ETA: punto final.


Por Pablo Gasco de la Rocha. 16/10/2007.  


(a los asesinados por la banda marxista-separatista ETA, excluyendo de éste mi recuerdo y homenaje, aunque no de mis oraciones, a los contados socialistas y demás gentes de izquierda asesinadas, así como a los generales y tenientes generales, por considerar que ellos sí tuvieron capacidad suficiente para haber parado la sangría criminal de ETA)

Con todo lo dicho hasta aquí, y con lo que también he manifestado en otros foros, entiendo que he expresado sobrada y suficientemente cuál es mi punto de vista sobre el tema. Por eso, y porque también me servirá de terapia personal, doy por finalizado el debate, pues entiendo que todo lo que pueda seguir diciendo, será repetitivo y coincidente. A saber: Que todo ha consistido en una historia de asesinos y de cobardes. Asesinos, los etarras y todo el independentismo vasco, intencionadamente llamado "nacionalismo vasco democrático". Cobardes, las instituciones del Reino de España y los súbditos de Juan Carlos I, cuyo discurso, al margen de los reproches que ahora se hagan, ha venido marcado y sostenido por dos expresiones: "ETA tiene que darse cuenta"  y "Al final, ETA entenderá que tiene que negociar", que marcan la extensa crónica de un proceso de negociación que dura ya treinta años entre el Reino de España y la banda marxista-separatista ETA.

Una crónica que viene pautada por el acuerdo que los distintos Gobiernos del Rey han hecho por alcanzar una solución para lo que siempre se ha llamado eufemísticamente el "conflicto vasco", que no sólo se ha negado a los ciudadanos, sino que ha planteado un dilema moral de enorme calado para el devenir de la nación. Un proceso que todos los Gobiernos desde la muerte de Franco han establecido con la banda criminal ETA, contribuyendo a su disculpa y, a la postre, a su fortalecimiento, pues el diálogo negaba o rebajaba, al menos implícitamente, la verdadera naturaleza de la banda marxista y sus fines.   

Comportamiento éste, que no sólo ha llevado aceptar   sus condiciones de método, la paz que los asesinos ofrecían, y que tiene su muestra más evidente en la expresión que todos los ministros de Interior y Justicia han utilizado: "El día en que los terroristas dejen de matar, la democracia sabrá ser muy generosa ", sino muchos de sus contenidos: condiciones de treguas; pactos y compromisos de garantías recíprocas; internacionalización de la negociación a través de deportaciones pactadas con otros países; reagrupamiento y excarcelación de presos; empleo de expresiones que rebajaban los contenidos reales como "violentos" por asesinos, atentados por "accidentes" y lucha callejera de baja intensidad por "kale borroka"; acomodo de la Fiscalía a una aplicación oportunista de las leyes; consentimiento de candidaturas como HB o recientemente ANV, y privación de respaldo político a los jueces y policías que perseguían a la banda. Un comportamiento que ningún Gobierno civilizado hubiese consentido, y que ha puesto en una condición muy comprometida, puede que irreversible, la unidad de España y su orden constitucional.

Pese a todo, y a pesar de la última tergiversación que del "problema" se ha hecho desde el centro-derecha ("El partido de las víctimas" artículo de Teresa Jiménez-Becerril, ABC 20 de septiembre de 2007)... A mi se me antoja seguir haciéndome las mismas preguntas de siempre, y que hoy, y para finalizar seguir dándole vueltas, también quiero seguir haciéndome. Por ejemplo: ¿Qué hubiese ocurrido si el Ejército o la Guardia Civil no hubiesen consentido el goteo de muertes, hasta casi llegar a la mítica cifra de "mil" asesinados? O más concretamente, ¿si entre las víctimas de estos años, también hubiese padres, madres, hijos y hermanos de etarras? O ¿si los conversos que hoy pueblan los medios, constituyéndose en adalides contra el terror, se hubiesen dado cuenta antes de lo qué era ETA? O ¿si los católicos hubiésemos dejado de contribuir económicamente con nuestra asignación a la Iglesia, a tenor del respaldo que la Jerarquía Católica vasca le ha prestado siempre a ETA?

De todas formas, lo más sorprendente es el estado de acomodación que el pueblo ha manifestado y sigue manifestando respecto a los asesinos que quieren acabar con su convivencia. Y en este sentido, no deja de ser absolutamente sorprendente, que no se pida para ellos la pena de muerte. Esa sana costumbre de fusilar a los terroristas al amanecer por un pelotón de soldados, previa sentencia judicial firme con arreglo a Derecho, que no torturados y quemados en "cal viva". Que es, parece, lo que disculpa y legitima el pueblo soberano.

Es posible que ETA llegue a desaparecer, aunque no absolutamente, pero con todo, el problema no habrá terminado, pues los alegatos que surjan desde las filas de los ex terroristas contra el Estado y sus instituciones serán demoledores para el sistema, y desde luego que también para la Corona, pese a ser su representante un experto en ceñida, esto es, ir contra viento.  

 

Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com