Desmontaje de la estatua de Franco.


Lanzadas a moro muerto

 

Por José Vilas Noriega.

 
«La noticia mala es que estamos gobernados por unos miserables, cuyo objetivo es acabar con la derecha democrática. La noticia buena... No hay noticia buena»
Ornato de la ciudad y aliviadero de las palomas urbanas son, al cabo, las funciones más relevantes de las esculturas, bronces estáticos (los dinámicos son las campanas) que puntúan calles, plazas y parques públicos. Primariamente son también homenaje a personajes del pasado, mayormente políticos, que la miseria del oficio requiere de mucho aparato para su disimulo. Incluso homenaje a personajes del presente, cuando los políticos son despóticos o los personajes representados tan vanidosos que no han podido esperar a morirse.
Pero los homenajes en vida suelen ser menos minerales. Uno de éstos le acaban de dedicar a Santiago Carrillo. Y el soviet que nos gobierna le ha regalado la retirada de una estatua de Franco. Valerosa y ejemplar lanzada al moro muerto. No la extrañaré yo, que no soy vecino de Madrid, y aún en mi pueblo suelo andar cabizbajo, sin perspectiva para reparar en estos erguidos monumentos. Tampoco han de extrañarla las palomas que podrán defecar sobre los bronces de Largo Caballero e Indalecio Prieto, vecinos del ahora desterrado.
 
Por eso, más que la estatua me interesan las circunstancias de su retirada. Creo que es Chateubriand quien describe el ingreso en un salón parisino de Talleyrand del brazo de Fouché, como el del vicio apoyándose en el crimen. Y como la historia se repite, como caricatura, dijo Marx, Peces Barba y Carrillo repitieron a Talleyrand y Fouché. Don Gregorio, muy profesoral, definió los buenos, los menos buenos y los malos. Don Santiago arrastró, con la donosura que lo caracteriza, todos sus crímenes, desde Paracuellos al menos cruento asesinato del Partido Comunista de España. Es lógico que por este último le deban gratitud los socialistas. Hay con todo un Carrillo bueno (es decir, malo para Peces Barba), el de la política de la "reconciliación nacional" y el de la transición, de cuya obra él y Adolfo Suárez fueron principales artífices. Pero no fue éste el homenajeado. Este acto marca el fin de la transición, no como culminación de un proceso, sino como traición a él. La izquierda española (incluidas "comunidades nacionales", nacionalidades y regiones) es rufianesca por naturaleza, como el escorpión de la fábula es asesino, tan ajena al honor como a cualquier comprensión del interés nacional. Es bueno que no lo olviden quienes se hallen en ocasión de pacto con ellos.
 
La anciana (que diría Francisco Umbral) vicepresidenta manifestó que no hay consenso para mantener la estatua de Franco. Y durante los catorce años de gobierno de Felipe González, ¿había consenso? ¿Cómo sabe que ahora no lo hay? Por medios humanos es imposible saberlo, pues no se ha preguntado. Ni siquiera el alcalde de Madrid sabía que se iba a retirar la estatua (un buen ejemplo de “legalidad revolucionaria”, el de su retirada). Y para que menos se supiese la operación se hizo de noche. Sólo cabe una explicación sobrenatural de la certidumbre de la vicepresidenta. A ella y a las otras ministras, pastorcitas de Fátima, habillées en Vogue, y al presidente y a los otros ministros, pastorcitos de Fátima, con mejores trajes que almas, se les habrá aparecido la Pasionaria en carne mortal, y con tierna sonrisa revolucionaria les habrá dicho: no hay consenso, y Santiago, aunque haya sido un algo barbián, se lo merece: retirad la estatua.
 
Dicho y hecho. Pero no se debe abusar de lo sobrenatural y la señora Pasionaria, sin duda, tiene más cosas que hacer que ilustrar al gobierno zapateril todo el tiempo. Por cierto, doña Dolores Ibarruri, aprovechando su condición vasca podría hacernos el favor de aparecérsele a Ibarreche, pues la hagiografía progre cuenta y no para de la recia españolidad de esta señora. Un soponcio sobrenatural parece el único remedio para los del PNV. Pero, como iba diciendo, no se debe abusar de lo sobrenatural. Por tanto, el Gobierno de Zapatero, tan reluctante a gobernar como preocupado por la imagen, debería organizar las oportunas consultas sobre el grado de consenso que suscitan las estatuas de nuestras ciudades, villas y aldeas. Tendría en que ocuparse toda la legislatura, y si sale reelegido, en las legislaturas siguientes. ¿Hay consenso para la estatua de Largo Caballero, para la de Indalecio Prieto, para la de Cánovas, para la de Narváez, para la de los Reyes Católicos, para la de Alfonso X el sabio, para la de Alfonso el Casto, etc.? Bien pudiera acontecer que alguna de estas estatuas no alcanzasen consenso en la ciudad de su actual emplazamiento, pero sí en otra, con lo cual, en lugar de recluir en lúgubre almacén a la estatua desconsensuada podría ser trasladada de lugar, con notable beneficio de la industria del transporte y otros inducidos, fácilmente imaginables. Como en las cercanías de mi casa no hay ninguna estatua supongo que las palomas de la vecindad agradecerían aunque fuese una de Franco. Nunca sería lo mismo para ellas que poder cagar sobre un bronce de Largo Caballero, que debe ser placer orgásmico para cualquier paloma buena, como Peces Barba. Pero, entre las palomas, como entre los cristianos, siempre las ha habido con más y menos fortuna.
 
En fin, la noticia mala es que la izquierda, y sus compañeros de viaje, congregada en el homenaje a Carrillo, está otra vez instalada en la guerra civil. La noticia buena es que el bando opuesto está magro de efectivos: sólo unos pocos cientos de personas reivindicaron a Franco. La noticia mala es que estamos gobernados por unos miserables, cuyo objetivo es acabar con la derecha democrática. La noticia buena... No hay noticia buena. La menos mala es la esperanza de que estos vividores del común, millonarios en fraude de ley, artistas, profesores y periodistas por méritos de partido, políticos cínicos y venales, alguno de los cuales ya fueron franquistas antes que carrillistas, por miedo a perder sus privilegios, se limiten a dar lanzadas al moro muerto. Y nos dejen algo tranquilos a los “malos”, que somos muchos y les pagamos sus vicios.

® Libertad Digital. 18 de Marzo de 2.005.-

© Generalísimo Francisco Franco. 18 de Marzo de 2.005.

 


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