Periódico ABC.

LA DISCIPLINA

 

Por el almirante don Rafael Estrada Arnaiz.

Al ver escrita esta voz, o al oírla, tanto el lector como el oyente evocan la imagen de una correcta formación militar, de un marcial y brillante desfile: la del soldado u oficial que tras el bizarro chasquido de los tacones al juntarse en la posición de firmes, se yergue ante el superior, abombado el pecho, en posición de saludo, y en la más expresiva actitud de respetuoso acatamiento a las órdenes que recibe. Esas imágenes mentalmente se ligan a la palabra "disciplina", como ésta acude a los labios al comentar la visita a un cuartel limpio, aseado: al salir de un barco en el que en sus costados, estructuras, mamparos y artefactos guerreros no hay manchas ni rozaduras; al ver en las calles grupos de soldados o marineros bien vestidos, discretos en su comportamiento: mas, sin embargo, tanto la actitud militar del inferior ante el superior como el buen orden de cosas en el cuartel, a bordo de un barco, y el del personal militar en público, sólo revelan una de las múltiples facetas de la disciplina: la espectacular; la de la buena presentación: la policía.

Almirante don Rafael Estrada Arnaiz.

... la disciplina forja héroes en las milicias de tierra, mar y aire ...
El Diccionario nos dice que disciplina es la "Observación de las leyes y ordenamientos de una profesión o instituto", pero la Real Academia tuvo buen cuidado de añadir: "Tiene mayor uso hablando de la milicia y de los estados eclesiásticos secular y regular". No es fácil la concisa definición de una voz que ofrezca la complejidad de esta que nos ocupa. Todos la entienden, o así lo creen: ven la disciplina en la subordinación absoluta, en la ciega obediencia al mando en trayectoria de abajo hacia arriba, y, sin embargo, la disciplina se forja y fructifica a la inversa, porque el mando es quien la crea y la mantiene. La imagen viva, luminosa, de la disciplina, no emerge del brillo de una tropa marcial, o de un barco bien cuidado, surge con máximo esplendor de las ruinas de una posición o fortaleza no rendida; de los restos de un avión abatido; de un barco que se hunde con la bandera ondeando. Nada más elocuente acerca de la disciplina que la sencilla frase "sin novedad en el Alcázar", del general Moscardó.

Efectivamente, el fundamento, la base de la disciplina, es la subordinación, la obediencia, y ésta se inculca en la milicia desde que el soldado o el marinero pone el pie en el cuartel o en el barco. En aquella Escuela Naval que flotó en aguas ferrolanas, la fragata "Asturias", el consejo o la consigna que en tono enérgico daban los caballeros aspirantes antiguos a los de nuevo ingreso en su primer día a bordo era: "Desde ahora en adelante tenga bien presente que ya no podrá decir: "ni no quiero, ni no puedo, ni no debo", y en nuestra juvenil mente quedaba impreso el concepto básico de la disciplina: "la antigüedad es un grado en la milicia".

Muy reciente teníamos entonces la sublime muestra de disciplina de la Escuadra del almirante Cervera en Santiago de Cuba. El "sentido del honor" jugaba su máximo papel en la faceta del "sacrificio consciente", la que con más pureza reluce de las que integran el concepto "disciplina"; fue aquel un broche digno del cierre del largo y glorioso capítulo de la Historia de nuestro singular paso por las Indias de Occidente.

En aquella ocasión, todos, desde el heroico almirante hasta el mas humilde marinero, sabían que iban a la muerte y no hubo una sola voz que protestase. Todos corrían igual suerte. El prestigio del mando enmudeció las bocas y alzó los corazones. El "prestigio del mando" había conseguido la maravillosa unanimidad en una empresa en la que nada materialmente había que ganar; la única victoria en perspectiva era entonces la conquista de la inmortalidad por la conservación del honor patrio, y un ejemplo más de disciplina militar de los que al mundo dio nuestra España.

En esta ocasión, que no ofrecía el premio material y la trascendencia que en aquella otra cervantina "la más grande que vieron los siglos", no hubo el milagro salvador que operase el cambio del horizonte sombrío en otro despejado de clara luminosidad que hiciese viable el objetivo: mas, si no lo hubo entonces, el milagro acaeció en nuestra guerra de Liberación, acaso por la enorme trascendencia que el fracaso tendría. La Virgen de África veló por el éxito del paso del convoy por el Estrecho, acontecimiento iniciador de la última reconquista de España. La fe religiosa y la fe en el Caudillo hizo desaparecer el peligro inminente del hundimiento de una Flota de transporte débilmente protegida.

"El ideal religioso y el amor patrio" son, pues, factores primordiales de la disciplina, que el prestigio del mando impone sin recurrir a castigos ni amenazas. Desde el instante del vil asesinato de Calvo Sotelo, todos aguardábamos el advenimiento del general que habría de acaudillar la Cruzada, y desde el instante en que la acertada designación fue conocida, la disciplina en el más alto grado nació por si misma, y la suerte fue echada. El entusiasmo por la justa causa y la fe en el mando, al actuar con decisión y firmeza, obró el milagro de la disciplina a ultranza entre civiles y militares: el Alto del León pasó a llamarse de Los Leones por el valor heroico del grupo de jóvenes de Renovación Española que puso tope a la invasión roja en Castilla; los Requetés de la nunca bien alabada Navarra derrocharon su valor legendario en montes y valles; resurgieron las falanges romanas, cunas de la disciplina, y los falangistas, de todos los órdenes sociales, cubrieron los puestos a bordo de los barcos que, con prisa febril se alistaron en El Ferrol del Caudillo, recuperados unos, otros en vías de construcción.

