Un fenómeno
sociológico
Rafael Borrás Betriu Conocí a Fernando
Vizcaíno Casas hace casi treinta años. Si la memoria no me falla, el
primer libro que le edité en Planeta fue “La
España de la posguerra”, un anecdotario que abarcaba desde
1939 hasta 1953, cuyo precedente más ilustre era la “Crónica
sentimental de España” de Manuel Vázquez Montalbán, con óptica muy
distinta, pues no era lo mismo ser un hijo de los vencidos que de los
vencedores. Vizcaíno constituye un fenómeno sociológico que quienes
le negaban el pan y la sal no deberían despachar con el desdén del
silencio. Vender más de medio millón de ejemplares de alguno de sus
libros merece una reflexión. En su momento, Fernando Lázaro Carreter
explicó que “Vizcaíno Casas interpreta a una parte evidente de
ciudadanos; les hace claro lo que piensan con confusión”. Y Torcuato
Luca de Tena, académico como el anterior, argumentó que “millares y
millares de españoles que consideraban ineludible que alguien saliera
al paso de las deformaciones de la verdad ya encontraron la voz que añoraban,
el espejo donde mirarse”. Aquel espejo, sobre todo en los años
inmediatos a la muerte de Franco, conectó, en efecto, con un sector de
público que, gustase o no, se sentía identificado con su añoranza de
las supuestas bondades del antiguo régimen. De ahí que Vizcaíno
estuviese considerado como un facha, a pesar de que afirmase:
“No hay en mis libros una sola línea que incite a la involución; mi
respeto a la legalidad constitucional siempre fue absoluto. Otra cosa es
que ejerza mi derecho, también constitucional, de opinar libremente
sobre los hechos, las personas y sus circunstancias”. La Vanguardia. 4 de Noviembre 2.003 |