¿Cómo era en realidad Isabel La Católica?

 

Por Vidal González Sánchez

 

Adolescencia: “precozmente madura”

No es nuestra la frase, el Dr. D. Luis Suárez Fernández nos la presenta así en su último libro (Isabel “Reina”. Edit. Ariel)

Para conocer a Isabel, son primordiales estos años, donde la personalidad va tomando forma,. ¿Qué circunstancias rodearon esa personalidad en ciernes? El siguiente esquema, que luego trataremos de desarrollar, puede hacernos intuir los factores, positivos unos, negativos otros, que construyeron su identidad.

Una tierra: Castilla

Castilla “austera y esencial” fue su cuna, y esto imprime carácter. Isabel llevaba el sello de la tierra, en su ser reflexivo, serio y sereno. A Castilla la llevará siempre en el alma, y años más tarde la encumbrará a las cimas más altas de la cultura, la riqueza y el arte.

Una madre enferma

Isabel de Portugal. De ella nos dice Alonso Flórez: "la más honesta y virtuosa muger que en estos tiempos fue oyda nin vista, porque non sólo en el tiempo del rey don Juan su marido fue en el ábito y autos reales de muy honesta y virtuosa vida" "La princesa Isabel, desde su niñez fue así de tan excelente madre en la muy honesta e virginal limpieza criada". Pero aquella joven Reina, relegada a la muerte de su esposo por su hijastro Enrique IV, fue caminando hacia un estado patológico lindante en la enajenación mental.

En estas circunstancias adversas o menos propicias quizás de la Reina Madre para la educación directa de su hija, cabria preguntarse si un tal ambiente pudo influir negativamente en el ánimo de la Infanta Isabel o más bien forjó aquella mujer acostumbrada al sufrimiento. Isabel tiene ese doble juego que le ayuda a salir de sí misma, consolar a su Madre y aliviar la carga a su hermano pequeño. No podemos olvidar la influencia benéfica en estos años, de su abuela materna, Isabel de Barcelos, mujer de una profunda Fe y entereza.

Un status social, en una escasa economía

Pocas explicaciones requiere este apartado; de la corte no llegaban las ayudas prometidas; y en aquel palacio había que mantener la posición aunque los trajes estuvieran remendados. No creció entre algodones esta futura Reina, y así pudo entender mejor al pueblo llano y sencillo, que encontró en ella su protectora.

Un rey: Enrique IV

Su reinado acomodaticio no inspiraba ni mucho menos el deseo de tomarlo como modélico. Esta muchacha a la que llegan las criticas hacia un soberano marioneta de sus validos, se cuidará mucho de no actuar si no es bajo el dictamen de su conciencia.

Un libro: el jardín de las nobles doncellas

No pequeña parte tuvo en esta obra maestra de educación cristiana de la Infanta Isabel el dominico fray Martín de Córdoba, quien compuso para ella un tratado completo de educación cristiana titulado "El Jardín de las nobles doncellas". Se lo entregó como regalo de cumpleaños cuando la niña, el 22 de abril de 1467, cumplía los diez y seis de su edad, momento muy apto para beneficiarse de las normas que allí se le ofrecían y que ella supo aprovechar al máximo. Fray Martín probablemente no pretendió, con este manual educativo, trazar una pauta para llegar a la perfección heroica de los santos, sino más bien una senda de virtud doméstica para alcanzar las virtudes que debe poseer una mujer normal, una madre responsable, una reina que velase por la justicia de todos por igual.

Cotejando las directrices para todo momento y ocasión de la vida que se ofrecen en este manual de perfección con el proceder constante de la vida de Isabel la Católica, observamos una total adecuación por lo que podemos afirmar que la influencia de "El jardín de las nobles doncellas" hizo de Isabel más que nada, un modelo de mujer, madre y esposa cristiana muy digno de tener en cuenta en nuestro tiempo.

  Un santo varón: Fray Llorente

Comienza una relación estrecha con los Franciscanos de Arévalo y en especial con un santo varón, Fray Llorente, y se da una incipiente dirección espiritual.
              

Una buena y virtuosa compañía

Un par de matrimonios ejemplares, D. Gonzalo Chacón y Clara de Alvanáez por un lado, Gutierre Velázquez de Cuéllar y Catalina Franca por otro. Sus hijos serán compañeros de sus juegos, de sus cacerías; la naturaleza viva y fogosa de Isabel, goza en sus correrías a caballo, llega a ser una fabulosa amazona.

Una sociedad decadente

Esta adolescente que crece junto al pueblo llano, contempla asombrada una sociedad donde el poderoso "devora" cuanto puede y cuanto toca. Donde cunden los maleantes e impera la ley del más fuerte. No caen en saco roto todas estas apreciaciones cotidianas. Ella ha crecido con el pueblo y por el pueblo luchará. Son su gente.                                                                    


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