La Iglesia contra Hitler.


Por Antonio García. 10/07/2007.  


No cabe ninguna duda, y está ampliamente documentado, de que la Iglesia siempre estuvo contra el nazismo. Está tan documentado como que siempre estuvo a favor del franquismo. Es lógico, pues mientras el primero (a pesar de autodefinirse "cristiano") demostró en la práctica ser un movimiento pagano y racista, el segundo demostró ser un movimiento católico tanto en sus raíces como en su práctica.

"Eugenio Pacelli, futuro Pío XII, contribuyó a preparar la encíclica «Mit brennender Sorge» (1937), en la que Pío XI condenó el nazismo. La encíclica, prohibida en Alemania, fue introducida en el país de modo clandestino y leída a los fieles en las iglesias católicas. En su presentación de la encíclica, el futuro Pío XII comparó a Hitler con el diablo y advirtió proféticamente su temor de que los Nazis lanzaran una "guerra de exterminación" El New York Times en su editorial de Navidad de 1941, elogió al Papa Pío XII por "ponerse plenamente contra el hitlerismo" y por "no dejar duda de que los objetivos de los Nazis son irreconciliables con su propio concepto de la paz Cristiana"."

(Extraído del portal católico:

http://www.corazones.org/apologetica/nazi_iglesia/holocausto_pio12.htm ).

 

En corazones.org tienen abundante información sobre el hecho innegable de que la Santa Sede se esforzó en ayudar a los judíos que huían del nazismo. Esta página católica afirma: "El diplomático Israelí Pinchas Lapide calculó que Pío XII fue personalmente responsable por salvar al menos 700,000 judíos. "

 

Para consultar la ingente cantidad de información sobre el tema sólo hace falta ir a http://www.corazones.org/apologetica/a_apologetica.htm y situarse en el apartado "Iglesia" donde hay diversos enlaces dedicados al nazismo con abundante material en cada uno de ellos.

 

Franco, en sintonía con la Iglesia, también ayudó a los judíos. Esto también es sabido y documentado, a pesar de que algunos enteradillos antifranquistas se empeñen en querernos dar gato por liebre, tratando de hacernos creer que los embajadores de Franco podían actuar por su cuenta y a escondidas y cosas ridículas por el estilo. (Parece ser que, para lo que les interesa, el Régimen no era tan controlador ni asfixiante.)

La situación de opresión contra los judíos en Alemania..." Todo ello me parecía obra de los mismos hitlerianos sin Dios que, presos de fervor neopagano, interrumpían la misa con blasfemias.( A Franco) "No se le caían de la boca las condenas de la conspiración judeo-masónica que, estaba convencido, hacía peligrar el ser de España. Sin embargo, ya durante la Guerra Civil, Franco y sus ministros dieron instrucciones a los representantes consulares de España para que protegieran de la discriminación y la expropiación a los sefardíes de los territorios que iban cayendo bajo el control de los alemanes. Tras la caída de Francia en 1940, el falangista Serrano Suñer concedió visados a numerosos judíos askenases, que así salvaron la vida; y a los que conseguían atravesar la frontera, les daba salvoconducto para que pudieran pasar a Portugal y América. Cuando Hitler, a partir de 1943, puso en marcha la solución final, la entrega de pasaportes españoles a los judíos de habla castellana en los consulados de la Europa ocupada se tornó sistemática. De resultas de esta política humanitaria salvaron la vida de 46.000 a 63.000 judíos o quizá más. "

Extraído de http://www.analitica.com/vas/1999.05.2/internacional/08.htm.

 

Volviendo al portal católico corazones.org, concretamente en http://www.corazones.org/apologetica/nazi_iglesia/nazi_iglesia.htm

podemos leer:

 

"Los Nazis soñaban con establecer una religión nacionalista y pagana. Percibían a la Iglesia Católica como un obstáculo. Miles de católicos se mantuvieron firmes a la fe y tuvieron el valor de expresarlo, sufriendo por ello persecución, encarcelamiento y martirio."

 

"los evangélicos quedaron en gran parte fascinados por las teorías raciales.


El nombramiento de Hitler como canciller fue aplaudido por los evangélicos, recuerda Löw, mientras que los obispos católicos condenaron las teorías nazis. Por este motivo, subraya el autor, los nazis persiguieron en primer lugar a los comunistas y los judíos, pero también a los católicos.


Según la teoría nazi, dado que el cristianismo tenía sus raíces en el Antiguo Testamento, quien estaba contra los judíos debía estar por consiguiente contra la Iglesia católica.

 

La amplia documentación recogida por Löw documenta la ayuda a los judíos realizada por los católicos, que provocó la ira de los nazis. "

"En la parte central del libro, Löw reproduce detalladamente lo que dijeron y escribieron sobre los judíos y los católicos Adolf Hitler, Alfred Rosenberg, Joseph Goebbels, Heinrich Himmler y Martin Bormann.


En particular, Hitler quería pisotear a la Iglesia católica «como se hace con un sapo».

En el libro, se reproducen artículos y viñetas sobre católicos publicados por los periódicos «Das Schwarze Korps», órgano oficial de las SS, y «Der Stürmer», órgano racista. "

"ROMA, 19 diciembre 2002 (ZENIT.org).- A diferencia de lo que han escrito algunos historiadores, la Santa Sede condenó públicamente y con tremenda dureza el nazismo y en particular su ideología, según lo demuestran documentos históricos.


