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 Colapso en el Valle de los Caídos


  21 de noviembre de 2010.


Hasta 12 kilómetros de retenciones se registran hoy para acceder a la Misa en la explanada de la abadía del Valle de los Caídos. Cientos de personas esperan en sus vehículos poder llegar al Valle para participar en la Eucaristía de la comunidad benedictina

Entrar en el Valle de los Caídos se está convirtiendo en una proeza. Y no sólo por la prohibición que a las visitas de creyentes y turistas ha impuesto la Delegación del Gobierno y Patrimonio Nacional por supuestos problemas de seguridad derivados del estado físico del recinto monumental. A lo largo de esta mañana se han registrado hasta 12 kilómetros de retenciones en la A-6 (Carretera de La Coruña) y en los accesos al Valle.

A la puerta del recinto regulan el tráfico y vigilan unos 50 guardias civiles. Llegan vehículos también por las carreteras de Guadarrama, el El Escorial y Villalba. La Guardia Civil, con buen frío en sus rostros, ordena abrir maleteros y pregunta si se lleva armas o la bandera española.

En la explanada docenas de guardias civiles, coches patrulla, y hay que dejar los coches en los aparcamientos. En la entrada de la Basílica delante de unos andamios dos furgonetas de la Guardia Civil. Según los agentes cumplen órdenes. Desde los aparcamientos llevan a la gente en autocares para la parte de la Hospedería, la parte trasera del complejo, donde se celebrará la Santa Misa. Durante el trayecto se ven más guardias civiles a caballo, furgones grandes, docenas de coches patrulla, ambulancias, protección civil. Según dicen hay trescientos desplegados.

La megafonía del Valle advierte a los asistentes que la Misa se ha retrasado para facilitar la entrada del mayor número de creyentes. La Guardia Civil ha situado controles en los accesos. Por lo que se reza el Santo Rosario.

Por diferentes testimonios la Guardia Civil cierra el recinto impidiendo la entrada a cientos de coches.

Después de casi una hora se celebra la Santa Misa  y en un momento aparece una pancarta y, en un abrir y cerrar de ojos, la Guardia Civil la recogió. Algunos asistentes gritaron algo. Pero el maestro de ceremonias, un benedictino con voz firme y potente dijo: Estamos en Misa y aquí se viene a rezar. Ni gritos, ni aplausos. A rezar y silencio.


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