EL SITIAL VACIÓ

 

Por Raimundo FERNÁNDEZ- CUESTA

Después de un mes de lucha dramática y tenaz, Franco ha muerto, sumiéndonos a todos en el dolor. España ha perdido uno de los seres más excepcionales de su historia: el hombre que, desde su primera juventud hasta su fallecimiento, minuto a minuto, hora a hora, sin regateos, flaquezas ni dudas, consagro su vida al servicio de España, servicio que culminó al recogerla. desecha, roja y rota. para entregárnosla limpia, y entera, en plenitud de paz y de progreso.

Militar de excelsas virtudes castrenses, estadista colosal, Francisco Franco ha sido el máximo protagonista de larga etapa de la vida española, quedando, al desaparecer, su figura irrepetible, un vacío muy difícil de llenar.

Su dimensión política y su proyección histórica son de rango universal. y humanamente poseía cualidades superiores a las de los grandes de su tiempo, las que han hecho ejemplar el valor de su personalidad, personalidad que, ya de primerísima magnitud, se ha de ir acrecentando con el transcurso del tiempo, a medida que extinguidos prejuicios y pasiones, la serena claridad de la Historia permita apreciarla en toda su grandeza.

Y coincidencias realmente impresionantes: Francisco Franco muere el mismo día y casi a la misma hora en que José Antonio Primo de Rivera muriera treinta y nueve años antes. y Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera nos dejan, el primero una carta, el segundo un testamento, mensajes ambos de contenido semejante, prueba estremecedora los dos, de nobleza y humildad, de auténtica religiosidad cristiana, de su pasión por el pueblo español, y de su preocupación por España.

Por eso ayer mañana. al asistir en la basílica del Valle de los Caídos -una de las obras predilectas de Francisco Franco- al funeral por José Antonio, no podía contener la emoción contemplando vacío el sitial que habitualmente ocupara en los años anteriores en la citada ceremonia. Su ausencia no podía creer fuera verdad, me parecía alucinación, pero pensaba también que esa ausencia. seria corta, pues pronto, en breves horas, el cuerpo de Franco descansaría para siempre al pie del altar de la basílica, frente al de José Antonio, y que el alma de esos dos gigantes -unidas en el cielo- pedirían por España, como yo pedía por ellos y para que su obra fuera continuada. cuando el abad benedictino elevaba la hostia y el cáliz hacia Jesús crucificado, cuyo cuerpo se destacaba iluminado en la oscuridad del templo.

ABC. 21 de Noviembre de 1975


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