DESFILE Y CANTO DE LA VICTORIA

 

Por Eduardo Marquina.

Hijos de todas las familias,
de todas las casas,
que amojonan la tierra española
por toda la hechicera variedad de su mapa,

desfilan, milites,
en columna apretada,
rígido el paso, alegres
del triunfo las caras,
por el cauce común de la vena mayor
que da sangre, en Madrid, al corazón de España.

Hijos de todas las familias
de todas nuestras casas:
doscientos cincuenta mil
claros cachorros de progenie hispánica,
emblema y parte del millón
de intrépidos soldados de la Patria,
que valen, al justiprecio
de la boca de Franco exacta,
¡cinco millones de héroes en potencia,
porque han nacido y son «hombres de España»!

Tres años de guerra:
los hogares sin leña que arda,
rota la Cruz, quemadas las cosechas,
cavernas las ciudades, profanación las casas; 

tres años de aspérrima lucha:
partida España en dos, las Democracias,
-que eran porque no fuimos,
y vivían vendiendo nuestra ruina- empeñadas
en prolongar nos la agonía
con la astucia feroz de su cínica farsa;
tres años, en ronda famélica,
a nuestra puerta, agazapada,
esperando el cadáver donde clavar las uñas
la soviética hiena del Asia.
y hoy, al salir de esos tres años,

de noche milenaria,
sobre tapiz de flores,
entre espigas de Burgos y levantinas palmas,

al hilo de marmóreos palacios, renacidos
bajo dosel de pinos y castaños y acacias,
por el cauce común de la vena mayor
que palpita en Madrid, centrando el mapa;
¡doscientos cincuenta mil
cachorros de España,
que desfilan, marcando el latido
español con el paso a compás de su marcha!

Van arma al brazo, como los quería
José Antonio, broncíneas las caras
al paso alegre de la paz,
banderas desplegadas,
las cinco rosas sobre el haz
de las cinco flechas de grana.
Un nombre -Franco, Franco, Franco-
el nombre, símbolo y flor de España,
salta de todas las bocas,
se apoya en todas las gargantas,
y atraviesa el espacio, prendido
en el vellón del aire de la Patria.

¿Querían los enemigos
de dentro y de fuera de casa
triturar, para el riego de la estepa oriental,
el olivo español, mantenedor de lámparas?
¿Querían quitarle, a la Historia,
su penacho central de ibéricas llamas?
¿Querían arrancarle a Extremadura
la bigornia intacta,
donde afilaron los conquistadores
el esternón en proa de sus barcas?
Y en Yuste ¿querían machacar
la corona imperial que forjó entre batallas

Carlos de Gante, Emperador de Europa
y fraile de España?..
¿Querían matar, en las aguas del Tajo,
el temple de nuestras espadas?
¿Desalojar el honor español
de la Custodia del Alcázar?
¿Arrancarle a Aragón, en Teruel,
la rosa de sus entrañas?
¿Desvencijar el arco del Ebro,
a un golpe de espolón de gallo de Francia?
¿Raer lo hispánico del orbe
y enterrarlo, y ponerle de tapa
-transportándola en barcos Inglaterra-
la mole del Himalaya?..
¡Vano afán!... Levantaron su maza en el aire,
y, al dar golpe en la tierra, ¡se les partió la maza!

Olvidaron que el sello
de la acción española es hacer con el alma.
La mano ahorma; pero el alma crea,
¡y crear es sacar las cosas de la nada!
Sin oro, sin barcos,
desde el África,
por encima del mar,
saltando rígida, una Espada
nos señaló el camino y -contra todos-
¡sacó adelante a España!

Tanto rigor de muerte,
profanación, martirios, luto, orfandad y lágrimas, 

no habrán sido otra cosa,
en profecía de albas,
¡que el bendito dolor del parto de un Ejército!

-Helo en pie ¡para siempre!... ¡Viva España!

Mujeres, madres
que lo engendráis, desde Navarra;

manos labriegas
que le sembrasteis pan en Castilla la parda;
niños, doncellas, abuelas y abuelos
de todos los rincones de las provincias anchas,
gentes de paz y de tesón,
rústicos puntillosos, de cordura y de brasa,
sacerdotes que en tierra española
mantenéis la católica Palabra,
poetas que soñáis, trabajadores,
sabios, artistas, pensadores, nautas,
ha nacido el Ejército;
¡al trabajo, otra vez! Hay quien monta la guardia.

Soldados del Imperio, voz de nuestros afanes,
aguja en el telar de nuestras ansias,
versos de acero y sangre, ellos tejen el canto
de la Victoria en carne humana.

Traen la segura paz, porque ellos son la fuerza,
al pie de sus banderas desplegadas;
el pan y la justicia, porque ellos son rehenes
del bieldo y las balanzas;
el porvenir, porque ellos son la fe,
y la Historia inmortal, porque ellos son la espada.

¡Gloria a su creador! La boca justa
de Franco ha sonreído en la mañana:
calmas de Sembrador sobre campos de espigas.
¡Plata de albores de esperanzas!
Nos ha dado el Ejército, que es el Imperio en ciernes:
¡por Dios y por la Patria,
nuestras vidas en haz para el Caudillo!
¡Saludo a Franco! ¡Arriba España!

 

EDUARDO MARQUINA «LOS TRES LIBROS DE ESPAÑA»-1939

® Fuerza Nueva. 29 de Marzo de 1975. Num. 429


© Generalísimo Francisco Franco. 1 de Abril de 2.005.-


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