FRANCO EL FEDERADOR

 

Por Alfredo SANCHEZ BELLA

 

Escribo estas líneas bajo el estremecimiento del dolor. Las banderas de España ondean a media asta en homenaje a un legendario General y político insigne: Francisco Franco

Una España acongojada y serena une su plegaria de inmenso agradecimiento hacia el hombre que hizo posible la paz y la convivencia nacional durante casi cuarenta años

Una Plegaria multitudinaria, incontenible, hecha de conmovida tristeza, de pesadumbre y gravedad, está trazando las dimensiones del respetuoso afecto que le circundaba.

Hasta el instante supremo ha permanecido en su puesto de mando, como egregia timonel de mil jornadas azarosas, dando ejemplo siempre de virtudes excelsas: sobriedad, absoluta entrega, autoridad, rectitud. bondad, humildad, fe ciega en el Destino, carácter, decisión; terca perseverancia en el servicio de un gran ideal, y junto a todo ello, flexibilidad, pragmatismo, grandeza de alma, amplitud para entender y comprender ajenas posturas, para contar con todos, siempre y cuando ello sirviera a la esencia del alma nacional. El la encarnó en todas las facetas, la asumió e hizo suya, como ningún otro español de cualquier otro tiempo

El balance de su obra, la estela de su paso, es insuperable, y a medida que el tiempo pase, se agigantará la figura de nuestro gran federador. Porque sólo él podía ser capaz de aunar tantas esperanzas dispersas. Sólo su inmensa voluntad, la enorme autoridad que siempre emanó de su persona. podía ser capaz de unirnos en una sola ambición perdurable: sacar a España del caos y hacerla libre, independiente y soberana de sus destinos, y ahí está su obra Ese es su legado.

El mejor homenaje que ahora podemos hacerle. el. que más le gustaría. sin duda. sería vernos continuar perseverantemente. entrañablemente unidos el camino emprendido, perfeccionando y ensanchando el cauce ya abierto, decididamente dispuestos a no retroceder, a no titubear, librándonos de la tentación de los «demonios familiares», de querer volver a empezar caminos ya trillados que la Historia demuestra eran nocivos para la supervivencia de la comunidad nacional, «Evolución en la continuidad» ha de ser nuestra divisa.

Entre dolores nacimos y en el dolor de su ausencia nos deja. Pero el dolor fortalece. Engrandece, madura y da sazón, si se acepta en su verdadero sentido.

Mostremos madurez de pueblo responsable, ofrezcamos con renovada fidelidad la ejemplaridad de nuestra conducta y tratemos de hacer realidad sus sueños con exigencia personal creciente.

Enfrentémonos con los nuevos problemas con esa serenidad cristiana que tiene su cimiento en la esperanza y de la manera resuelta y honrada que nadie ha expresado mejor que Tennyson en su «Ulises»:

«Aunque mucho nos ha arrebatado

mucho nos queda.

Y si no tenemos ya la fuerza

que en los viejos días

movía cielo y tierra,

lo que somos, somos;

un mismo temple de heroicos corazones,

debilitado por el tiempo y los hados

pero fuerte en voluntad

para luchar, buscar, lograr y no rendirse.»

Tal es el deseo que ahora fervientemente formulo.

 

ABC. 21 de Noviembre de 1975


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