PRESENCIA DE FRANCO

 

Por el P. Félix GARCÍA

 

Estábamos tan habituados a la presencia y a la seguridad de Franco, vigilante y disponible siempre desde la cima más alta de España, que nos resistimos con pena unánime, más bien con angustia contenida y entrañable, a tener que admitir la evidencia dolorosa de que Franco se nos ha muerto. La trascendencia de esta muerte es enorme para España y, sin duda, para el mundo. Tan trascendente como fue su vida. No en vano se le consideraba, porque lo era, como el adelantado más convencido, como el antemural más firme, frente a la invasión de la anarquía y del desorden.

El de Franco es un nombre para la historia, bien asegurado. Sintió como nadie la pasión de España; y a España le consagró de por vida los afanes de su pensamiento y de su corazón, con una fidelidad y entrega de consagración, proseguida en la urgencia sin tregua de cada día, como no hay ejemplo.

La magnitud de su obra multiplicada es inmensa. Pero de una obra, impregnada de fecundidad que no muere, que no puede morir con él, porque supo despertar la conciencia de España y la responsabilidad de sus destinos imprimiéndole un movimiento acelerado y una capacidad de expansión desde la raíz de su propia vitalidad, antes adormecida.

Franco muere rodeado del respeto, del reconocimiento, de la pena entrañable de todo un pueblo que le quería, que le admiraba, que se sentía con él asegurado, y que se enorgullecía con la claridad y la honestidad y la grandeza humilde de una vida transparente, empleada sin reserva en el bien y la seguridad de la Patria de todos.

El de Franco ha sido, y seguirá siendo, el nombre más pronunciado, con más poder de convocatoria, el más discutido y el más reverenciado en lo que llevamos de siglo. Porque ha sido el nombre más sin tacha ni sombra de la historia contemporánea. Nada ni nadie ha podido abatir la sencillez, el timbre, la nobleza y la dignidad del nombre de Franco, que queda ya blasonado, con la mejor ejecutoria, en las páginas más gloriosas de la historia patria y de todas las historias.

El mensaje conmovido, admirable, de asombrosa serenidad y de entrañable amor a España, que , en la voz transida de angustia del presidente Aria, llegó al corazón acongojado de todos los españoles, es el colofón más emocionante y glorioso de la vida de Franco que, aunque lo sabíamos, nos acaba de dejar el asombro de su partida hacia la otra orilla: nos ha dejado "luto en el corazón, y llanto en los ojos". Pero  con la conciencia, en algunos quizá tardía, de la grandeza, de la limpieza, de la previsión y del constante, del incansable servicio a la Patria, que fue su mejor modo de servir a Dios, y de legarnos, testamentariamente, la ejemplaridad de su presencia.

ABC. 21 de Noviembre de 1975


PÁGINA PRINCIPAL

ATRAS