Nota para una crítica a la Ley de la Memoria Histórica.


Por Pablo Gasco de la Rocha. 10/11/2007.  


¿Quién proyecta e impulsa la Ley de Memoria Histórica? La proyecta e impulsa el político. Y es que el político está más al día de lo que conviene saber, de lo "correcto". De ahí que, después de la falsificación de la historia, los conceptos-ideas se hagan más manejables, y el político o teórico pueda subir de nivel y convertirse en creador de la propia historia: "Ley de Memoria Histórica". Aspecto éste que también se daba en los comisarios políticos del Comunismo.

La historia, pues, al menos en España, puede vivir sin historiadores, porque la historia la hacen los políticos y de ellos es el trabajo. Estamos en un momento especialmente difícil, en donde la falsificación de la historia está llegando a sus límites. De hecho, toda la mitad del siglo XX ha sido una lucha de la izquierda por traspasar los límites de nuestra historia, y hoy, por fin, la calle inunda los grandes conceptos, una vez sobrepasados esos límites: "Ley de Memoria Histórica". Creando una pseudo-historia, que no es sino una función publicitaria de los conceptos-ideas que los mecanismos de poder quieren transmitir.

Y es que, no es la verdad, sino el mito lo que anida sobre uno de los acontecimientos más trascendentales de la historia contemporánea de España: la trascendencia que tuvo para nuestra nación el Levantamiento del 18 de Julio de 1936. Acontecimiento de vital importancia mundial que en aquel momento histórico del siglo XX se dilucidaba en España, acosada por la conjura de las fuerzas "siniestras" y "discretas" en el escenario de una Europa convulsa, que discurría por sendas de incertidumbre, cada vez más atrapada entre uno y otro totalitarismo. Por eso quienes vivieron aquel evento, y luchando le dieron fin, tuvieron razón, y ésta es la primera afirmación que debemos hacer, pues consiguieron que el mundo de hoy nada tuviera que ver con lo que pudo haber sido... "A Europa hay que conquistarla por detrás, por la península Ibérica" (Lenin)

"El estudio de la historia no es sólo útil, sino también necesario". Así empieza el gran filosofo Jaime Balmes su "Estudio sobre la Historia", de cuyo estudio llega ha decir, que "ni siquiera los más escépticos lo descuidan".   Sin embargo, a la izquierda nunca le ha gustado hacer historia, pues tal ejercicio induce a comprender los acontecimientos pretéritos sobre los que tiene mucho que callar y ocultar. Por eso prefiere el recurso al recuerdo, que puede manejar con la intención de variar e imponer otra legitimidad distinta a la real. Pues, es bien sabido, que el odio ni perdona ni renuncia a lo suyo.

Sin embargo, el preocupante nivel de desinformación y manipulación histórica es tal, pese a que la realidad no es materia opinable, que la pretensión de rescribir la Historia a conveniencia es algo a lo que no se resigna la izquierda, pues asumir su pasado en el tiempo que nos ocupa no es fácil; por eso persiste en la engañosa solución de ocultar lo evidente sobre la base del panfleto. Es decir, sobre el libelo difamatorio que no necesita rendir cuentas a las evidencias ni exigencias a la lógica de los hechos. Y que en el caso que nos ocupa, se trata de cambiar el signo de una reacción que de no haberse producido, hubiese terminado con España. Cuestión capital para zanjar esta larga y enojosa herencia manipuladora de la izquierda y de sus "tontos útiles".

La Ley de la Memoria Histórica no es, como supone la amable, complaciente y anaranjada derecha española (PP), una simple cortina de humo para camuflar las penurias del Gobierno Zapatero ni carece de mayor utilidad que dar satisfacción a sus socios comunistas (IU) y separatistas (CiU & ERC, PNV & HB, BNG y demás ralea) para que engorden sus arcas mediante unas segundas compensaciones económicas sin pruebas documentales por sus supuestos bienes incautados, sino el paradigma de la condición de la subversión cíclica de la izquierda que siempre ha trabajado a modo de topo, y que ha cavado y cavado a la espera de que llegase el momento de ocupar su lugar en la Historia; asomando a la superficie en el momento en que su lucha encuentra las condiciones para manifestarse abiertamente como es el tiempo que nos ocupa. Y que no sólo supone un lacerante agravio comparativo respecto a dividir a las víctimas en buenas y malas, sino traer viejos rencores y renovadas disputas ya superadas durante los cuarenta años de paz y prosperidad de la Era de Franco.

