Suárez, el propósito evidente.
Por
Pablo Gasco de la Rocha.
21/06/2007.
El
Rey, con el refrendo del Gobierno, naturalmente, ha otorgado a Adolfo Suárez la
más alta condecoración del Reino, el Toisón de Oro, una condecoración
que hace referencia al vellocino de oro de la mitología griega y al carnero de
Gedeón, pues no en balde la condecoración consiste en un collar del que cuelga
un carnero. Lo que puede ocasionarle al Rey un serio problema con los
ecologistas y amantes de los animales. Por no citar a los islamistas, que siendo
también partidarios del cordero en sus ritos religiosos, hubiesen preferido que
estuviera degollado en vez de colgado, conforme dicta su libro sagrado, el Corán,
todo una ristra de recetas de cocina, costumbres higiénicas y normas de
conducta.
Pero sin ahondar en el evidente propósito de esta distinción
a quién ya no puede reconocerla, sería bueno aprovechar la ocasión que nos
brindan al unísono Corona & Gobierno socialista o Gobierno socialista &
Corona, que para el caso siempre ha sido lo mismo, para dimensionar, si quiera
someramente, quién fue y qué hizo este tal Suárez al que hoy nuevamente se
premia.
Y lo primero que hay que decir de Suárez, es que quien
fuera un funcionario al servicio del Movimiento Nacional y fervoroso seguidor
del Régimen del 18 de Julio no fue antes de ser ungido por impulso soberano
jefe del Gobierno español y encargado de realizar el derribo del régimen que
él había jurado defender ni siquiera un reformista. Todo lo contrario. No
obstante, y una vez hubo colgado la camisa azul –por más sentimientos
encontrados que la citada prenda causen en su hijo, el mismo que prometió si
era elegido Presidente de Castilla La Mancha hacer que todos tuvieran chalet-
cumplió tan concienzudamente su misión, que cuando fue retirado, también en
este caso por impulso real, la catástrofe lucia esplendorosa sobre el horizonte
España.
A Suárez le nombro el Rey en 1976 presidente del Gobierno
en sustitución de Carlos Arias Navarro manipulando su elección en el Consejo
del Reino, en detrimento de otros políticos de muchísima más valía y con el
único propósito de que "pilotase" la traición, perdón, la transición
democrática. En el plazo de un año, y previamente hubo legalizado todo lo que
estaba en la calle sin pararse en argumentos morales, de orden público o de
naturaleza jurídica, Suárez tuvo que desmontar el aparato del Estado: las
Cortes, el Consejo Nacional del Movimiento, los sindicatos, etcétera, y
paralelamente levantar un nuevo Estado, legalizando los partidos políticos y
los sindicatos correas de transmisión del PC, PSOE y FAI: CCOO, UGT y CNT. Con
tal bagaje, el 15 de junio de 1977 convocó las primeras elecciones, que tras
ganarlas su partido, UCD, abrió una legislatura constituyente, que duraría un
año y medio, centrada en la elaboración de una constitución que presento al
Rey y que éste firmo con gravísimas irregularidades en lo que afecta a la
unidad de España, hasta el punto, que el propio Tribunal Constitucional define
la organización política del Estado español como "constitucionalmente
compleja" (STC 4/1981, de 2 de febrero). Convocadas nuevamente
unas elecciones en abril de 1979, que volvió a ganar, fue obligado a dimitir en
enero de 1981, en medio de una crisis nacional generalizada de proporciones gravísimas,
hasta el punto que entre unos y otros amañaron un golpe de Estado, perdón, de
Timón, y con su partido, la UCD, dividido.
Por eso hoy, cuando se cumple el treinta aniversario de "aquello", y la imagen de aquel hombre de simpatía natural y presencia juvenil vuelve a las portadas de todos los medios, a mí me viene a la memoria lo que dejo escrito Antonio de Sanchis en su libro "Los golpes de Estado en España" (Vassallo de Mumbert, Editor): "Suárez fue un político marrullero y bullidor, que manejaba los "dossiers" comprometedores como nadie. Pero sobre todas las cosas era una ambición desmedida, en marcha hacia sus altos destinos, pasara lo que pasara". Que es, sin duda, la mejor definición que se ha dado de quien fue el último Secretario General del Movimiento Nacional.
Artículo de opinión extraído de la página: www.generalisimofranco.com