ser católicos)  convertidos en “antifranquistas viscerales” y  líderes de la traición de la Iglesia al Caudillo (el estadista que le devolvió, la paz, las iglesias, los seminarios, una legislación envidiable, etc.);  el sobrino del protomártir de la Cruzada, Calvo Sotelo, abrazándose a los hijos de los asesinos de su tío;  Jesús Polanco,  el  no se quitaba la camisa azul  del Frente de Juventudes ni para dormir –según testimonio de un amigo mío,  compañero suyo  de clase, y compinche  de su hermano, dóciles ovejitas ambos arrastradas por él a los “campamentos falangistas”...--  dueño de las epútcayma que más odian y  pisotean la memoria del Generalísimo; su otro yo –Cebrián—hijo de un  padre “más azul” que el mar Caribe; el padre de los Solana, --la vida y milagros de cuyos hijos es bien conocida-- inquisidor de la ortodoxia franquista en Paris etc., y, así miles y miles,  de casos. El chiste que ha corrido por el foro-emilio, y que termina:

                 “¿Y en mi Galicia natal –preguntaba el Caudillo resucitado-- quien manda?

                 -- Fraga.

                --¿El nieto?

                --¡No, el de siempre!

ilustra perfectamente esta realidad


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