CANTOR DE NOSTALGIAS

                                                                                                                                  César Vidal

    Para muchos, Vizcaíno Casas será siempre la imagen de la nostalgia del franquismo. Quizá haya parte de verdad en ello pero ni, lejanamente, toda la verdad. Posiblemente, si algo definió a Vizcaíno Casas fue más su deseo de abrirse camino en la vida venciendo con trabajo e ingenio las dificultades que erizaban la España de la posguerra. Hijo de una familia de clase media baja, Fernando creció con el recuerdo de lo que había sido la represión frentepopulista en su ciudad natal -recogida en "Zona roja"- y en "La sangre también es roja"- y con un deseo de salir adelante en un durísimo mundo. Tras estudiar Derecho,  se convirtió conscientemente en uno de los primeros especialistas en derecho laboral. En el mundo del espectáculo los conocía a todos y, a pesar de definirse varias veces como joseantoniano, predominó en él siempre la profesionalidad y lo que denominaba, no sin razón, "talante liberal". Así, eran conocidas sus partidas al dominó con Bardem y Buero Vallejo como compañeros o su visión aperturista durante el franquismo en relación con ciertos fenómenos laborales. Fue al morir Franco cuando la figura de Vizcaíno Casas experimentó un espaldarazo definitivo. Buen conocedor de lo que habían sido los años 40 y 50, desgranó sus acerados ataques contra los demócratas de reciente factura y defendió lo que consideraba logros del franquismo en una serie de novelas escritas "en clave de humor" como "De camisa vieja a chaqueta nueva", "Hijos de papá", "La boda del señor Cura" y, sobre todo, "...al tercer año resucitó". Enormes éxitos de ventas en los setenta no tardaron en provocar la envidia de muchos que no vendían ni lejanamente lo que él y que intentaban lamerse las heridas del resentimiento acusándole de franquista. La verdad era que Vizcaíno Casas no deseó nunca el regreso del franquismo y creía de corazón que España no tenía otra salida que la democrática pero, a la vez, consideraba que se describía falazmente el régimen pasado. En los 80 y 90, la era Franco fue ocupando menos espacio en su obra a la vez que pasaba a describir con una agudeza sarcástica, aunque no exenta de cierta ternura, los desmanes propios de la etapa socialista en obras como "Todos al paro" o " ... y los cuarenta ladrones". En sus últimos años, aparecieron sus memorias y algunas de sus mejores novelas en las que se dejaba traslucir tanto su infancia como el invierno de su existencia. Se podrá objetar -no sin razón- que Vizcaíno Casas no fue  un gran escritor. Sin embargo, contó con dos bendiciones. Una fue el éxito extraordinario. Otra que la historia reciente puede ser entendida con especial clarividencia leyendo sus obras.

La Razón, 3 de Noviembre de 2.003.

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