Pérdida del principio de autoridad.


Por Dr. Manuel Clemente Cera. 10/07/2007.  


En nuestros días, con extraordinaria frecuencia, la Prensa diaria y demás medios de comunicación de masas, denuncian desde diversos puntos geográficos peninsulares, así como en otras latitudes extranacionales, habituales agresiones psíquicas y físicas al colectivo médico y personal sanitario del Sistema Nacional de Salud, por determinados usuarios. El mismo trato violento suelen recibir los maestros y personal docente de la enseñanza pública, como si se tratara de una costumbre establecida en una sociedad deteriorada y decadente. Actitudes incomprensibles e inadmisibles de tipo patológico, que brotan coincidiendo con la instauración de la democracia moderna -con peculiaridades atípicas- en la que todo es admisible y prácticamente nada punible, Existe una hipertrofia liberal que confunde el concepto de libertad con el de libertinaje. Acepciones dispares no coincidentes.

Tras la implantación, de forma pacífica del régimen de libertades, desde el primer momento, se fue excesivamente generosos con el principio de autoridad, fomentando indirectamente el desorden, teniendo que ser etiquetados de autoritarios por la nueva sociedad emergente.

Los demócratas españoles aceptaron y toleraron con agrado el tuteo entre personas de distinto rango. Médicos y pacientes, maestros y discípulos, sacerdotes y feligreses, etc. Trato paternal, novedoso y atractivo al principio, si se hubieran mantenido las normas establecidas, que no debieran haberse abandonado.

Finalmente este moderno experimento generó la pérdida total de respeto al superior jerárquico, costumbre tradicional que no supieron conservar, quienes tenían obligación moral de perpetuar.

Una desmesurada tolerancia que no se frenó en el momento oportuno, por aprensión a ser descalificados por las nuevas corrientes políticas, que gestó los graves conflictos sociales actuales, cada vez más peligrosos, que suscitan importantes y reiteradas protestas de los afectados, exigiendo con urgencia soluciones inmediatas. Terapéutica de riesgo en la actual coyuntura, ante una legislación atenuada incapaz de afrontar con vigor los mencionados conflictos, si no se realiza rápidamente una positiva modificación de la ley vigente.

El desconcierto general fruto de una filosofía progresista equivocada, se ha infiltrado en algunos de los estamentos más representativos de la sociedad, garantes de transmitir y perseverar la educación, la formación, la cultura y el respeto al superior jerárquico.

Debemos entonar el mea culpa general, desde la familia a los centros de enseñanza, por no haber sabido defender desde el primer momento la disciplina sucumbiendo ante la rebeldía por debilidad.

Vivimos un momento histórico decadente, muy preocupante, impensable hace tan sólo unos lustros, en el que predomina la violencia contumaz, auspiciada y fomentada por los medios de comunicación de masas.

Escolares flagelados, acosados cruelmente por sus condiscípulos, sin compasión y alevosía, llegando ocasionalmente al homicidio. Maestros injuriados, agredidos física y psíquicamente por sus alumnos y algunos padres. Médicos cuestionados arbitrariamente, insultados y a veces lesionados por sus pacientes en el desempeño de sus funciones. Sacerdotes abucheados y denostados sin motivo alguno. Resultados previsibles tras conculcarse precipitadamente el principio de autoridad.

Las modernas orientaciones políticas han preconizado y divulgado el secularismo, el agnosticismo y el relativismo. Este último concepto hace referencia a la “Tendencia que afirma la relatividad de toda verdad, actitud o conocimiento”. De este modo, todo es posible y nada censurable.

El cardenal de Toledo y Primado de España, Monseñor Cañizares, denuncia la influencia del relativismo sobre la propia Iglesia: “La Iglesia debe hacer frente no sólo al secularismo que intenta expulsar a Dios de toda la sociedad sino también a iniciativas legislativas que abundan en el laicismo y tratan de marginarla como formadora de la conciencia ética y moral del ciudadano”.

 

 

Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com