El miedo que nos acecha a tenor de una medida inaudita por imprevisible e insuficientemente razonada por precipitada ...
- La decisión del juez Marlaska -
Por
Pablo Gasco de la Rocha.
09/06/2008.
"El
miedo guarda la hacienda", dice el refrán. Y es que el miedo está en la
base de la supervivencia de las sociedades, y de todas las cosas. Pues quien
tiene miedo a las consecuencias, casi siempre malas, se guarda muy mucho de
transgredir la norma. Así es, y así será siempre, por encima de otro aspecto
no menos importante, pero que conforma en un segundo orden, como es la educación
en valores y principios.
Frente
a ETA y sus consecuencias, el Poder Judicial ha desconocido sistemáticamente
los valores constitutivos del estado de Derecho para que prevaleciese el imperio
de la Ley, esa ordenación de la razón dirigida al bien común sin la cual es
imposible la convivencia social; demostrando, a la postre, que del lado del
Derecho frente al fanatismo y el odio impuesto por el terror más audaz y
grosero ha habido una laxitud moral y cívica sin precedentes. Por eso ha tenido
que ser la sociedad, al verse tan cruelmente engañada y escarnecida por la
practica judicial, la que ha tenido que salir a la calle para reclamar Justicia.
La misma Justicia que hoy pide en solitario un padre frente a todo el poder del
Estado, que nos deja en el alma esa tristeza sin remedio, esa desolada vergüenza
irreparable que tan a menudo producen los jueces con sus mascaradas y dobles
fondos, y que termina por dar la razón a quines se manifiestan conforme al
conocido lema: "quien hizo la ley, hizo la trampa".
Desde
este sentido, y a falta de otras medidas, sin duda más urgentes y
necesarias que no se tomarán, sorprende que por primera vez, y tras
veintisiete años, se tome la medida cautelar de una causa penal para retirar
el nombre de un terrorista a un espacio público en País Vasco. Una medida
que crea precedente, por cuanto abre una nueva vía mucho más contundente para
obtener de manera casi inmediata la revocación de una decisión que afecta a la
vía administrativa, decisión que siguen defendiendo tanto el Ministerio Fiscal
como la Abogacía del Estado, ambas instituciones al servicio del poder político.
O si se quiere, y como hemos podido comprobar durante treinta años, del
Gobierno de turno.
Sin embargo, con todo lo oportuna que es la decisión del juez Marlaska
de hacer retirar el nombre de un terrorista de ETA a un parque público, a mí
se me hace que es una determinación insuficientemente razonada: "Evitar
una humillación constante a las víctimas", pues no debería ser sólo
esa la causa de tal decisión en lo que afecta a la defensa del Estado de
Derecho que al Poder Judicial compete siempre y en todo momento.
Y es que, y como vengo sosteniendo, aquí la única que ha cumplido ha
sido ETA, en menor medida el PNV y CiU, y ahora también ERC y BNG... Seamos
sinceros. Porque echar la culpa a quienes por las malas o por las buenas quieren
acabar con España es, cuanto menos, una hipocresía, pues ellos, los
terroristas, sus cómplices y sus afines, están y han venido estando en los
suyo, esto es, en lo que les es de propio: su odio a España.
¿Quiénes, pues, han fallado?
A todas luces el Estado, la Nación y el Pueblo. El Estado, y a la
cabeza la Jefatura suprema, por cuanto no siempre ha sabido distinguir a
quines, pese a todo, saludaba con profusión de olvidos, para terminar pidiendo
se estableciese un diálogo con quienes pretenden acabar con el Estado, con la
democracia y con España, también, aunque no lo sepa el Rey, con la Monarquía.
Los diferentes Gobiernos: Adolfo Suárez, concediendo a los terroristas
cuantos olvidos y perdones estos le solicitaron, sin que por ello tuvieran
que abdicar de su pasado, pagarán sus crímenes o devolviesen lo robado. Felipe
González, que después de haberles disculpado con el pretexto de que luchaban
contra Franco, el enemigo público número uno de todas la canalla que ha
existido y existirá, les combatió con el crimen de estado, el "GAL",
una chapuza de proporciones tales, que, pese a no conseguir si quiera amedrentar
a la banda, terminó cargándose a cuatro inocentes. Aznar, porque pese a lo que
había manifestado cuando estaba en la oposición (3/12/91): "El PP no
aceptará ningún proceso de negociación con los terroristas", terminó
cambian la frase (3/3/98) por: "Si los terroristas dejan las armas, sabré
ser muy generosos". Y, finalmente, el de Zapatero, cuya
inconsistente y temeraria política antiterroristas está en el ánimo y el
conocimiento de todos: negociación por nada. El Parlamento,
que sujeto a la disciplina que imponen los partidos políticos a quienes dicen
ser los representantes de las gentes de España, se ha mostrado sumiso con una
política antiterrorista a todas luces contraproducente. Una postura esta de la
sumisión, que no ha variado siquiera un ápice en los momentos que más
golpeaba ETA. Y es que los diputados saben que "quien se mueve no sale
en la foto". El Poder Judicial, estacando en legalismos y a las
ordenes directas de los políticos, que con sus sentencias y decisiones de doble
fondo ha terminado por convertirse en un poder desprestigiado y para una gran
parte de la ciudadanía, inoperante. Aunque por el miedo que produce en el
ciudadano normal que un juez, el que sea, le mande a cualquiera de nuestras cárceles
infectadas de extranjería de toda raza, credo y nación, la crítica siga
siendo bastante atemperada. El Ejército y el Benemérito Instituto Armado,
más conocido como Guardia Civil, con una omisión inconsciente en cuanto al
tema del que nos estamos ocupando, y una confundida postura de leal sumisión al
poder de turno, mientras en las cantinas cuarteleras se ponía a parir a
todo bicho viviente. Una omisión que se hace más difícil de entender respecto
al Benemérito Instituto Armado, esto es, a la Guardia Civil, por cuanto ha
tenido que enterrar a varios niños de sus casas-cuartel. La Jerarquía Católica
vasca, que con mano de hierro ha controlado a los fieles en orden a no
cargar mucho las tintas contra los asesinos de ETA. Unos Obispos que
fieles a la "Regla Pastoral" de San Gregorio, aunque en sentido
ciertamente errado, han sido en gran medida de los asesinos, con declaraciones
de disculpa, disfrazada de "misericordia cristiana", respecto a sus
acciones, y actuaciones tan sangrantes como prohibir funerales a las víctimas.
Destacándose de entre ellos, incluso superando al bueno de Uriarte, el
sinvergüenza de Setién, al que un Estado de Derecho habría fusilado en
calzoncillos y con la mitra. Y finalmente el Pueblo, el soberano,
esa masa de la que dicen emana todo el poder del Estado, esa entidad amorfa y
dirigida que ha sido incapaz mediante esa decisión de voluntad que es el voto,
castigar las omisiones, las ausencias y las imprecisiones de quienes tuvieron
que haber tenido otro comportamiento para haber evitado tanta sangre derramada.
Y viene al caso, que hoy todas estas actuaciones en quienes tuvieron la
obligación, y el deber ineludible de evitar tanta sangre derramada, intentan
hacernos olvidar las omisiones mediante la colocación de un monumento de
urgencia y una decisión judicial tardía, actuaciones que, pese a lo que
aparentemente pueda parecer, no va a rectificar en nada la política que se ha
seguido hasta aquí, que seguirá...
Pues todos sabemos, que el día que ETA se cansa de matar, el Estado, la Nación y el Pueblo sabrán olvidar generosamente.
Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com