Franco ... ¡Socorro!


Por Jaime Miguel Tur, antiguo Sargento Legionario. 27/11/2008.  


¡Paco! ¿Qué pasa?  Aquí me tienes otra vez repitiendo lo ya dicho en otra ocasión. Y con esta  son ya seis las ocasiones que he reclamado tu ayuda y tú como si ná. ¿Tan atareada y absorbente sigue siendo la cosa celestial? ¿O es que la gestión del papa Clemente del Palmar de Troya consagrándote santo no surtió efecto? Aunque a decir verdad, por la poca atención que me prestas, la misma que Dios al Papa, ninguna, deduzco que sigues estando en el cielo y, por tanto, te debes a la norma celestial de no hacernos ni puñetero caso. ¿A que sí? 

Sabes -es la segunda vez que te lo digo-,  tengo la sensación de que el jefazo está tan asqueado, por los hediondos efluvios que le llegan de las cuadrillas de mangantes que gobiernan esta desconocida España, que ha ordenado un alejamiento de nosotros a velocidad  supersónica, y que hasta os prohíbe mirar hacia abajo, bajo el severo castigo de mandaros otra vez a este desgaje astral llamado Tierra, siniestro vehículo espacial en el que nos montan al nacer para dar vueltas sin fin y llevarnos a ninguna parte.

Para que te vayas enterando,  el último gobierno que ha salido de las chistosas urnas democráticas que tenemos en España,  a traído a mi mente algunos detalles que intentaré recordar y exponer con las correspondientes comparaciones entre tu odiosa y vituperada dictadura y la admirable democracia a la española que tenemos ahora. Veamos:  

 Los primeros ministros que conocí fueron los de tu feroz dictadura militar franquista; aquella que duró -según dicen los salvaores progresistas- más que un traje de pana. Y es que te hinchaste a vivir y no te morías ni a la de tres.   

Recuerdo que por aquel entonces, entre la población se oía decir: ¡ojú!, ese tío  es una eminencia, ha estudiado para ministro, nada más y nada menos.

Expresión que me hacía polvo, sabes;  ya que no pude estudiar carrera alguna debido a que me echaron  de todos los colegios por los que pasé.

Bueno, a decir verdad, sólo me aceptaron en los salesianos debido a que me encontraba muy a gusto con Don Bosco. Y es  que me comió el coco el día que me pareció ver el guiño que me hizo cuando lo miraba todo desesperado pidiéndole ayuda para librarme del rosario y la letanía que nos hacían rezar todos los días.

A lo que iba.  En tu dictadura veíamos con asiduidad que en cuanto uno de tus ministros -elegidos por tu dictatorial orden, quiero decir- no daba de si para responder al cargo, recibía de inmediato el sobre que le llevaba un motorista con el mandato de irse a su casa, por inútil. ¿Te acuerdas?

Y en este maravilloso sistema político actual –cobijo de delincuentes, que no es dictatorial, dicen desgañitándose los tíos cínicos- un ministro      –son elegidos los más sumisos, aduladores, lisonjistas y pelotilleros al jefe que los nombra-,  aunque sea un manta,  dura los cuatro años del mandato y puede verse nuevamente designado  otros cuatro años más por la libre y democrática decisión del Jefe del Gobierno que  pone y quita a los ministros que se les pone en sus  cojines democráticos. ¡Ele! ¡Viva la democrasia!

Quiero decir -lo ve un cieguito y tú que estás en el cielo mucho mejor- que a la hora de ejercer el mando todos los gobiernos de los países cuyos ciudadanos con mentalidades no lejanas al llamado tercer mundo o de aptitud pasota ante lo que se hace con el dinero de los impuestos que pagan, como somos los españoles,  –repito- son dictaduras peores que la tuya, con el disfraz democrático. Y es para vomitar que un Don Nadie como es el Presidente del Gobierno que tenemos, haga y deshaga a su antojo por la cobardía que encuentra en quienes callan.

Que coloca a una mujer antibelicista y preñada al mando del Glorioso Ejército Español, nunca falta la tertuliana –oído hoy- que ladra: “Es un acierto que una preñada sea la ministra del ejército, ya que todos ellos han nacido de una mujer”.  ¿Y quién ha puesto la semilla para que la mujer tenga el honor de traer a un futuro soldado?, “condición sine qua non”, digo yo.

Pero no te extrañe ni te aflijas, porque el próximo ministro de Defensa que tendremos, si vuelve a ganar este  elemento, será Zerolo. Un significado que presume públicamente de los orgasmos tan extraordinarios que siente con su queridísimo marido. Una bendición -¡cojones!- para el que fue tu Glorioso Ejercito.

Por cierto, Ejército al que tuviste a sueldos de pan y mierda –fui sargento de la Gloriosa Legión Española y la paga ascendía 1.166.66 pesetas al mes- por tu empeño en construir  viviendas  que entregabas  a  los trabajadores a precio de costo. ¡Tonto!

Y por tu doble empeño de sacar a España de la gran miseria en la que vivía y crear la inexistente clase media, que es hoy la clase social de los trabajadores españoles que tú encontraste en la más grandiosa de las miserias, insisto.

Y para terminar,  lo que más me cabrea de todo esto es que tras haber nombrado presidente del Parlamento a un repelente muñeco diabólico,  haya dejado sin cargo ministerial a Pepiño –gallego como tú- que hubiera venido a engrandecer el nuevo gobierno colocándolo de ministro de Cultura, ya que es el vivo retrato del loro que portaba al hombro el Pirata de pata de palo, de ojo vidrio y cara de malo.

En fin sigue disfrutando de tu entorno celestial y espéranos un largo tiempo, ya  que aquí hay mucha leña que cortar.


 

Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com