El sueño de España.
Por
José Luis Ramos.
27/10/2007.
Hace
ya más de tres décadas que murió el hombre que recuperó la esperanza de España.
Quizás sea verdad lo que decía García Serrano, acusando a Franco de habernos
hecho creer en algo que no existía. Puede que España no haya existido más que
en nuestra imaginación, por lo menos desde el Desastre del 98, un
acontecimiento que humilló a los españoles y que provocó que España se viera
obligada a reencontrar esa esperanza.
El
tiempo que Franco sostuvo en sus manos el destino de España fue el interludio
de una tragedia, de un proceso de decadencia y desintegración que hizo que
nuestra Patria pasase de la realidad a la quimera. Tras el Desastre, los desórdenes
públicos, los feroces actos anticlericales, la exacerbación del nacionalismo
separatista, el fuerte analfabetismo y los continuos conflictos políticos
marcaron los primeros años de siglo, dejando a España herida de muerte y a los
españoles descorazonados. Parecía que España estaba condenada a la extinción.
Tanto Maura como Canalejas intentaron recobrar el aliento nacional, pero La
Semana Trágica y la posterior claudicación de Alfonso XIII al Bloque de
Izquierdas y el asesinato del segundo hicieron aumentar la inestabilidad. Más
tarde, el gobierno del general Primo de Rivera intentó otro renacer, pero la
obsesión de la provisionalidad y las crecientes dificultades políticas y económicas
no la dejaron abrir los ojos del todo. Es entonces cuando se proclama (en la
calle) la II República y los desórdenes, conflictos y hostilidades se
multiplican, especialmente contra la las Fuerzas Armadas y la Iglesia, a la que
se persiguió como nunca antes en la Historia de la Humanidad. El Comunismo y la
Masonería querían ser dueños de nuestra maltrecha nación.
Poco
a poco, a partir del Desastre, fuimos dejando a un lado la conciencia, la
inquietud, la vigilancia constante, la
perenne disposición a la defensa. Fuimos perdiendo nuestros principios y
dejamos de luchar por nuestra propia esencia, por el alma y el espíritu que habían
llevado a España, de manera incomparable, a integrar en la civilización
occidental y cristiana a pueblos de todo el mundo. Este espíritu se iba
desvaneciendo y España parecía muerta, a pesar de los grandes personajes que
Dios nos regaló en la primera parte del siglo y sus esfuerzos para que nuestra
Patria volviese a ser grande como en sus
mejores tiempos. España, sin duda, estaba “tocada” y las primeras
piedras de su estructura comenzaban a caer impulsadas por la inconsciencia y por
los grandes enemigos que nos obligaban a renunciar a la Cruz y a nuestro espíritu.
Fue
entonces cuando comenzó el sueño. Nuestra Cruzada y Guerra de Liberación hizo
que España volviera a renacer y, liberada del bolchevismo en los campos de
batalla, reverdeció en ella el espíritu nacional, la esperanza y la
fe. Volvió el orden social a nuestras calles y el orden moral a nuestro
ambiente. Fue Franco el que nos hizo creer en todo ello. Puede que hasta él
mismo pensase que todo aquello iba a ser efímero. Y fue Franco el que, además,
permitió el cambio de la alpargata al
automóvil, del botijo a la nevera y de las fábricas
de churros a las grandes siderúrgicas. Esa es la realidad, lejos de
cualquier enardecimiento.
Pero
murió Franco y España despertó. Por un momento no recordaba que estaba herida
de muerte. Pero surgió entonces el “inventillo” de la transición y bajo un
“Estado social y democrático de derecho” y amparados en una Constitución
que es fruto de un extraño consenso entre oligarcas y marxistas, se apagó la
esperanza que Franco hizo renacer en el corazón de todos los españoles. Ahora
sólo había que recuperar aquello que quedó en el camino, pero ahora con más
y mejores medios y, sobre todo, con la lección aprendida.
¿Podremos
volver a soñar?
Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com