Finalizando la década de los 50, la construcción en Cuelgamuros estaba en su máxima ebullición, y la Cruz estaba ya muy avanzada. Las esculturas de los evangelistas y las virtudes cardinales de la base de la Cruz eran colocadas con esmero por los operarios de Juan de Ávalos.
En una de las habituales visitas de inspección del General Franco, este quedó pensativo ante la colosal escultura del evangelista Juan, que acaba de ser colocada en su sitio. El escultor había dotado a la figura de una larga barba representando a un hombre anciano.
Franco, que era muy suyo, mostró desde el comienzo su absoluta disconformidad ante este hecho y solicitó del arquitecto de la obra, D.Diego Méndez, que la cabeza del anciano evangelista fuera sustituida por la de un hombre joven y dinámico pues, decía, así describía el Nuevo Testamento a Juan el Evangelista.
Modeló pues el escultor una nueva cabeza para "su" San Juan, que una vez lista sustituyó a la anterior.
[el escultor Juan de Ávalos comentó este tema en una entrevista en la TV local de Badajoz, Telefrontera. Si quiere ver el corte de video haga click aquí]
Los bloques de Calatorao que conformaban la cabeza sustituida fueron a parar a una cuneta de la carretera de circunvalación del monumento, en espera de que el Consejo de Obras del mismo decidiese una mejor ubicación o destino. Ocurrió sin embargo que las piedras cayeron en el olvido, finalizaron las obras, el monumento fue inaugurado y el Consejo de Obras desapareció dejando paso ,más tarde, a Patrimonio Nacional.
El escultor de la obra y más tarde, a su muerte, la Fundación que lleva su nombre solicitaron formalmente a Patrimonio nacional la recuperación de la escultura con el fin de limpiarla y darle un adecuado destino. La respuesta fue siempre la misma: el silencio. Es decir, para Patrimonio Nacional la existencia de una obra de arte abandonada en una cuneta no es motivo de acción alguna.
Analizando este precedente, tenemos todo el derecho de mundo a no creer en las buenas palabras de Patrimonio respecto al desmontaje de la Piedad. Con ejemplos como este queda claro que el Valle de los Caídos importa realmente muy poco desde el punto de vista conservación.
Las imágenes que siguen a este texto, hasta ahora inéditas, confirman nuestros temores.