Una catequesis pendiente y urgente (I)
Por
Pablo Gasco de la Rocha.
17/04/2008.
La verdad os hará libres,
nos dice el Señor, que así mismo se define como la Verdad.
Con evidente gozo recibimos los católicos el nuevo texto del Catecismo
dirigido a los niños, que nuestro Episcopado impulsa para "transmitir la
fe" a los más pequeños, a quienes toman la Primera Comunión
todos los años en España. ¡Loado sea el Señor! Por que, los que tenemos
cierta experiencia en este tipo de catequesis, sabemos de los fallos en los
modos, formas y maneras que se han venido empleando a lo largo de muchos años.
Dándose el caso, que muchas veces la catequesis de la primera comunión la daba
una mamá, aunque no fuera experta, y ni siquiera tuviera que ser practicante.
Sin mencionar los textos que se han manejado. Y sin que importará mucho
que al final de la misma, un día antes de la Comunión, el niño o la niña no
supiera los Mandamientos, las Virtudes, incluso el mismo Credo, porque lo
importante, era que hubiera quedado clara la idea de que "Dios es
bueno". De ahí, pues, que el nuevo texto se organice en torno al Credo.
Nuestra auténtica profesión de fe.
Pese a todo, para comprender la Verdad, el niño debe empezar cuanto
antes a leer la Biblia, el Libro revelado. Pues, como dice la Segunda carta a
Timoteo: "Desde niño conoces las Sagradas Letras, que pueden darte la
sabiduría que lleva a la salvación" (2Tim 3, 15)
Y como primera máxima, partir de dos presupuestos fundamentales. El
primero, saber que existe una absoluta armonía entre la verdad revelada, es
decir, la que encontramos en la Biblia, y la verdad natural, la que encontramos
en la naturaleza; y es que, de otro modo, estaríamos ante una contradicción,
pues las verdades que hallamos en la creación como las que descubrimos en la
Escritura son obra del mismo y Único Dios. Y el segundo, darnos cuenta que la
Biblia no es un libro de ciencias naturales ni un tratado de historia, sino de
religión; pues sus autores no son astrónomos, ni matemáticos, ni geólogos,
ni historiadores, sino catequistas y teólogos, que tratan de expresar con un
lenguaje fácil y adaptado a los lectores de su tiempo, las verdades
fundamentales de la salvación. De ahí, por tanto, que la única sabiduría que
hay que buscar en la Biblia, es la que se refiere a nuestra salvación.
Por tanto, cuando la Biblia sostiene, por ejemplo, que "el sol se
detuvo y la Luna se paró" (Jos 1, 12), como no pretende enseñar astronomía,
no afecta para nada a la veracidad bíblica. De la misma forma que cuando dice,
que "la liebre es un animal rumiante" (Lev 11, 6), no tiene por
finalidad que aprendamos zoología. O cuando cae en errores históricos, puesto
que no pretende darnos una lección de historia. Y es que, como ninguna de estas
afirmaciones sirven para nuestra salvación, y no pertenecen estrictamente al ámbito
teológico, no debemos tomarlas como enseñanzas bíblicas. De este modo,
desaparecen todas las objeciones que pueden hacerse a la Biblia en los diversos
campos humanos que contemplemos.
Y toda esta reflexión, sin olvidar otros aspectos, como que para
entender correctamente un texto bíblico hay que tener en cuenta la intención
de sus autores. Ante todo, pues, lo que el autor quiso decir en él. Así como
tener en cuenta otros aspectos, igualmente importantes, como los géneros
literarios, que son las diversas manera que un escritor tiene para expresar los
conceptos abstractos. Aspectos que nos ayudarán a entender incluso los relatos
más sorprendentes, pues todos ellos tienen como fin casi único transmitirnos
una enseñanza mediante una leyenda aparente.
Sin
duda que hay otros aspectos a tener en cuenta, pero con estas consideraciones
podemos enfrentarnos perfectamente a quienes no creen porque sin haber avanzado
nada en el estudio de la Biblia, desde que aprendieron las primeras nociones, se
encuentran ante la imposibilidad de creer en todos esos aparentes errores que
dicen apreciar en la Santa Biblia.
Aun así, seguirán aguardándonos a todos muchos sentidos ocultos en este grandioso e inagotable libro, la Santa Biblia, que es verdaderamente la Palabra de Dios. Porque como dijo el cardenal Ratzinger: "Tal estudio (el de la Biblia) nunca estará completamente concluido, cada época tendrá que buscar nuevamente, a su modo, la comprensión de los Libros Sagrados" (Prefacio al Documento de la Pontificia Comisión Bíblica La interpretación de la Biblia en la Iglesia, de 15 de abril de 1993) Y es que estamos lejos de haber agotado todo el contenido, el grandísimo e inagotable caudal del Libro Sagrado, que va a tener que acompañarnos hasta el fin del mundo.
Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com