Carta abierta a Baltasar Porcel, ensucia páginas de la Vanguardia.


Por Eduardo Palomar Baró. 09/11/2007.  


Como español y por ende catalán, me veo en la obligación moral de rebatir su lamentable, triste, virulento y demagógico artículo publicado en La Vanguardia el 21 de octubre de 2007 titulado “Ladrillo y caudillo” amparado impunemente por los Godó, con los cuales, por lo visto, goza usted de patente de corso para injuriar, denostar y atacar arteramente a nuestros compatriotas ya fallecidos y que por lo tanto no se pueden defender, demostrando una vez más su arrojo y valentía.

¿En qué tipo de democracia milita? Sin duda debe pertenecer a la especie tan extendida desde 1976, denominada ‘demócrata de toda la vida’, ya que así se demuestra a través de su experiencia maoísta, para posteriormente actuar como catalanista de militancia dura. Como en su condición actual de ferviente demócrata debía conocer uno de sus pilares fundamentales: respetar al que piensa de otro modo, sin descalificarle.  

Normalmente sus escritos son de índole totalitaria, rezumando odio y revanchismo, junto a una enfermiza aversión al llamado Régimen anterior, sin cuyo recuerdo y exhumación no puede vivir. Es su tema habitual desde que se instauró esa pseudo democracia. Este último panfleto está plagado de afrentas, insultos, ultrajes, agravios y vejaciones tributarios de Juzgado de Guardia. No se puede mancillar alegremente la memoria de los muertos que gozan de la paz eterna, en la cual, me imagino, no debe creer.

En cuanto a su procaz desprecio al Monumento del Valle de los Caídos es un síntoma más de su incultura. Descalifica al arquitecto que desconoce, Pedro Muguruza Ontañón, uno de los mejores de la época y no precisamente de los filos del Régimen, y que fue sustituido poco antes de su fallecimiento, por Diego Méndez González. Sus epítetos de “artísticamente horrible y éticamente abominable” confirman su visión esquizoide de las obras de arte.

Siguiendo con su vasta cultura denomina “los gallináceos escudos de su España”, cuando es el águila de San Juan. Deje lo de gallináceo a los que no tuvieron, como usted, la suficiente gallardía para haber exteriorizado estas ‘opiniones’ antes de la transición.  No contento con tantas descalificaciones sociales, políticas, arquitectónicas y religiosas, pretende convertir la Basílica en una plaza de toros. Igual ha estado inspirado por algún pueblo de la provincia de Huesca reconstruido por CC.OO., donde las iglesias las han convertido en discotecas. Una muestra cultural de los demócratas candidatos al Premio Nobel.

Calificar de lóbrego y muermo a un preclaro e inmáculo marino español como el Almirante Luis Carrero Blanco, vilmente asesinado por etarras y otros cómplices, para dinamitar el Régimen del 18 de Julio. No tiene dignidad ni vergüenza al refocilarse con “los devotos de las momias del torvo general”, tan “torvo” que fue el general más joven de toda Europa, y del “chulete falangista”, fundador de la Falange, gran erudito sacrificado por la beatífica y democrática República y que antes de ser fusilado a los 33 años de edad manifestó: “Ojalá fuera la mía la última sangre española que se vertiera en discordias civiles. Ojalá encontrara ya en paz el pueblo español, tan rico en buenas cualidades entrañables, la Patria, el Pan y la Justicia”.

Este panfleto ha colmado el vaso de sus infumables escritos (?) por lo que La Vanguardia, si no rectifica este artículo basura, pidiendo disculpas por faltar a tantos ciudadanos, perderá muchos lectores y suscriptores.

Con mi total menosprecio, tal como se merece,

Eduardo Palomar Baró.

 

Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com