Pero no sólo es una actitud falsa, como todas las que plantea la izquierda en el ámbito de la memoria, sino profundamente injusta, ya que significa propiciar un cierre en falso sobre una cuestión fundamental para la convivencia nacional. Un sectarismo y una manipulación que nadie es su sano juicio alcanza a entender, y que es el recurso que le queda a la izquierda para justificar su entrega a los postulados del liberalismo más duro. Lo que no deja de ser un comportamiento muy peligroso, pues, se sepa o no, puede acercarnos al enfrentamiento.

El recurso a la memoria histórica está siendo utilizado para una revisión sectaria y manipuladora de nuestro pasado desde una perspectiva revanchista frente a la conjura de silencio de la derecha que no fue capaz, en su momento, de votar contra la proposición comunista que condenaba lo que fue la salvación de España, el Alzamiento del 18 de Julio de 1936. Y tal es el sectarismo, que ni siquiera les vale lo que el propio Azaña manifiesta en sus Memorias y en las cartas que envió a sus amigos y correligionarios desde el exilio, justo cuando el drama vivido imponía una reflexión sincera , "Franco no se rebeló contra la República sino contra la chusma que se había apoderado de ella". Que es, por cierto, la misma chusma que hoy trata de calentar el país.

Se le olvida, pues, a la izquierda española actual, heredera directa de aquella que provoca la guerra civil, que muchas veces es conveniente y hasta necesario no levantar los recuerdos, y mucho menos si están llenos de cadáveres. Pues lo heredado debe acogerse como capital, dejando a los historiadores hacer su trabajo. Un trabajo que, en el asunto que nos trae, después de interpretaciones totalmente contrapuestas, empieza a mostrar una más que evidente y considerable unanimidad por parte de historiadores de toda tendencia, en cuanto a imputar tanto el fracaso de la República como los desmanes durante la guerra civil a la izquierda; no siendo menor el número de los que antes habían mostrado una clara posición izquierdista o anti franquistas, que para el caso viene a ser lo mismo, los que se pliegan a nuestros postulados.                     

Por eso la Ley de la Memoria Histórica no es una simple anécdota que se quede en las estatuas, con todo lo lacerante y crispante que suponga, sino un obús contra los sentimientos de miles de españoles y contra la convivencia de la nación. Porque aun comprendiendo los sentimientos del "atribulado nieto" que es Zapatero, no se puede ofender los sentimientos de millones de españoles ni poner patas arriba a todo un país por el ajusticiamiento de un "masón" y un "rebelde" tras una sentencia dictada con arreglo a Derecho de hace 70 años.

De todas formas, y por más razones que estos de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) le quieran dar al "asunto" revistiéndole de cierta dignidad, no hay ninguna evidencia real de no querer ofender, pues no son suficientes las buenas palabras en los medios, sino las acciones inquietantes que están poniendo en práctica con la única intención de hacer cuajar la idea de que se prepara una nueva ronda de resistencia contra todo lo que tenga que ver con el Rey, España y la Religión Católica. Por lo que visto lo visto, y al margen del debate de las ideas, bueno sería que en el orden práctico nos dispusiéramos hacerles frente. Pues, frente a la Verdad, la Razón y el Derecho, este sistema nos demuestra todos los días que es la mayoría, aunque sea exigua y de la peor calaña, la que dictamina la Verdad, establece la Razón y dicta el Derecho. Y ¡ojo!, porque sí como consecuencia del "calentamiento" que del "asunto" está haciendo Zapatero hubiese alguna víctima de uno u otro lado, tal responsabilidad habría que imputársela al presidente del Gobierno, al que algún día habría que pedirle responsabilidades... aunque pasados los años surgiese un nieto que reclamase su figura y su pensamiento político tirado en alguna cuneta de España.

Por cierto, que entre los personajes que pueblan el "callejero de la canalla" echo en falta a otro de los suyos, Mateo Morral, no necesariamente de los peores, aunque otro de sus asesinos en serie.   

Finalmente decir, que si tantos cadáveres tienen la izquierda y los separatistas en las cunetas, aunque luego resulten ser de cerdos o de cualquier alimaña allí enterrada, la respuesta que merecen sus alegatos es presentar las pruebas. Pero no haciéndolo, lo único que demuestran es un espíritu vengativo y una sed de venganza contra más de la mitad de España. Por eso, consciente de lo que significó aquella reacción que salvó a la Patria, el 18 de Julio de 1936, y al recuerdo de mis padres que sufrieron la guerra y ganaron la paz, he escrito estas notas para una crítica a la Ley de la Memoria Histórica.

 

 

Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com