Notas de la Memoria y la Lealtad

 

Pío Moa, o el camarada "Verdú"


Por Pablo Gasco de la Rocha, 24/04/2010.


Del Maquis al Grapo: breve apunte del empleo del terrorismo como método de acción política por el Partido Comunista de España.

Al terminar la guerra contra la canalla roja, que además la perdían matándose entre ellos, y tras el anuncio del último parte de guerra fechado el 1 de abril de 1939 que anunciaba la ansiada Victoria, España se dispuso a realizar su rectificación histórica bajo la dirección indiscutida e indiscutible de Franco. Pese a todo, muchos peligros se cernían aún sobre España, no siendo el menor de ellos el peligro comunista, toda vez que Stalin, crecido como socio de los aliados, intento por todos los medios que se invadiera España so pretexto de considerar su régimen de tirano. Pero no siendo posible tal pretensión por el reconocimiento que Estados Unidos, Francia e Inglaterra hacían al régimen español, los comunistas optaron por lo que mejor sabían hacer, por el terrorismo. Así, de esta forma, surge el llamado fenómeno del “Maquis”. Cuyo origen se remonta a los últimos meses de la guerra, cuando ante el avance del Ejército nacional contingentes del Ejército rojo van echándose al monte para huir o para hostigar a las fuerzas nacionales. Pasando posteriormente a convertirse en un fenómeno que agrupo a desertores, asesinos convictos huidos de las cárceles y simples buscavidas que se fueron acomodando a aquel modo de vida. 

Estos grupos dispersos entre sí, que actuaban preferentemente en zonas de montaña (Asturias, León, Cataluña y Galicia), fueron el germen de las posteriores agrupaciones guerrilleras-terroristas monopolizadas por el Partido Comunista de España (PCE) como forma de obtener todas las posibilidades que esta lucha le ofrecía para la consecuencia de sus fines.

La muerte de Stalin en 1953, que inicia un periodo de deshielo en el panorama internacional, y el ingreso de España en la ONU en 1955, cambia la estrategia comunista. De esta forma, y tras una autocrítica dentro del PCE, se articula la nueva táctica operativa, la infiltración. Los objetivos iban a ser la Iglesia, la Universidad y el mundo laboral, preferentemente el sector de la minería y las grandes fábricas industriales. Es la década de los años sesenta. La época de la consolidación política de España a nivel internacional y de su pujante desarrollo que marcara su gran bonanza económica con un superávit de nuestra balanza de pagos, aspecto tan primordial en las economías de las naciones, y el aumento sobresaliente de la producción industrial. Cuyo dato más significativo fue que la peseta pasó a ser una moneda fuerte gracias al establecimiento de una paridad real, lo que le valió a España la calidad de miembro de pleno derecho de la OCDE.

Pero la nueva táctica, el abandono de la lucha guerrillera por la de la infiltración, pone sobre el tapete infinidad de controversias en el seno del PCE controlado por su secretario general, Santiago Carrillo, que desde su puesto de dirección se irá cargando a quienes se muestran díscolos con la nueva estrategia, siendo el caso más aparente el de Julián Grimau. Un convicto de la guerra de Liberación en la que actúa como policía de checas en Barcelona, huido antes de que terminara la guerra a Méjico vía Francia y al que durante años ocultó el PCE bajo identidad falsa en Cuba, a fin de utilizarle durante años como enlace con el maquis. Pero al que Santiago Carrillo envió a España, previó aviso a la Brigada Político-Social.

Con todo, aunque la infiltración se impone a raíz de la postura política “euro-comunista” propugnada por el Partido Comunista francés y el italiano, el abandono del terrorismo como táctica política nunca se abandono en el seno del PCE. Pues, consciente de que la transición a la muerte de Franco no les auguraba una buena posición, querían asegurársela mediante el empleo de la violencia. De esta forma surge el GRAPO (Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre), organización guerrillera marxista-leninista-revolucionaria cuyo objetivo era implantar la Dictadura del Proletariado en la España de la “Paz y la Prosperidad”, que inicia su actividad terrorista con el asesinato de cuatro policías nacionales a los que dieron muerte alevosamente como respuesta a las cinco ejecuciones que con “arreglo a Derecho” se habían dictado en tribunal competente, con todas las garantías jurídicas y procesales, contra tres miembros convictos del FRAP y dos de ETA

Cinco policías, cinco hombres jóvenes con familia, esposa e hijos, que dejaron sus vidas en el asfalto de las calles de Madrid. Mientras sus asesinos pronto gozarían de la libertad, y años después de todo tipo de prebendas (1).  

Pues bien, entre aquellos bárbaros asesinos que con premeditación, alevosía y ensañamiento actuaron aquel fatídico día estaba nuestro ponderado Pío Moa. Miembro fundador de los GRAPO, que no se acogió a la generosa Amnistía que el Gobierno de aquel entonces le ofreció a él y todos sus compañeros, pues todavía, seguro, no se había cansado de matar, pero que finalmente fue expulsado del grupo terrorista por discrepancias de matiz político. Con lo que es de prever, que de no haber sido expulsado su camino hubiese sido otro.

Tras estudiar periodismo e historia a costa de nuestro presupuesto y del presupuesto de la familia del policía al que asesino, el bueno de Pío empezó a cambiar de lado. Y hasta tal punto lo ha hecho, que hoy Pío el graposo goza de todo el respeto de la libertad digital, de los biempensantes y hasta de muchos del “mundo azul”. Lo que sin duda dice mucho de todos ellos. Aunque mucho más de este individuo, de este advenedizo que hoy se luce hasta pendenciero, pues, como cuando era el camarada “Verdú”, su mayor pecado es su ego.

Con todo, dos cosas son ciertas. Que el camarada “Verdú” no dice nada que no se sepa y debiera saberse, pues en un porcentaje importante lo que hace es fusilar lo que ya se había dicho y publicado. Y que su notoriedad como historiador-propagandista se debe a que en la España de Franco, por desgracia, no se ejercía la ideologización de la masa.

 

(1) Pío Moa o el camarada “Verdú” –como quedo de sobra demostrado en el juicio que se le siguió- fue quien asesinó a uno de los policías, al que tras disparar y comprobar que no había muerto, golpeó la cabeza con la culata de su pistola hasta destrozarle el parietal del cráneo.


 

Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com