FRANCO, FORJADOR DE CONFIANZA


Por José María AGUIRRE GONZALO

 

  Franco, en el momento de marcharse, nos ha dejado el legado de un escrito acendradamente auténtico, que nos hace llorar, al mismo tiempo que nos abre el corazón a la esperanza. Basta su lectura para ver clarísimamente su espíritu, su temple, su bondad y su espíritu de servicio, tal como lo define el Fuero del Trabajo: «Servicio es el trabajo que se presta con heroísmo, desinterés o abnegación, con ánimo de contribuir al bien superior que España representa.» Nos deja la seguridad de que si se nos ha ido su vida sigue entre nosotros su alma, y en sus cortas líneas ha expresado todo: la afirmación dé su te católica proclamando a Dios y perdonando a sus enemigos. Su amor a la Patria con total entrega. La sucesión en el Rey Juan Carlos. Las líneas maestras de nuestra futura actuación.

Observa Ricardo de la Cierva en su «Historia básica de la España actual» que el bando nacional creyó reencontrar la unidad espiritual y moral necesaria para creer desde los primeros momentos en la victoria final.

En esto tuvo parte decisiva en los primeros momentos el caudillaje de Franco, pero a medida que pasó el tiempo y por un fenómeno psicológico de reciprocidad bien conocido, Franco se forjó más en Caudillo y España adquirió una confianza total en si misma y en sus destinos. Este es el gran logro de Franco.

Hoy no podría escribir una pluma políticamente preciara que «España está sin pulso». Hoy España es un bloque fuerte, firme, que confía ciegamente en sí misma. Hoy no cabe escribir las tristes páginas que escribió -la generación del «98»-.

Observemos lo que ocurre en nuestro alrededor. El mundo está atravesando la crisis económica más profunda y duradera desde el 29-31. Nadie duda de que saldremos de ella y de que saldremos bien. No se sabe si dentro de un mes o dentro de ocho meses, pero no hay un solo español que no tenga plena, total, absoluta confianza en que la superaremos. Nadie lo duda. Buena prueba de ello es que nuestro consumo se mantiene en altos niveles. El español confía en que la crisis pasará y conserva su alegría de vivir.

Contrasta esta actitud con la de los primeros países industrializados, cuyos Gobiernos en estos momentos hacen toda clase de esfuerzos para aumentar el consumo.

El pesimismo, el temor y la sensación de inseguridad de aquellas gentes hace que ahorren mucho y consuman poco. No es que nosotros no ahorremos. Los depósitos de las Calas de Ahorros aumentan a un ritmo mucho mayor que hace un año. Y esto es bueno que ocurra porque refleja que sin perder la serenidad conservamos nuestra tradicional manera de vivir.

En este instante hemos llegado a aquel momento del que tamo se ha hablado. Se producirá la transición entre el mandato de una persona excepcional y un funcionamiento normal, pero sin retroceso, de una forma institucional, con hombres selectos, pero que lógicamente no han de tener su excepcionalidad.

Y ésa misma confianza que ha forjado Franco se refleja en la matrícula masiva de nuestras Universidades. No se haría el esfuerzo de todo orden que supone seguir una carrera superior sin una confianza total en los destinos del país.

Tal vez en la Antigua Grecia se antepusiera el saber a la riqueza, pero esto no va con la intencionalidad de nuestra época. Ahora se estudia porque el saber mejora económicamente nuestro futuro, y para ello hace falta esa confianza de que continuará nuestro progreso.

Las realizaciones sociales actuales, sobre todo las de la Seguridad Social, por deseo de Franco la más avanzada de todo Occidente, tampoco se conciben sin esa plena confianza de que aumentaremos rápidamente, y de forma indubitable, nuestra producción y nuestra productividad. Más población activa y produciendo mejor.

Esto es algo básico, permanente, que ha forjado el Caudillo en su mandato; que hayamos adquirido los españoles una plena confianza en nosotros mismos y en nuestro destino. Jamás se lo agradeceremos bastante.

Creo que el mejor homenaje que hoy podemos rendir a Franco es el unirnos en apretado haz en torno al Rey Juan Carlos, trabajando cada uno su parcela con todo entusiasmo. Con ese entusiasmo que definía García Lorca como la fe candente, la fe al rojo vivo en la esperanza de un mañana mejor.

Si lo hacemos con tenacidad y total entrega, él nos sonreirá complacido.

 

ABC. 21 de Noviembre de 1975


PÁGINA PRINCIPAL

ATRAS