Miles y miles de españoles protestaron por no poder homenajear a Franco y a José Antonio


 

OTRA VEZ EN LA CALLE

 

  • Impresionante multitud entre la Plaza de Colón y el monumento ecuestre a Franco en la Plaza de San Juan de la Cruz

 

Bajo el lema “Todos por España” miles de españoles de todas las edades y condiciones venidos desde todos los rincones de la nación, se dieron cita el pasado domingo 27 de noviembre en la Plaza de Colón, desde donde, a las doce de la mañana, se iniciaría una manifestación cuyo final tendría lugar en la Plaza de San Juan de la Cruz, frente a la estatua ecuestre del Caudillo.

Mucho antes de la hora prevista, banderas españolas por doquier iluminaban el cielo encapotado de la capital de España, mientras se coreaban los nombres de Franco y José Antonio a quienes se les rendía homenaje, aunque tardío, debido a la prohibición por parte de las autoridades gubernativas para realizar una concentración en la Plaza de Oriente el pasado 20 de noviembre.

José Antonio Girón, Pilar Primo de Rivera, José Utrera Molina, Antonio González Sáez, Diego Márquez Horrillo, Fernández Cuesta, Peralta España, Guinea Gauna, entre otros, encabezaban la manifestación que se inició con un toque de oración por los caídos. También estaba Carmen Franco, Marquesa de Villaverde, aunque no en la cabeza de la manifestación.

PRESENCIA DE BLAS PIÑAR

Blas Piñar fue recibido con entusiasmo a su llegada a la Plaza de Colón, especialmente por parte de los jóvenes. Después seguiría el curso de la marcha entre el público asistente.

El presidente del CESPE (Centro de Estudios Sociales, Políticos y Económicos), Blas Piñar, se incorporó a las doce en la Plaza de Colón, para seguir el recorrido fijado entre gritos y ovaciones de apoyo y los aplausos del público asistente, aunque detrás de la cabecera.

Durante las casi dos horas de recorrido no se produjo ningún tipo de incidentes por el buen hacer de los propios manifestantes, quienes pusieron de manifiesto su buen talante y rigurosa compostura. El “Cara al Sol” y numerosos himnos fueron constantemente cantados, junto a gritos como “España entera y sólo una bandera”, “España una, y no cincuenta y una”, “Se siente, se siente, Franco está presente”. 

Cuando helicópteros de las fuerzas de seguridad sobrevolaban la zona de la manifestación, las banderas se izaban más alto y ondeaban con más garra, si cabe.

Otra vista parcial de la manifestación a su paso por el puente de la calle Eduardo Dato. La vista, como se ve, resulta impresionante.

Al llegar el grueso de la manifestación a la Plaza de San Juan de la Cruz, y antes de pronunciarse las palabras finales, dos jóvenes treparon por la estatua de Franco y colocaron una gran bandera de España, ante la satisfacción de los presentes.

Poco después, el secretario general de la Confederación Nacional de Excombatientes, Antonio González Sáez, dirigió unas palabras desde el coche que había portado la megafonía, expresando públicamente la protesta “por no dejarnos conmemorar a Franco y José Antonio en la Plaza de Oriente”

La cabeza de la manifestación, entre la que se encontraban los organizadores, presidentes y líderes destacados de asociaciones y hermandades.
Tras agradecer a los presentes su asistencia, cedió la palabra a Javier Maestro, joven universitario de Valencia, ex miembro de Fuerza Nueva y de la actual “Unión Hispana”, quien rescató una bandera nacional del monumento a Franco en la Plaza del Caudillo de Valencia momentos antes de que los encapuchados la derribaran.

Javier Maestro comenzó diciendo que la libertad que proclama la Constitución no admite discriminaciones y, entre ellas, figura la libertad de asociación.

La estatua ecuestre del Caudillo, que se halla ante el Ministerio de Transportes, Turismo y Telecomunicaciones, fue rodeada del calor popular, entre banderas rojigualdas que ondeaban sin cesar.

“A otros no se les han puesto obstáculos y además ha habido ofensas”, dijo. Más adelante indicó: “No existe estado de derecho, el despotismo de la democracia es manifiesto. Es un suicidio intentar hacer desaparecer cincuenta años de nuestra historia como los anteriores”.

“Nosotros reivindicamos el derecho a tributar nuestra emoción y homenaje a Franco y José Antonio, y esto lo ha prohibido el Gobierno socialista”, manifestó en otro momento Javier Maestro ante los aplausos del público. También manifestó que la misión más importante es poner en guardia a los españoles ante la crisis existente.

Tras indicar que la juventud española no vive de recuerdos  ni de añoranzas, sino que piensa en el renacimiento porque renacer es volver a nacer, terminó diciendo: “Nuestro objetivo no es el hoy, sino el mañana de muchos jóvenes que quieren a España una, grande y libre”.

Una vez leído el comunicado se  cantaron el “Cara al sol” y el himno nacional, con los gritos de “Viva España” y “Arriba España”. Y el público se fue dispersando con el mismo orden y corrección con que se había congregado.


ENTRE EL CLAMOR Y EL RESPETO

Cuando recogíamos a Blas Piñar para iniciar otra singladura en defensa de España –otra vez (por su parte)- espontánea y voluntaria, la mañana estaba gris  aun dentro del alborozo viviente.

Y, como por ensalmo, también otra vez, nada más llegar a la Plaza de Colón (12 horas, 3 minutos del mediodía del 27-N-83) las nubes se volvieron un poco más azules al conjuro de las voces estentóreas que estallaron de repente: “¡Viva Blas Piñar!”, “¡Ha venido Blas Piñar!”, “¡Vuelve Blas Piñar!”, “¡Paso a Blas Piñar!”.

En aquel mar de apretujones, en aquel codo a codo donde se multiplicaban abrazos y entrechocar de manos, el carisma indiscutible del presidente del CESPE contrastaba con la sencillez de un hombre que, siempre fiel a España, a pesar de todo, no podía faltar a la cita donde iba a ser, ¿por qué no decirlo?, protagonista por decisión personal de los asistentes al acto.

A todo esto, el principio de la manifestación estaba lejos, muy lejos, al borde de María de Molina. Avanzar parecía imposible y sólo el esfuerzo general realizó el “milagro” de adentrar a Blas Piñar más y más. A las 13 horas, 55 minutos, estábamos a seis metros de la estatua ecuestre del Caudillo, y –junto allí- la eclosión enfervorizada de admiración hacia un líder comprensivo y cariñoso: “¡Blas Piñar!,  ¡Blas Piñar!, ¡Blas Piñar!, ¡Vuelve, por favor, Blas Piñar! ¡Se nota, se siente, Piñar está presente!”.

Más tarde, poco más tarde, a las 14 horas, 25 minutos, cuando desde el paso elevado de Eduardo Dato contemplaba Blas Piñar el devenir del pueblo, la riada humana reventó en aclamaciones elevando su vista hasta su presencia para rendirle testimonio, entre el clamor y el respeto, de admiración indiscutible.

 

® Revista Fuerza Nueva. Nº. 854, del 26 de Noviembre al 10 de Diciembre de 1983.-

 


PÁGINA PRINCIPAL