LOS OTROS
       

Por Pío CABANILLAS GALLAS

 

Como muchos, yo he sido de los otros. Me refiero a que hemos sido franquistas de otro modo. Primero, porque no le conocimos más que como realidad de un Poder consolidado y seguro. Era ya una existencia concreta, insalvable y omnipotente: más bien objetivada. Después, porque su inmensa autoridad emanaba respeto, pero alejaba cercanías. Ninguno de nosotros podía contar nada que sonase a personal o que estuviese amparado por el limpio y emotivo compañerismo de lo bélico. Al resultar tan objetivo, todos identificamos servir a España, al Estado y a él como acto acumulado, naturalmente conjunto, sin necesidad de deslindes. Y así servimos. No disfrutamos del conocer desde siempre, no tu- vimos historia común en los momentos duros. Por ello, nuestras presencias eran siempre precarias, sin titulo, y necesitadas del aval casi cotidiano de los que se estimaban celadores de la auténtica fe. Pero, a pesar de todo, aun siendo de los otros, ante nuestra intimidad siempre fuimos franquistas; porque parecía un modo de ser natural el serio y porque una lealtad, originada en su importancia histórica y no derivada de las conveniencias personales, nos impulsaba siempre a no abandonar. Yo pienso que lo fuimos como somos españoles, es decir, como lo fue el propio Franco. Por eso seguimos insistiendo en que deben cambiar las cosas; de modo programado, pero también cierto y rápido. Y por eso también debemos advertir el riesgo que hay en todo proceso democrático: que no mantenga a salvo la necesaria reserva de autoridad. Nosotros, los otros franquistas, opinamos así, pensamos que todos debemos entendemos y pactar un tránsito civilizado. No somos ni mejores ni peores. Los de dentro ya nos conocían,
Aunque a veces nos nieguen; a los de fuera va mi aclaración de hoy, verdad
y dolor por delante.

 

ABC. 21 de Noviembre de 1975


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