Carta pública a Pituca.
- estimada Pituca, que no te conozco -
Por
Pablo Gasco de la Rocha.
08/01/2008.
Ciertamente que lo que planteas es una realidad. Una realidad que, al
menos yo, no espero pueda cambiar, y ello, por una sencilla razón, no existen
dirigentes. Pues quienes se han aupado en las diferentes organizaciones son
simples gestores, guardias jurados, notarios de un tiempo que se fue, con mayor
o menor capacidad intelectual, cultural, moral y hasta estética. Pero simples
gestores.
Con todo, la incapacidad la incapacidad de tales gestores es la
clave de la imposibilidad de haber llegado a un mínimo acuerdo, siquiera como
plataforma electoral. Siendo el caso más sangrante la situación de la Falange,
dividida en diferentes grupos irreconciliables, cada uno con su pequeño local y
sus pequeños eventos. Lo que no quiere decir, ni mucho menos, y antes al
contrario, que no se sigan repartiendo medallitas de latón por servicios
prestados, pues esto parece que es lo único que han querido conservar del
pasado.
Cenas, reuniones, proclamas, eventos, más cenas y comidas, medallas,
diplomas, entonación de himnos sagrados en lugares improcedentes, estupidez,
bravuconadas, alardes, vaqueros, pelos largos entre los varones, mini-mini
faldas entre las mujeres, cenas, eventos, diplomas, medallitas... Y así
transcurre la acción política de quienes dicen estar dispuestos a salvar a
España. ¡Patético!
Por otra parte, estimada Pituca, tampoco la base parece que esté muy
formada, pues, a nada que te fijes un poco, comprobarás que es el fútbol lo
que mueve a la gran mayoría. Y ahí tenemos a tantos y tantos jóvenes patriotas
alabando a un equipo nacional lleno de extranjeros y poco menos que tratados los
nuevos héroes nacionales.
No hay, estimada Pituca, concienciación nacional. Se habla y se
critica, pero luego se hace lo contrario de lo que se dicen pensar y sentir. Y
así, los sábados se cena en cualquier Vip´s, pese a que todo el personal sea
extranjero. Pero es igual, porque cuando se esté alcoholizado se empezará a
despotricar sobre la invasión que padecemos, y tal actitud, incluso hasta
extremos ciertamente desproporcionados. Pues debes saber también, que los españoles
nos hemos hecho muy vagos.
Somos, estimada Pituca, un país en fase de descomposición, que cansado
de seguir existiendo, ha decidido suicidarse. Y hasta tal punto es así, que de
aquí a menos tiempo del que pensamos, España se habrá convertido en un lugar,
sitio o espacio de paso. Algo así como un lugar de fronteras. Una especie de
territorio dividido en subdivisiones territoriales cada una de ellas al mando de
un virrey, y todas ellas representadas por Felipe de Borbón. Un alter ego
de los dirigentes internacionales, que verán a España como lugar de
experimentación. Un territorio dominado por la concupiscencia lasciva y el
mercado único, puerto franco de toda suerte de mercancías, y
repleto de individuos de toda etnia, cultura, color y religión.
Y es que, a poco que se conozca un poco la historia de nuestra gran
Patria, comprobamos que sólo ha sido grande bajo la sombra de la Cruz de Cristo
y el suave viento del ondear de su bandera. De ahí, estimada amiga, que hayamos
necesitado siempre de una espada y un báculo. Algo que supo aunar en una misma
persona nuestro Caudillo Francisco Franco, que junto a los Reyes Católicos,
Carlos I y Felipe II ha sido el único dirigente nacional de destacar.
¿Qué se puede hacer? Verás, yo pienso que nos encontramos en un
tiempo que no es necesariamente peor, es sencillamente distinto, pues la vida es
cambio y fluye. Pero que es consecuencia directa de lo que hemos venido haciendo
entre todos. En definitiva, de la traición que hemos hecho de nuestra dimensión
de hijos de Dios. Y en este tiempo, nuestra máxima preocupación debería ser
nuestra dimensión espiritual como individuos, como miembros de una colectividad
nacional y continental, y como ciudadanos de un mundo cada vez más globalizado.
Por eso, conscientes de que Venimos de Él y que a Él volveremos,
lo importante es tener paciencia y fe. Y esta realidad, invadida por el
Absoluto, por Dios, debe servirnos no sólo para flexibilizar nuestros esquemas,
sino para relativizar los elementos del camino, aprovechándolos, corrigiéndolos
o rechazándolos para ayudar a todos. Pues todo tiempo, es tiempo de Dios.
Debemos de preocuparos mucho, particularmente, por aquellos cambios
culturales inducidos que afectan al hombre directamente en el corazón de su
ser. En lo que es, lo que puede ser o no puede ser; o no deber ser, y lo que
pretende ser; al ser humano al que las ideologías en juego le ofrecen todo tipo
de mercancías. Comprometiéndose en la hondura de tal análisis, que no sólo
debe afectar a la critica que hagamos, sino determinantemente al núcleo mismo
de quien lo dicta. Tenemos, Pituca, ¿dirigentes capaces de asumir este reto?
Sin embargo, está es nuestra tarea y la misión del futuro dirigente,
conducir al hombre, a través del laberinto de proyectos del hombre, porque
cada vez se nota más que el centro de poder ya no se encuentra en Europa, y el
mundo cada vez está más cerca de perder la marca occidental. Hay, pues, un
desplazamiento significativo de los centros de gravedad del planeta. Este
problema vital del cambio se nos presenta todos los días, tanto en nuestra vida
individual, como colectiva. No podemos regirlo. Y las consecuencias afectan
profundamente a planteamientos de vida.
La unidad y la lucha política, por tanto, tendrán que ser afrontadas
asumiendo la disparidad, y con arreglo a tres reglas: 1) Tenemos que comprender
los problemas que se nos plantean no sólo en el ámbito nacional o continental,
sino mundial, conociéndolos a fondo y replanteándonos esquemas. 2) Recibiendo
el shock en esa cercanía, viviremos despiertos, capaces de ventear los cambios
galopantes. 3) Y midiéndonos siempre por el Evangelio de Jesús para
discerniendo lo humano de lo deshumanizador.
Desde esta reflexión, pues, de nosotros depende enderezar en el tiempo
lo torcido. De ahí la importancia de avizorar de dónde vienen y adonde llevan
los tumbos de una sociedad, como la del comienzo de este nuevo milenio. Cuyo análisis
debería ser nuestra ocupación fundamental para pisar con seguridad. Sólo así
la unidad y la lucha política tendrán algún sentido, si no serán simples
maniobras de despiste elaboradas alrededor de una mesa de taberna en una tarde
de verano.
Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com