El Cardenal Martini, o el desasosiego de la Iglesia Católica ante el nuevo milenio.


Por Pablo Gasco de la Rocha. 16/06/2008.  


El Cardenal Martini -jesuita, rector de la Universidad Gregoriana de Roma, arzobispo de la mayor diócesis del mundo (Milán), papable, intelectual con infinidad de libros y de artículos- que ya en 1999 pidió ante el Sínodo de Obispos Europeos la convocatoria de un nuevo concilio para concluir las reformas aparcadas por el Vaticano II, vuelve a la actualidad porque se publica, y a modo de testamento espiritual, su libro "Coloquios nocturnos en Jerusalén".

Retirado voluntariamente en Jerusalén, donde vive dedicado a estudiar los textos sagrados, reflexiona el Cardenal sobre los grandes retos a los que la Iglesia Católica tendrá que enfrentarse en este nuevo milenio de la Era Cristiana. Y desde esta perspectiva, pide a las autoridades del Vaticano coraje para "reformarse" y "emprender cambios" en temas, como: el sexo -con la autorización del preservativo y otras cuestiones-, el celibato -cuestión que sostiene Martini debe ser una vocación porque "quizás no todos tienen el carisma"-, la homosexualidad -manifestando sutilmente que "nunca se le ha pedido, ni se me habría ocurrido condenarles"-, y hasta con la posibilidad del sacerdocio de las mujeres -con el argumento de las dificultades derivadas de la falta de sacerdotes, hasta el punto de tener que traerlos del extranjero-. Amén de recomendar a las autoridades no alejarse del Concilio Vaticano II y de no tener miedo de los jóvenes con los que se debe "confrontar la Iglesia". 

Desde el respeto y sumisión espiritual al pastor de la Iglesia Católica que es Monseñor Martini, entiendo que con ser inquietantes todas estas cuestiones que plantea, lo verdaderamente inquietante es la postura intelectual o de acción de muchos católicos ante el desasosiego contemporáneo, conflicto que intentan apaciguar a través del diálogo con la vorágine; una vorágine que trata de confundir, aseverando la necesidad que de armonizar valores con el argumento absolutamente innecesario entre fe y ciencia. Con todo, una cosa deberemos tener en cuenta, que las expectativas de este mundo, nunca serán las de Dios. Unas expectativas afirmadas y explicitadas por Jesucristo, semejante a nosotros, sus hermanos, los hombres, en todo, excepto en el pecado. Pues la expectativa de Dios, que es Jesús, esta fuera de esta realidad nuestra, aunque siempre en la perspectiva del horizonte del hombre. Y esta expectativa siempre ha sido igual en todo tiempo, época y lugar, pues es eterna... "Cuando el mundo os odie, recordad que primero me ha odiado a mí. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría, porque el mundo ama a los que le pertenecen; pero como no sois del mundo, pues yo os he sacado de él, el mundo os odia. Acordaos de lo que os dije: el siervo no es más que su amo..." (Jn 15 18-19)

"No os turbéis.  Confiad en Dios y confiad en mí", nos dice el Señor.


 

Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com