Homenaje
y desmontaje.
«La España que fue
franquista se nos ha ido llenando de antifranquistas
retrospectivos que corrían delante de los grises y soñaban
con romper a martillazos las estatuas del dictador» |
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Qué noche la de aquel día. Parecía la noche de los muertos
vivientes, pero, quia, era la noche de los valientes. La noche
en la que se homenajeaba a un carcamal y se desmontaba la
estatua de otro. La noche para ponerse a contar cuántos cadáveres
tenía cada cual en su armario. No sólo los cadáveres reales
que lleva a cuestas Carrillo y se llevó a la tumba Franco,
sino también los metafóricos que esconden tantos personajes
que ahora se cosen entorchados de antifranquista con los hilos
que les enhebra el PSOE.
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En tiempos de la dictadura, sólo los tontos se dedicaban, cuando se
dedicaban a algo, a atizarles con pintura, pedradas o cócteles
Molotov, a las estatuas y símbolos del franquismo. Había otras
tareas más importantes que aquellas acciones de rabieta infantil y
absoluta intrascendencia para la lucha contra el régimen. Sólo a
personas que no estuvieron dando el callo aquellos años puede ocurrírseles
exhibir de modo tan risible y extemporáneo su oposición al dictador.
Pero es que pasaron de Franco, gran hombre, a Carrillo, ese hombre.
Pasaron de la camisa azul a la bandera roja o a la del mejor postor.
Pasaron del conformismo con la dictadura a la izquierda con visos de
llegar al poder. Y no pierden ocasión de limpiar su pedigree.
De falsificarlo, si es preciso.
La España que fue franquista se nos ha ido llenando de
antifranquistas retrospectivos que corrían delante de los grises y soñaban
con romper a martillazos las estatuas del dictador. La de estos
conversos es una pulsión comprensible. Menos lo es la de quienes
militaban en la izquierda, aceptaron la reconciliación y desde hace
algún tiempo, arengan contra lo que llaman la amnesia de la Transición.
No hubo tal. El tránsito de la dictadura a la democracia fue como fue
por el impacto del recuerdo de la Guerra y la posguerra. La mayoría
no quería abrir esa caja de los truenos. Y no se abrió.
El PSOE lleva unos años destapándola. Y no sólo porque estuviera missing,
como los conversos, en los peores años de la dictadura, que también.
Es que intenta resucitar al enemigo. Repescar el viejo guión
de buenos y malos con el que una izquierda anquilosada solventa la
historia de la Guerra y la historia entera de España. Identificar a
la derecha con el franquismo para deslegitimarla. Hacernos creer que
hemos tenido franquismo hasta que ha llegado Zetapé. Y recuperar su
peculiar memoria histórica para hacernos olvidar. Para que el velo de
la amnesia tape el recuerdo de los trece años de infamia del
felipismo. El PSOE quiere embarcarnos en un viaje al pasado remoto
para que borremos el suyo, tan reciente como elocuente.
Paso a paso, golpe a golpe, el socialismo gobernante nos lleva por el
túnel de la risa al año cero de la Transición. Dentro de nada, o
sea, ya mismo, sonará el único éxito de Supertramp, Crisis, what
crisis?, que aderezaba las ondas cuando acabábamos de salir de la
dictadura, y la repetición de la historia se habrá completado al
modo en que previera Marx. Como farsa. Más que nunca. Con Bono regalándoles
soldaditos de plomo a los ministros y ZP obsequiando a Carrillo con la
estatua ecuestre de un dictador muerto en la cama treinta años ha.
® Libertad
Digital. 18 de Marzo de 2.005.-
© Generalísimo Francisco Franco.
18 de Marzo de
2.005.