«Generalísimo Zapatero»

Reproducimos a continuación por su interés el editorial publicado ayer por el diario «The Wall Street Journal Europe»

«En los últimos meses, José Luis Rodríguez Zapatero se comprometió repetidamente a cambiar el rumbo de la política exterior. Sin embargo, ha supuesto una sorpresa que el nuevo Presidente quiera retroceder hasta la era de Franco. Zapatero ordenó el domingo, un día después de la ceremonia del juramento de su cargo, la retirada de Iraq de los 1.430 soldados españoles. Dice que su electorado quiere que las tropas vuelvan a casa, pronto. Quizá sea así. El trauma del 11-M activó a los votantes socialistas, que hasta entonces habían tenido pocas esperanzas de que su partido alcanzase el poder. Pero la precipitada jugada de Zapatero está más relacionada con el aislacionismo y, sí, el anti-europeísmo que caracterizó a Francisco Franco durante cuatro décadas de poder. Parece que el viejo grito del Generalísimo de que «Europa termina en los Pirineos» se volverá a oír en Varsovia, Roma, Londres, La Haya, Copenhague y las otras capitales que enviaron tropas. La apresurada retirada española deja a estos europeos, pero especialmente a los polacos, en la estacada. Las tropas españolas han servido honrosamente en el contingente bajo el mando polaco del sur de Iraq. España ha roto filas justamente dos semanas antes de la fecha programada para que la UE dé la entrada a Polonia y otros nueve nuevos miembros. Los 10, con excepción de los diminutos Eslovenia, Malta y Chipre, enviaron soldados a Iraq. Incluso los diplomáticos franceses y alemanes, alegrándose en secreto de la salida del palacio de la Moncloa del autoritario José María Aznar, se quedaron estupefactos ante el súbito giro que ha dado a la política española su sucesor. Otro tanto hay que decir del compromiso español con otra institución occidental por la que Franco sentía enorme desdén: la OTAN. Las tropas españolas han sido arrancadas de un tirón de zonas de combate con escasa coordinación con los mandos aliados, según fuentes dignas de crédito, poniendo en peligro las vidas de iraquíes y de otras tropas de la coalición. Por el momento, las consecuencias de la decisión de Zapatero las sentirán principalmente los iraquíes de la zona que rodea las ciudades de Nayaf o Diwaniya, que agradecían la ayuda de los españoles al proporcionarles seguridad para la reconstrucción. Los españoles, más que la mayoría de los europeos, deberían entender la difícil transición de la dictadura a la democracia. Tras la muerte de Franco en 1975, España recibió una enorme ayuda de la UE y la OTAN. Los iraquíes solo piden una ayuda parecida.
   Los socialistas tampoco pueden afirmar con credibilidad que su lucha contra el terrorismo en casa no tenga relación con Iraq. Los investigadores españoles descubrieron vínculos entre la célula terrorista de Madrid y Abu Murab al- Zarquewi, un jordano que, según creen los altos mandos estadounidenses, dirige la campaña terrorista de Iraq. Zarquewi probablemente tuvo participación en la muerte de 11 soldados españoles en Iraq, así como en la de los 191 ocupantes de los trenes del 11-M. Pero en vez de combatir el terrorismo en sus raíces en Iraq, Zapatero ha optado por la retirada. El nuevo Gobierno está intentando disfrazar la retirada de democracia en funcionamiento, o de compromiso ilustrado con algún proceso imaginario de la ONU. Cualquier cosa con tal de evitar la conclusión evidente de que el terrorismo funciona. Pero Al Qaeda no va a picar el anzuelo. El apaciguamiento no está en la mente del intimidador sino en la del intimidado. Zapatero da la impresión de que, al igual que Franco, cree que España puede esconderse en su concha y apartarse de los problemas del mundo. La nota de anti-americanismo recuerda también los tiempos de Franco. La política de aquella era no le hizo bien a España.
   Pensar que un país puede escabullirse de la lucha es un espejismo especialmente peligroso en el mundo de hoy, en el que el extremismo amenaza igualmente a todas las democracias. En ocho años Aznar labró un papel sin precedentes para España en una UE y OTAN en expansión, y también en Latinoamérica y Norteamérica. Los españoles no siempre se sintieron cómodos en el punto de mira, pero la España de Aznar tenía influencia. Puede que Zapatero quiera explicar a sus votantes cómo va a servir a sus intereses el convertir a España en un jugador de segunda. Si las consecuencias de su cambio de rumbo se pudieran limitar a las fronteras españolas, el resto del mundo no tendría razones para preocuparse. Pero la huida del peligro de Zapatero incrementa el riesgo de todos. Los terroristas que capturaron japoneses e italianos claramente estaban convencidos de que les costaría poco -y España lo ha demostrado- conseguir que otros aliados se larguen corriendo. Tras haberse demostrado su eficacia en Madrid, seguro que se vuelve a intentar el terrorismo en tiempo de elecciones. Zapatero, cuyo abuelo fue fusilado por un pelotón de Franco, llega a su cargo con escasa experiencia. A lo mejor aprende con el tiempo. Pero su primera gran maniobra de política exterior devuelve a España a una era que sus aliados creyeron erroneamente que había sido enterrada para siempre».

La Razón. 21 de Abril de 2.004.-


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