Aquellas dotaciones improvisadas, al calor de una entusiasta oficialidad, en escaso tiempo asimilaron las diversas especialidades de a bordo y dieron la muestra más notable de la más inteligente disciplina. La prontitud en ocupar sus puestos de combate al sonar los timbres de alarma batía todas las marcas. Recuerdo, y no sin cierta emoción, el espectáculo que, en noche aciaga, ofrecían algunos marineros que, desnudos, impávidos aguardaban en sus puestos las órdenes del mando. El zafarrancho les había sorprendido en el mejor de los sueños y sabían que la rapidez en la acción era vital en un encuentro nocturno.

Refiriéndome concretamente al crucero "Canarias", su dotación era un armónico y fraternal conglomerado de jóvenes, procedentes de todas las clases sociales. En verdadera hermandad convivían íntimamente los marineros, procedentes de la inscripción costera con los voluntarios, profesionales y estudiantes de las más diversas carreras. La rudeza innata de los unos se avenía bien con la educación y cultura de los otros, porque a todo unía el mismo alto ideal, y todos se hallaban sujetos a una misma disciplina. Para mantener ésta no se requerían castigos, y al escribir esta palabra acude a la memoria: el trato de cuerda; el palo; la carrera de baquetas ... que en la cubierta de las galeras y galeones, ante la guarnición y la chusma formada, aplicaban para mantener en vigor la disciplina, y en ocasiones, para ejemplaridad, sometíase al delincuente de grave delito al suplicio de pasar bajo la quilla, castigo inmediato al definitivo de ser colgado del penol de una verga.

Era la del "Canarias" una tripulación maravillosa que difícilmente podrá alistarse en barco alguno. Algo de esto observó el capitán de navío de la Armada de Su Majestad Británica, Mr. Pott, comandante del "Lión", similar a nuestro crucero, en visita que a éste efectuó en 1938 en Palma de Mallorca. Me comunicó su impresión de extrañeza ante la actitud y aspecto de nuestra marinería, y para comprobar la información que le di al caso, llamé al azar a unos marineros cercanos y la suerte hizo que uno fuese abogado y otro estudiante de ingeniero.

La disciplina trae consigo el valor, porque impulsa al soldado a marchar de cara a la metralla, y a seguir avanzando en el subsuelo de la mina, a sabiendas que de un momento a otro hará explosión la contramina. El arraigado concepto de la disciplina espera el dolor físico y crea gestos de imponente gallardía: el del cabo Anfiloquio González, del regimiento de San Marcial, en el monte Bizquiavi, que enarbola su brazo desgajado en el otro sano, blandiéndolo en el aire a modo de bandera patria o de máximo y elocuente atributo de mando bien ganado; el del soldado de Infantería de Marina Manuel Lois, del "Baleares", que coge en sus brazos el proyectil que se halla a punto de hacer explosión y que fatalmente ha de provocar la del repuesto del cañón que Lois sirve. Abrasado su cuerpo, su alma grande voló hacia la inmortalidad. Muchos ejemplos de abnegación heroica pudiéramos citar, que ocurrieron durante la Cruzada en tierra, en la mar y en el aire, elemento en el que García Morato marcó la pauta de un concepto del deber del más alto y majestuoso vuelo.

La Disciplina no es posible separarla de las otras virtudes militares, es madre de todas ellas y las exalta en los momentos cumbres. El buen escritor, autor del Diccionario Militar, don José Almirante, cultísimo general de Ingenieros, confiesa, con su elocuencia característica, la imposibilidad de definir concreta y brevemente esta voz que tantos conceptos abarca. Se manifiesta en formas muy diversas y no es comparable la externa, la aparente, de un país a otro. En cada nación el soldado tiene su propia idiosincrasia, y en nuestra España, todo hombre tiene su personalidad, y de ahí el consejo de Eguiluz: "El capitán ha de tratar bien a sus soldados y hacer que los demás oficiales lo hagan así, porque no hay cosa alguna de que el español reciba más disgusto, ni sienta más, que de las malas palabras".

El soldado y el marinero de nuestra última Cruzada era tal y como deseaba el conde de Santa Gadea, que fuese o se pareciera: "en la obediencia, virtud y devoción, al religioso; en el valor, largueza y verdad, al caballero; en la diligencia, vigilancia y paciencia, al buen marinero". Con tales soldados y aquellos heroicos alféreces provisionales, dignos descendientes de los "magníficos señores" que sirvieron en los Tercios de Flandes, nadie dudó del glorioso fin de la Cruzada.

Con la fe en Dios, el amor a la Patria y la confianza en el Mando nace la hombría de bien, y, por tan virtud, la Disciplina, que forja héroes en las milicias de tierra, mar y aire, como crea mártires y santos en las Milicias de Cristo.

® ABC . 01 de Abril de 1953


© Generalísimo Francisco Franco. 01 de Abril de 2.005.-


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