De la profesionalidad en la Jefatura del Estado.
- Metit Mari, Leticia Ortiz, Carla Bruni ... -
(alegato contra el clasicismo que mantiene don Jaime Peñafiel)
Por
Pablo Gasco de la Rocha.
07/04/2008.
Cuando hace algunos años le preguntaron al rey Juan Carlos qué
definiera a la reina Sofía en lo que había sido su quehacer a lo largo de todo
este tiempo, el rey no lo dudo, la definió como una "profesional". Y
aunque algunos pudieron entender que el rey aludía a la profesión de doña Sofía,
la de ser reina, actividad de la que vive, otros, por ende, y creo que con
absoluta precisión, entendimos que el rey aludía a la relevante capacidad y
aplicación con que su esposa venía ejerciendo de reina de España.
Pero
don Juan Carlos, por lo menos yo así le entendí, al emplear el término
"profesional" quiso ir aún más lejos al referenciarlo como un
atributo que hace referencia a ese arte que no se aprende, pues se mama de
nacimiento. Incluso se lleva como un gen más del ADN.
Entre Metit Mari, Leticia Ortiz y Carla Bruni existen múltiples
similitudes, aparte de la edad. Las tres proceden socialmente de la clase baja.
Las tres son mujeres de su tiempo, esto es, divorciadas, ateas –o al menos,
agnósticas-, profesionalmente súper ambiciosas y muy pendientes de su
estética. Y, finalmente, las tres se encaminan a ser tres grandes profesionales
del quehacer público. Pues, aun no siendo de nacimiento profesionales de tal
menester, todo lo contrario, las tres mujeres han confesado con humildad: "su
deseo de aprender con rapidez el oficio de futuras Reinas, y de Primera
dama". Cuya puesta en escena, en los tres casos, ha sido plenamente
satisfactoria. Pues, en el mundo de la imagen, las tres dan un buen plano a la cámara.
Ante tal panorama, estamos ansiosos y a la espera de conocer a la mujer
que por fin escoja ese príncipe serenísimo que es Alberto de Mónaco
–el admirador de la "Movida" madrileña-, que seguro también
escogerá a quien mejor sepa representar todos los casinos y demás tinglados,
incluidos los bancos que guardan las fugas de capital de Europa, de Montecarlo.
Porque lo de menos será que tenga que disimular en lo que no ha creído ni
creerá nunca.
¡Viva
la simulación, la hipocresía y la verdad a medias! Más aún, ¡Viva la farándula!
Y que no decaiga.
Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com