Alegato crítico contra la Jerarquía Católica española.
- a la atención del Cardenal Primado de España -
Por
Pablo Gasco de la Rocha.
10/07/2007.
Antes de adentrarme en lo que hoy me trae a esta página,
quiero dejar constancia de mi profundo amor a la Iglesia Católica, la Verdadera
Iglesia de Cristo, de la que soy miembro-practicante y en cuyo seno quiero
morir. E igualmente quiero dejar constancia, del respeto y obediencia que
profeso a mis pastores en la Fe, los Obispos, por cuanto son, y así les
considero, los sucesores de los Apóstoles del Señor, a cuya cabeza figura Su
Santidad Benedicto XVI como su Vicario en la tierra. Lo que no mi priva de
ejercer en conciencia mi deber y mi derecho a expresar y manifestar mi crítica
a la Jerarquía española, en cuanto que no afecta a los dogmas ni a cuestiones
de moral o disciplina, compuesta por hombres, y hombres de su tiempo. En este
caso, de un tiempo convulso y difícil en el que no siempre se nos es dado ver
con claridad. Pese a que ellos, mejor que nadie, tienen más facilidad de
percibir lo que de mal se va gestando en la sociedad.
La Iglesia Católica es, en cuanto Cuerpo Místico de
Cristo, santa, pero en la medida en que está formada por hombres, es también
imperfecta y pecadora, y, por tanto, necesitada de perdón. De ahí su doble
grandeza y su permanente tensión de vigilia para ser lo más perfecta posible
ante Dios y ante el mundo, como imperativo fiel al mandato del Divino Maestro.
Algo que tan bien comprendió Su Santidad Juan Pablo II desde su profundo amor
al Señor.
Y desde esta dimensión humana de la que hablamos, hay un
hecho que destaca de forma sobresaliente, sobre todo en España. Su falta de
previsión ante los signos de los tiempos. O si se quiere, una relación con el
laicismo más allá de lo correcto. Porque sorprende sobremanera que la Jerarquía
española no previera lo que hoy denuncia de forma y manera tan determinante, y
que es consecuencia de un largo y continuado proceso de secularización que va
desde la legalización de todo lo que estaba en la calle, a la asignatura
inadmisible: "España se ve invadida dentro de un proyecto bien trazado por
un modo de vida en que la referencia a Dios es considerada como una deficiencia
en la madurez intelectual y en el pleno ejercicio de la libertad".
(Palabras de la homilía que con motivo de la recepción de las reliquias de San
Ildefonso en Toledo, pronunció el Primado de España, Cardenal Cañizares).
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Parece preguntarse
sorprendida nuestra Jerarquía. Pero llama la atención que no se viera antes la
existencia de ese proyecto laicista que hoy, imparable, lo arrasa todo, llevándose
por delante un patrimonio espiritual y cultural enraizado en la fe cristiana;
fundamento de nuestra nación y de todo el orbe occidental. Y que como
recientemente dijo Su Santidad Benedicto XVI: "al borrar de un plumazo sus
raíces cristianas, Europa está apostatando de sí misma y condenándose al
infierno de la nada".
Sin embargo, todo empezó antes. Justo cuando también la
Jerarquía española se apuntó a la moda de lo políticamente correcto. No dándose
cuenta del mal que se ha hecho a tantos millones de españoles, que hoy
confundidos vagan entre una fe rebajada a la categoría de ética y un impulso
relativista suicida.
Cuando se olvido de Franco y obvió el Régimen que
él acaudilló, a los que tantísimos favores debe la Iglesia Católica. Cuando
después de que se les restituyera el honor debido y burlado durante años a
nuestros mártires de 1936-39, se ha seguido obviando referenciar al régimen
que propició la Guerra Civil, la II República, y mencionar a la canalla roja
de aquel genocidio religioso, una de las tres mayores persecuciones de la
Historia contra la Iglesia de Cristo. Cuando se apuntó a alabar a la transición,
de tan funesto recuerdo para España, que con su libertad imprecisa propicio una
Constitución que rompe España y da alas a sus enemigos, en la que la
referencia a Dios Nuestro Señor es nula. Cuando en su relación con el Jefe del
Estado, el Rey, que propicia con su refrendo toda clase de leyes anticristianas
y antinaturales, establece una relación que rebasa los límites de la mera
cordialidad social, y que es motivo de enorme confusión para la coherencia
cristiana de muchos católicos. Y cuando en la actualidad se defiende de modo
tan expresivo y manifiesto el sistema liberal que consagra la actual democracia,
origen del relativismo y de la secularización que después se critica.
No advirtiendo, por el contrario, que lo que constituye
nuestra identidad y ser más propio, esto es, ser un pueblo cristiano, siempre
se ha debido a la acción política de una Jefatura civil católica que,
consciente de conformar en la Historia de la Salvación y aun siendo una
realidad distinta a la Iglesia, ha tenido el mismo objetivo que ésta, la
salvación de los ciudadanos. Justo, pues, lo que ánimo a Franco y lo que
conformó su Régimen. Un régimen, repito, al que la Iglesia Católica debe
mucho, y al que debería estar eternamente agradecida. Tan agradecida, como lo
estamos los miles de católicos que tuvimos la suerte de vivir en él.
Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com