Una de las pruebas más evidentes es la inclusión en el famoso «Índice» de libros prohibidos del Vaticano de la obra más importante de Alfred Rosenberg, el ideólogo del Partido nazi, «El mito del siglo XX».


Pero lo más significativo es que el Papa Pío XI aprobó la resolución el 9 de febrero de 1934, es decir, exactamente dos semanas después de que Hitler nombrara a Rosenberg jefe ideológico del Partido nazi. El cardenal Eugenio Pacelli, futuro Pío XII, era entonces secretario de Estado del Vaticano, es decir, brazo derecho del pontífice.



Zenit ha encontrado el documento original en latín en el que el Santo Oficio aclaraba los motivos por los que incluía al libro de Rosenberg en el «Índice».
«Este libro desprecia y rechaza completamente todos los dogmas de la Iglesia católica, e incluso los mismos fundamentos de la religión cristiana --explica el documento--. Defiende la necesidad de fundar una NUEVA RELIGIÓN y una nueva Iglesia alemana. Enuncia el principio, según el cual, hoy es necesario que haya una nueva fe mítica de la sangre, una fe en la que se cree que la naturaleza divina del hombre puede ser defendida a través de la sangre, una fe apoyada por una ciencia que establece que la sangre nórdica representa ese misterio que supera y que se sustituye a los antiguos sacramentos»".

 

«Antes de la llegada de Hitler al poder -explica el padre Gumpel, que vivió en persona aquellos años- el Episcopado alemán condenó, categórica y repetidamente, el movimiento nacionalsocialista; prohibió a los católicos asociarse al mismo y votar a favor de él. La inmensa mayoría de los fieles siguió estas instrucciones. De las estadísticas relativas a las votaciones políticas que tuvieron lugar el 30 de enero de 1933 y también de las del 5 de marzo del mismo año, se desprende de modo evidente que la casi totalidad de los católicos había permanecido fiel al partido cristiano, el «Zentrum», notoriamente opuesto al partido hitleriano. Esta vehemente oposición del Episcopado alemán y de los fieles católicos estaba basada esencialmente en el hecho de que en su libro, «Mein kampf», y en sus discursos, Hitler llevó al extremo la supremacía del Estado, hasta el punto de suprimir la libertad de los individuos. Además su ideología era totalmente pagana y racista, en conflicto con la abierta y firme condena del antisemitismo proclamada por el Santo Oficio por orden de Pío XI ya en 1928. En fin, Hitler era un puro oportunista, que pública y conscientemente mentía, y era por lo tanto alguien que no despertaba la menor confianza».

 

"¿Podría hacer un balance del comportamiento de la Iglesia católica en el afrontamiento de Hitler y del nacionalsocialismo?


-Gumpel: Desde el principio Hitler y sus más íntimos partidarios estaban animados por un odio patológico hacia la Iglesia católica, a quien justamente consideraban como el más peligroso opositor de aquello que pretendían realizar en Alemania. De esto dan fe, entre otros, los discursos (ya publicados) que Hitler tuvo en el ámbito de sus más cercanos (los llamados «Tischgesprache»), el diario de Joseph Goebbels, las ordenanzas de Martin Bormann, las delirantes diatribas de Alfred Rosenberg, las órdenes dadas por Heinrich Himmler a las SS y a la Gestapo.


Entre los nazis y la Iglesia católica existía una radical divergencia, y no podía ser de otra manera. Hitler y sus más estrechos colaboradores no actuaron ateniéndose a las más elementales normas morales, sino a fuerza de criterios de absoluto relativismo, dialéctico y oportunista, que no tenía en cuenta ni la verdad ni los derechos más fundamentales del individuo y de las instituciones. Todos los que no adherían incondicionalmente a su modo de pensar y de proceder fueron considerados y tratados como enemigos que debían ser aniquilados. Esta actitud debía, por fuerza, determinarle a dirigir una lucha enfurecida contra el cristianismo, y de modo particular, contra la Iglesia católica, que por su misma índole y naturaleza no podía consentir ni mostrarse cómplice con un sistema radicalmente criminal.


Frente a un Estado totalitario los católicos fieles a Cristo y a la Iglesia disponían sustancialmente sólo de las armas del espíritu, la fe, la esperanza y la caridad. En última instancia, sólo podían sufrir la persecución, permanecer firmes para no ceder y, si fuera el caso, estar dispuestos a sufrir el martirio. Como de hecho sucedió en muchos casos. "

Para acabar, una cita bíblica: (2 Corintios 6 ):

"14 ¡No unciros en yugo desigual con los infieles! Pues ¿qué relación hay entre la justicia y la iniquidad? ¿Qué unión entre la luz y las tinieblas?


15 ¿Qué armonía entre Cristo y Beliar? ¿Qué participación entre el fiel y el infiel?
16 ¿Qué conformidad entre el santuario de Dios y el de los ídolos? Porque nosotros somos santuario de Dios vivo, como dijo Dios: Habitaré en medio de ellos y andaré entre ellos; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.


17  Por tanto, salid de entre ellos y apartaos, dice el Señor. No toquéis cosa impura, y yo os acogeré.

 

 

Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com