Reivindicación de Antonio Tejero.
Por
Condottiere.
14/05/2008.
Entre
los elogios que se han tributado a Leopoldo Calvo-Sotelo figuraba, por supuesto,
el de ser "un demócrata". Se proclamaba una vez más la justificación
por la democracia, y su contrapartida, el oprobio de los no demócratas. El
elogio de don Leopoldo debía ir acompañado, es claro, del vituperio de Antonio
Tejero, como el que con ruindad casi socialista pergeñó Martinmorales
en ABC.
Don
Antonio no merecerá jamás ningún elogio del sistema. Y, sin embargo, hay que
decirlo: su persona y su actuación en la historia de España fueron tan íntegras
como pudo serlo la del finado presidente, y desde luego, mucho más que la de
otros presidentes de la democracia, incluido el actual.
La
democracia, y eso lo sabía bien Tejero, no es un valor absoluto. Antonio
Izquierdo narró
en su día
las circunstancias que llevaron al teniente coronel y a sus compañeros de armas
a poner en ejecución el famoso golpe, y que él mismo resumió cuando alguien
le gritó por teléfono que estaban locos y que los iban a matar a todos:
"Mi general, ya nos están matando uno a uno".
Los
estaban matando uno a uno, ante la pasividad de los impolutos demócratas, más
preocupados por justificarse ante los que se habían arrogado el copyright
de las reglas del juego que por cortar la sangría etarra. Estaba en juego el
honor del cuerpo y del ejército en general, pero también la vida y la libertad
de muchos. La libertad, que es algo más sustancial que la democracia, más
esencial que el mantenimiento de unas formas externas. Otra cuestión es que el
23-F acabara siendo una farsa lamentable destinada a vacunar al ejército.
Antonio
Tejero carecía (carece) de la beatería democrática de sus oponentes, pero no
del sentido del honor y de la justicia, y en eso es inimaginablemente superior a
los títeres que se han alzado con el poder en estos malhadados años. Y también
por eso, porque sabe cuáles son los valores sustantivos, su oración será una
de las pocas con las que Leopoldo Calvo-Sotelo habrá podido contar a la hora de
su tránsito, al menos entre las figuras públicas con las que hubo de cruzar su
vida.
Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com