Ante unas nuevas elecciones, dicen que "La resistencia sigue"


Por Pablo Gasco de la Rocha. 17/11/2011.


En el contexto de una España que se descompone a diario, donde la situación economía está a punto de hacer reventar la paz social y el orden político está apuntalado por una Constitución que es un contrasentido jurídico-político que ni el propio Tribunal Constitucional es capaz de solucionar (Sentencia 32/1981, de 28 de julio), por cuanto admitiendo la superioridad del Estado, al mismo tiempo entiende que dicha superioridad no puede entenderse como una relación de supra-subordinación de las Comunidades Autónomas respecto al propio Estado. El lema de convocatoria del próximo 20-N no puede ser más negativo: "La resistencia sigue".

¿A qué clase de resistencia se refieren?

Desde la dimensión conceptual del término resistir podemos establecer acepciones que se me antojan opuestas. En primer lugar, resistir tiene que ver con tolerar, aguantar o sufrir una situación, porque no queda más remedio o porque se acepta en aras de que finalmente, y por arte de milagro, se reconvierta a mejor. En segundo lugar, resistir es también combatir, esto es, atacar, impugnar o, más propiamente para el tema que nos ocupa, agitar efectos y pasiones para reconvertir una situación que apreciamos mala.

Centrándonos en estas segunda acepción de la palabra resistir, que es, entiende, la que nos importa reseñar, se impone una solución de urgencia. Y lo primero es posponer todo personalismo, e ir directamente hacia la convergencia política con un coordinador de suficiente prestigio y una alternativa nacional-popular de la que dimanen determinantes propuestas políticas.

La clásica pegada de carteles pone nuevamente en marcha la maquinaria electoral. Comienza la cuenta atrás para las Generales, y una vez más la presencia de una fuerza nacional unitaria, popular y patriótica estará ausente del debate político, aunque no de algunas cenas y comidas con el impertinente orador de turno que clamará ante un auditorio escaso aquello de "prietas las filas". Con todo, no estamos en un momento adecuado para eso, sino para pensar en el verdadero significado de esa ausencia. Máxime, cuando los sondeos de opinión constatan electorado suficiente. De ahí que se imponga una buena dosis de autocrítica sobre los condicionantes que han jugado a nuestra contra. Porque de lo que se trata es de afirmar razones que resultan compartidas y apreciadas por una inmensa mayoría de nuestros compatriotas.

No hay, que yo sepa, ningún estudio sociopolítico sobre la incapacidad de las llamadas fuerzas nacionales, en realidad grupúsculos de amigos, para conseguir una unidad y participar en el debate político, pero el sentido común indica que se trata de una incapacidad que denota una persistencia en los errores, defectos o maldades propias, que en ningún momento de este largo periplo se han subsanado, corregido o superado, y la ausencia de un líder capaz y suficiente que de haber existido, se hubiese tenido esa atinada percepción. Ahora bien, lo que es innegable es la teatralidad que han tendido y tienen muchas de las puestas en escena, que a medida que uno asiste al espectáculo va descubriendo que muchas de sus propuesta no son posibles.

Frente a esta razonable explicación, los distintos grupúsculos que han ido quedando de lo que en su día fueron determinadas formaciones políticas, en vez de unirse han optado por la huida hacia adelante, por la demagogia, por la delegación de responsabilidades, en este caso, en el Partido Popular; en definitiva,  en no asumir la tarea del patriotismo. Aunque lo que más sigue sorprendiendo es la ausencia de autocrítica que permite, incluso, la expulsión de quienes desienten, pues lo contrario sería una muestra de madurez y patriotismo tras casi treinta años para alegría del sistema. Con todo, no siento animadversión alguna por ninguno de estos grupúsculos inoperantes que sobreviven con apenas presencia y visibilidad. Simplemente no les sigo, y menos aún, sus espectáculos de menguada altura.

Todas esta cuestiones constituyen problemas lo suficientemente graves para justificar un nuevo rumbo político a través de una alternativa de "Derecha Nacional", por cuanto las opciones políticas que han gestionado el llamado mundo nacional-patriótico desde la Transición están agotadas en sus propuestas y son incapaces de responder a los nuevos retos que tenemos planteados.

Es, y debe ser, la hora sobre ese posibilismo posible y necesario. Una hora demasiado tiempo pospuesta, pero que no puede demorarse más. Porque lo importante es su irrupción en el ruedo político, no como grupo marginal sino como fuerza decisiva para remover las conciencias y evidenciar los problemas que están ahí, denunciando a quienes los han generado e intentan ocultarlos. Es la hora de esta alternativa pospuesta que si por su origen político podemos situar a la derecha, enarbola un programa trasversal y populista a favor del pueblo y la nación.

Sólo desde estos argumentos me cabe admitir lo de... "La resistencia sigue".


 

Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com