ANTE LA MUERTE DE FRANCO

 

Por Juan Manuel FANJUL SEDEÑO

 

Cuarenta años de in declinada entrega al frente de los destinos de un pueblo dejan inevitablemenhe la impronta de esa capitanía absoluta en las glorias y en las frustraciones, en los aciertos y en los errores.

Aun considerando su evolución despersonalizadora, su cesión voluntaria de funciones, su «dictadura constituyente». era él. Franco, pese a su edad y al natural cansancio de tan dura función. quien con un gesto o un silencio. una palabra oportuna o una pregunta intencionada. mandaba y dirigía. No se apropie nadie el gran salto social, económico, cultural y humano del pueblo español: fue otra personal suya...

En el mensaje-testamento, leído hoy ante las cámaras de Televisión por Carlos Arias (por ese hombre que merece el respeto. la confianza y el homenaje del pueblo español después de dos inimaginables años de duro gobierno llevados con dignidad y decoro de gran prócer), Franco nos Invita a agruparnos alrededor del Príncipe Juan Carlos, de Su Majestad el Rey Juan Carlos, y en ese breve legado se centra todo el porvenir de España.

Que no se le exijan personales taumaturgias ni se le achaquen derivas en el rumbo. Serán los políticos los responsables de sus singladuras. Porque ni por la historia de la Institución ni por su configuración en la Ley Orgánica, el Rey puede entenderse como un beligerante de grupo, sino como un amparador del pueblo todo. Amparador ante ultraderechas desmandadas; amparador ante izquierdas obsesionadas por anacrónicos revanchismos. Levísimo incitador tan sólo de un camino claro y preciso: partir de las instituciones vigentes para una ordenada y paulatina revisión de aquellos ordenamientos que, con más general consenso, lo exijan, y abierta democráticamente la legalidad institucional imponer, serenamente, un orden ciudadano inatacable.

Asegurar al pueblo español el derecho a una justicia social, el derecho a participar y el derecho a vivir en paz.-

 


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