“La novia del Occidente”

 

PARTE PRIMERA

 

DE CÓMO UNA DONCELLA SE HACE CUESTIÓN DE ESTADO

La anodina infanta que curte su personalidad en las estrécheles de Madrigal y Arévalo, además de bonita, se va volviendo interesante para los siempre ávidos de primeros puestos y prebendas. junto con Alfonso, su hermano, son trasladados, se podría decir que arrebatadamente, a la Corte, sita por entonces en el Alcázar de Segovia. Nos lo narra la propia Isabel en una Circular dirigida al Reino el 31 de marzo de 1471: “Yo no quedé en poder de dicho señor rey mi hermano, salvo sí de mi señora la reyna, de cuyos brazos inhumana y forzosamente fuimos arrebatados el señor rey don Alfonso e yo, que a la sazón éramos niños, y así fuimos llevados a poder de la reyna doña Juan, que esto procuró porque ya estaba preñada, y como aquélla sabía la verdad,  proveía para lo advenidero; si ésta fue para nosotros peligrosa custodia, a vosotros es notorio”.

Dña. Isabel La Católica



¿Porqué este cambio.?:

La degradación a todos los niveles y escalas, consumen la ya exprimida España de Enrique IV. Luchas internas y externas, nobleza dividida y en eterna lucha, banderías sin freno hacen suspirar en los corrillos de las calles a los que aún con algo de seso, suspiran por un poco de paz y buen juicio. Siempre el pueblo llano sufre con violencia la tiranía de la ley del más fuerte. En la angustia de este desorden total, surgen voces agoreras de un futuro prometedor, y los ojos empiezan a fijarse en ese par de hermanos, Alfonso e Isabel, que silenciosos e indefensos, sufren en el palacio de Segovia las escenas de todo tipo de una corte licenciosa, intrigante y sin horizonte.

Momento difícil para los dos hermanos, educados en el candor, la rectitud y la reciedumbre. Asombra la postura de esta adolescente de 14-16 años. Quizá sea ésta la etapa donde mejor se transparenta el alma de Isabel, su ya temprana vida espiritual, su rectitud de criterio, su firmeza de carácter, su pudor y su libertad como mujer, en un momento histórico, en que no existía tal libertad.



                                                   
PARTE SEGUNDA


DÍCESE DE LOS DIEZ PRETENDIENTES DE ESTA INSEGURA SUCESORA DEL TRONO. ¿A QUÉ, PUES, TANTO INTERÉS?

 

 

“EL PRIMER AMOR Y EL ÚNICO”

¿Casualidad... Providencia...? Tiene Isabel siete años, y Fernando seis, los que andando el tiempo tantos montarían, montan aún caballos de palo y cartón. Mientras ellos ajenos a todo, Enrique IV y Juan II de Aragón tratan ya de un futuro casamiento, así se hacían las cosas. y a la larga así se hicieron.

“EL SEGUNDO PRETENDIENTE, PEINA CANAS”

Se llama Carlos de Viana, primogénito de Juan II. La iniciativa parte de Enrique IV. Se frustró, a Dios gracias, por la muerte del Príncipe en 1461. Tenía Isabel 10 años y él 40. Si la infantita se enteró del lance, a buen seguro que tuvo que entonar un Te Deum en memoria del difunto.

Don Fernando el Católico

“EL TERCERO ES EL QUE VALE”

A la muerte de su hermano Carlos de Viana, toca el turno de nuevo a Fernando de Aragón. ...Cuando el río suena...

“EL CUARTO VIUDO Y CON HIJOS”

Lástima que en aquel entonces no existieran movimientos feministas, ni oficinas de defensa de la mujer. Porque el caso de Enrique IV es de sanción. Pobres princesitas de nuestros siglos pasados, condenadas a vivir junto a un "viejo" por intereses ajenos y despiadados. Alfonso V de Portugal, que volverá a salir a este escenario, firma pactos con el susodicho Enrique para quedarse con "la muy hermosa y muy discreta princesa" a la sazón entre los 13/14 años.

 

“EL QUINTO ES DE ARMAS TOMAR”

Tres veces padre, con tres bastardos en su haber y tres veces más viejo que su pretendida. El currículum vitae de Don Pedro Girón, Maestre de Calatrava, era como para echarse a temblar, y el muy atrevido y arrogante se dirige a Ocaña, donde estaba Isabel, con tres mil lanzas y con el propósito de inclinar la voluntad de la Infanta “a que quisiese casar con él, e quando de grado non le pluguiese, tomarla por fuerza".

"La señora Infanta, como de esto fue turbada e triste, estuvo un día y una noche las rodillas por el suelo muy devotamente rogando a nuestro Señor que le pluguiese matar a él o a ella, porque este matrimonio no oviese efecto".

A su lado oraba también su confidente Beatriz de Bobadilla quien, al escuchar las últimas palabras de la Infanta, le aseguró con entereza:

"No permitirá Dios, Señora, tan grande fealdad; en mi vida lo sufriré. Con este puñal luego que llegare, os juro y aseguro de quitarle la vida cuando esté más descuidado".
¡ Bravo por Beatriz!

"...llegando a un lugar que se llama Villa Rubia, cerca de Villa Real, de súpito de la mano de Dios fue herido de esquinencia, de tal manera que dentro de tres días fue muerto... quedando los suyos sanos, e no menos los vecinos de aquel lugar”
¡Bendita "esquinencia" y que le guarde en glorias!

Dña. Beatriz de Bobadilla

“EL SEXTO Y SÉPTIMO, DE NUEVO FERNANDO”

Isabel reclama una y otra vez su libertad frente a su hermano y pretendido tutor, cosa rara en aquella época: “la justa y debida libertad y tenor de mi franco albedrío que en negocio matrimonial, después de la gracia de Dios, principalmente se requiere”. Y Fernando vuelve a surgir en el horizonte. A Isabel, le empieza a sonar a música celestial ese nombre.

 

“EL OCTAVO VIENE DE INGLATERRA”

Futuro Ricardo III, pero éste no da problemas, simplemente se le presenta como una opción, o ¿quizá más bien se van convenciendo en la corte de la sensata tozudez de Isabel, luchando por su libertad?

“EL NOVENO UNA TRETA DESAGRADABLE”

Se trata de nuevo del anciano Alfonso V de Portugal, pero esta vez hay una jugarreta sucia por medio, con el fin de desterrar a Isabel para siempre del escenario de España. La posibilidad de descendencia entre la futura pareja de edades descompensadas, era más que improbable. Por el contrario, Juana, la llamada "Beltraneja", se casaría con el Príncipe heredero de Portugal, Juan. La táctica era impresionante. La presión realizada sobre Isabel, tuvo que ser dolorosísima. Tiene 17 años y se mantiene indómita frente, a tal injusticia:

"que non entendiese casalla con el Rey de Portugal, ni se lo mandase, porque ella en ninguna manera entendía de lo hacer ni consentir en ello".

Presionan a Isabel, amenazándola con la prisión si no cede; Pedro Fernández de Velasco "Usó de palabras tan ásperas y rigurosas, que la Princesa con muchas lágrimas reclamaba a nuestro Señor para que la socorriese, de manera que pudiese excusar tan grande infamia y denuesto de aquellos Reynos".

“AL DÉCIMO LE DIERON CALABAZAS”

Carlos, duque de Berri y después de Guyena, hermano de Luis XI de Francia; llegó tarde, cuando ya estaba todo concluido con el de Aragón.

 

              


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