Rajoy
Por
Pablo Gasco de la Rocha.
09/06/2008.
Conste que a mí este gallego agnóstico y republicano, que es Rajoy, no
me cae mal. Porque el político Rajoy se me antoja tiene algo de figura
quijotesca sólo frente a los energúmenos, que en este caso no son simples
molinos de viento.
Atrapado en su propio laberinto, que es su partido, Rajoy, un hombre
suficientemente preparado y ambiciones medidas, entiende que la vocación
natural de todo partido político, y más si es el primer partido de la oposición,
es alcanzar el poder. Y como el poder se alcanza, según los unos y los otros,
desde el vacío ideológico, esto es, desde el centro, tras una legislatura
agria y dura pretende moderar los tonos y estructurar las estrategias entorno a
ese objetivo. Porque de lo contrario, es decir, de no ganar las próximas
elecciones, el Partido Popular se abocaría a una ofensiva en oleadas sucesivas
lanzadas desde las facciones aliadas contra un adversario común. Salvadas las
distancias, el mismo caso de UCD. Una cuestión más difícil de que ocurra en
el PSOE, entre otras razones, porque dónde iría toda esa cuadrilla que lo
forma.
Pero Rajoy sabe, además, que así como la estrategia del PSOE es presentar un discurso lleno de promesas irrealizables, la del PP es escorarse cuanto más al centro le sea posible. Incluso hasta lo imposible, para lo cual siempre tendrá a Gallardón. Pues este es el destino de esa federación de ideologías que aglutinó en su día, previó cambio de nombre, Alianza Popular. De ahí, también, que Fraga permanezca junto a Rajoy, y no precisamente porque sean los dos gallegos. Que no deja de ser una coincidencia añadida. Al margen, claro está, de que como líder del PP Rajoy tiene todo el derecho del mundo a iniciar una nueva estrategia, así como a nombrar a su propio equipo de colaboradores y ministrables. Que es, en puridad, donde reside el problema.
Por tanto, la trifulca del PP se centra y
concentra no en una pugna ideológica, que ciertamente sería muy beneficiosa,
pero que no existe por muchos amagos a los que nos tengan acostumbrados los
Vidal-Quadras y Cia, sino en motivos más sibilinos, como son las ambiciones
frustradas de la plana mayor de Aznar, que melena al viento y con las pulseras
de trapo con las que se adornó en su etapa triunfal, les dirige a todos
desde las sombras tras el que pudiera ser su nuevo ministro de economías,
Miguel Boyer. Por eso, tras el pronunciamiento civil de la sin par Esperanza, la
reina del mambo, y las posteriores dimisiones preventivas de Zaplana y
Acebes, la situación suena demasiado a demolición controlada del PP.
Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com