Antonio Garrigues Walker da la razón a José Antonio.


Por Pablo Gasco de la Rocha, 06/08/2009.


(“Última advertencia”, La Tercera, ABC, 22-6-2009)

Propongo que el citado artículo se lea con el detenimiento que sin duda merece y la enjundia que encierra, dos percepciones que se le escaparon al director del ABC. Pues, de lo contrario, no lo hubiera publicado, ya que pone en solfa todo el sistema que sustenta la Monarquía liberal, al que el destacado político -miembro del Comité ejecutivo de la Comisión Trilateral entre otros cargos en instituciones nacionales e internacionales-, Antonio Garrigues Walker, define como de “absolutamente límite”. A la par de calificar de “proceso leucémico” la enfermedad que padece España, como advirtiera hace mucho tiempo don Blas Piñar en el marco incomparable de un 20-N.

Dice Garrigues, uno de los grandes teóricos del liberalismo:

“Ya se han celebrado unas elecciones (…), que anulaban de raíz toda posibilidad de acuerdo porque en el período electoral –cualquiera que sea su ámbito- los partidos políticos entran en un proceso de locura y desenfreno que les incapacita para actuaciones coherentes y sensatas. (…) Es culpa de una dinámica perversa que tolera e incluso alienta todo género de afrentas y abusos a la virtud de la objetividad y legaliza –esa es la expresión correcta- comportamientos sectarios absolutos y fanatismos verdaderamente tragicómicos.

(…) Todavía quedan unos cuantos días de enfrentamiento dialéctico cansino entre los que no reconocen la dimensión de su derrota y los que exageran el valor real de su victoria. El único riesgo podría estar en el juego o en la manipulación que puedan hacer los partidos políticos mayoritarios con el resto de los partidos políticos en cuanto a mociones de censura o de confianza, lo que podría mantener el clima electoral sine die.”

Dijo José Antonio muchos años antes:

“Un hombre dotado para la altísima función de gobernar, que es tal vez la más noble de las funciones humanas, tenía que dedicar el ochenta, el noventa o el noventa y cinco por ciento de su energía a sustanciar reclamaciones formularias, a hacer propaganda electoral, a dormitar en los escaños del Congreso, a adular a los electores, a aguantar sus impertinencias, porque de los electores iba a recibir el Poder; a soportar las humillaciones y vejámenes de los que, precisamente por la función casi divina de gobernar, estaban llamados a obedecerle; y así, después de todo eso, le quedaba un sobrante de algunas horas en la madrugada, o de algunos minutos robados a un descanso intranquilo, en ese mínimo sobrante es cuando el hombre dotado para gobernar podía pensar seriamente en las funciones sustantivas de gobierno.

(…), porque el sistema funciona sobre el logro de las mayorías, todo aquel que aspira a ganar tiene que procurarse la mayoría de los sufragios. Y tiene que procurárselos robándolos, si es preciso, a los otros partidos, y para ello no tiene que vacilar en calumniarlos, en verter sobre ellos las peores injurias, en faltar deliberadamente a la verdad, en no desperdiciar un solo resorte de mentira y de envilecimiento. Y así, siendo la fraternidad uno de los postulados que el Estado liberal nos mostraba en su frontispicio, no hubo nunca situación de vida colectiva donde los hombres injuriados, enemigos unos de otros, se sintieran menos hermanos que en la vida turbulenta y desagradable del Estado libera.”

En cuanto a la propuesta, dice Antonio Garrigues:

“El pacto político que exige la ciudadanía española –mucho más importante que la política fiscal, monetaria o financiera- para afrontar cualquier problema, sea del orden que sea es lograr un cambio de actitud. Hay que lograr una vez más que el conjunto de la sociedad española esté dispuesta a colaborar en la búsqueda de soluciones, superando el torpe debate entre optimistas irresponsables (izquierda) y catastrofistas por estrategia (derecha). Necesitamos dar el salto a la sensatez, a la racionalidad e incluso a un cierto idealismo.

(…) Estas son la ventajas de un pacto general, que el estamento político tiene que asumir e impulsar desde ahora mismo la credibilidad que ha ido perdiendo como consecuencia de su excesiva radicalización, su alejamiento de las realidades y la tolerancia frente a un proceso de corrupción que empieza a tener características leucémicas.”

Dijo José Antonio el 29 de octubre de 1933:

“El movimiento que hoy, que no es de partido, sino que es un movimiento, casi podríamos decir un antipartido, sépase desde ahora, no es de derechas ni de izquierdas.

(…) La Patria es una unidad total, en que se integran todos los individuos y todas las clases; la Patria no puede estar en manos de la clase más fuerte ni del partido mejor organizado. La Patria es una síntesis trascendente, una síntesis indivisible, con fines propias que cumplir; y nosotros lo que queremos es que el movimiento de este día, y el Estado que cree, sea el instrumento eficaz, autoritario, al servicio de una unidad indiscutible, de esa unidad permanente, de esa unidad irrevocable que se llama Patria.”

Tanto derroche de energías, tantos medios empleados y tanta palabrería liberal para terminar en lo que ya sabíamos. A saber, que la democracia es un sistema ruinoso que trae consigo la pérdida de la unidad física y espiritual de los pueblos… Seguimos teniendo razón, porque la razón no se pierde, y eso es, precisamente, lo que debe animarnos


 

Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com