Maldito sea el pueblo que olvida a sus héroes ...
Por
Fernando González de Canales. 07/12/2008.
Así comienza nuestro artículo, dedicada en su totalidad a todos aquellos desconocidos que quedaron en las llanuras heladas de Rusia por la defensa de un ideal ahora mal visto y ocultado por los poderes bienpensantes y “buenistas” de la democracia. Lo dedicamos a la 250. Einheit Spanischer Freiwilliger de la Wehrmacht , más conocida como la División Azul (Blaue Division, para el ejército alemán). En ella, un puñado de hombres, de jóvenes idealistas, fueron a Rusia para combatir el comunismo y luchar por una Europa como ellos concebían: humanista, unida, fuerte, justa y cristiana. Ello les exigía en ese momento crucial de la Historia entregar sus vidas lejos de su tierra para defenderla del comunismo herético contra el que ya lucharon en su Patria. En definitiva, fueron a “devolver la visita a los rusos, por educación”.
La División 250 sirvió en el frente ruso a partir de 1941 (y oficialmente hasta 1943) en el bando alemán. Destacamos la palabra “oficialmente” puesto que hubo muchos españoles que se negaron a volver a España una vez que el Jefe del Estado, el General Francisco Franco, ordenase el retorno de la Blaue Division en 1943, cuando el curso de la guerra iba por otros derroteros a los esperados en un principio. La División Azul regresó a casa y la frontera entre España y Francia fue cerrada a cal y canto. La Historia había dictado sentencia y el Generalísimo no estaba dispuesto a que España sufriese las consecuencias de la victoria aliada en Europa sobre el Eje. España lo primero. Puede que haya gente que critique la decisión de Franco, pero la responsabilidad de dirigir el timón de la Patria exige tomar decisiones que no gustan a todos, ni siquiera al propio Caudillo. Aún así, un puñado de idealistas, comandados por Miguel Ezquerra, y arriesgándolo todo, quisieron combatir hasta el final junto a sus camaradas europeos, llegando incluso a defender el edificio de la Cancillería en el Berlín asediado por los rusos. Una historia apasionante pero que ahora no nos ocupa.
Nuestra obra se centrará en las conclusiones que el que firma saca de las largas charlas y conversaciones con mi tío Guillermo, un licenciado en Medicina y Veterinaria de 94 años, y que fue testigo presencial de los hechos relatados en esta obra cuando tuvo el orgullo y el honor de servir en la gloriosa y heroica División 250 entre junio de 1941 y septiembre de 1942. Nuestro protagonista combatió en la batalla del Lago Ilmen, un lugar con una extensión de 2.200 kilómetros cuadrados. Se encuentra al sur del Lago Ladoga y unido a éste por su principal emisario que es, precisamente el Río Volchov.
La historia es la
siguiente: A comienzos de enero de 1942,
alrededor de medio millar de hombres de la 290 División alemana fueron atacados
por el 71 Batallón de Esquiadores soviéticos en la aldea de Wswad, al sur del
Lago Ilmen. Y la compañía de esquiadores españoles es la encargada de acudir
en su ayuda. Un total de 206 soldados, provistos de 60 trineos, comienzan su
marcha en la noche del 10 de enero desde la costa norte del Lago Ilmen.
Solamente 30 kilómetros les separan de sus camaradas alemanes sitiados. El
problema residía en que para llegar a la aldea hay que atravesar todo el lago:
un terreno helado que está repleto de desniveles, grietas y muros de hielo
infranqueables. Asimismo, las temperaturas son bajísimas, fuera del lago los termómetros marcan 33º bajo cero. Pero dentro
del lago, de madrugada y bajo un viento gélido, la Compañía
tiene que soportar temperaturas de hasta 50º bajo cero. Este es el
panorama que mi tío Guillermo se encontró y vivió en primera persona.
¿Qué es lo que hace que un puñado de hombres decidan largarse a Rusia nada más acabar la guerra en España?... “YO CREO QUE ESTA ALZADA LA BANDERA”. Eso nos dijo el mejor hombre de España (José Antonio Primo de Rivera) aquel 29 de octubre de 1933 (fundación de Falange Española en el teatro de “La Comedia” en Madrid); esa voz que así habló fue alevosamente silenciada a balazos, pero la bandera anunciada continuó alzada. ¡Siempre alzada! Quizás ese espíritu de combate hizo que muchos decidiesen hacer el petate y combatir en aquel territorio desconocido y sombrío llamado Rusia. La situación es comparable a la que se encuentran Frodo y Sam cuando van, como portadores del Anillo, hacía la Tierra Oscura, en El Señor de los Anillos, de Tolkien. Fueron para salvar la civilización del hombre, apunto de ser machacada por la fuerza invasora de los orcos. Algo parecido pasó con los voluntarios que fueron a Rusia, a esa “tierra negra” desconocida para salvar a Europa del individualismo marxista.
Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com